"No necesitamos ver huesos para hacer memoria"
Barbara Probst Solomon cumple hoy 80 a?os. Escritora, periodista, jud¨ªa neoyorquina, madre de dos hijas, abuela de cuatro nietos y autora de un libro fundamental (Los felices cuarenta) sobre la b¨²squeda de identidad de una joven estadounidense en la Europa de la posguerra, Probst ha elegido Madrid para celebrar su aniversario. Aqu¨ª particip¨® en 1948 en la ya c¨¦lebre fuga de Cuelgamuros y aqu¨ª aprendi¨® siendo muy joven que en los momentos desesperados surge una energ¨ªa dif¨ªcil de repetir: "Y la de entonces era una locura. Es como en invierno, ante el fr¨ªo el cuerpo reacciona y emite calor, y aquella Espa?a era puro invierno".
Barbara Probst ha recibido el Premio Francisco Cerecedo de Periodismo por su labor de puente cultural entre EE UU y Espa?a. Lo cuenta en su habitaci¨®n del hotel Ritz, rodeada de maletas, flores y frutas que no prueba. Su nieto peque?o Aaron le sirve una Coca-cola y luego se tumba en la cama con su ordenador. Ella baja la voz y se?alando al bello adolescente de pelo negro y rizado dice: "ah¨ª est¨¢, ese es el motor de mi vida". Durante m¨¢s de una hora de conversaci¨®n la escritora s¨®lo pronuncia dos quejas. Una ("y, por favor, p¨®ngalo") a la embajada de su pa¨ªs: "Las dos veces que he recibido un premio en Espa?a han sido invitados y no han acudido. ?No es extra?o? ?Es porque no soy republicana o porque soy mujer?". Y otra, a los medios de comunicaci¨®n vinculados a la izquierda, donde las mujeres no han representado el papel intelectual que se esperaba. "Es en los medios de izquierda donde la mujer ha sido peor tratada y es ah¨ª donde nos tenemos que rebelar una vez m¨¢s. No se trata de mujeres escribiendo sobre asuntos de mujeres, ni de supermujeres capaces de todo, que siempre las hay, se trata de jugar un papel intelectual real".
La escritora de EE UU cuestiona la ley de la memoria; y el papel de la mujer periodista
"Cuando los hombres de mi edad ya estaban escribiendo en Times o Life, yo estaba aqu¨ª, en Espa?a, que no era un buen sitio para estar. Pero yo no pensaba en mi carrera, no me importaba mi futuro, s¨®lo me interesaba vivir el momento. Hay muchos lugares donde las mujeres tenemos oportunidades vitales que a los hombres jam¨¢s se les ocurrir¨ªan, y tenemos que vivirlos y aprovecharlos". Barbara Probst era una chica guapa y de buena familia que conoci¨® en un caf¨¦ de Par¨ªs a un grupo de exiliados espa?oles. All¨ª estaba Paco Benet y all¨ª, junto a su amiga Barbara Mailer (hermana de Norman Mailer), naci¨® el plan descabellado de viajar a Madrid para colaborar en la fuga de dos j¨®venes (Manuel Lamana y Nicol¨¢s S¨¢nchez Albornoz) condenados a trabajar en el Valle de los Ca¨ªdos.
La fuga de Cuelgamuros forma parte de la biograf¨ªa de una mujer que rechaza la melancol¨ªa y que tiene serias dudas sobre la efectividad de leyes como la de la memoria hist¨®rica. "Es un asunto delicado, pero si algo aprend¨ª durante el juicio a Klaus Barbie es que mientras ¨¦l permanec¨ªa inmutable algunas v¨ªctimas sufrieron ataques al coraz¨®n al recordar. Fui cr¨ªtica en aquel momento como lo fui ante Claude Lanzmann, que llev¨® demasiado lejos algunos de los testimonios de su pel¨ªcula Shoah. Las v¨ªctimas construyen una defensa para sobrevivir y a veces recostruir su memoria es matarles otra vez. No debemos caer nunca en la amnesia hist¨®rica, pero ?tenemos derecho a destruir otra vez a las v¨ªctimas? No necesitamos los huesos para para saber qu¨¦ ocurri¨®. S¨®lo los ni?os necesitan ver los huesos. No s¨¦, a m¨ª todo esto me recuerda a Franco y su brazo incorrupto de santa Teresa".
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