La generaci¨®n rota
Celebr¨® hace unos d¨ªas la Uni¨®n General de Trabajadores un concierto para conmemorar el centenario de su Casa del Pueblo madrile?a, que estuviera en el n¨²mero 2 de la calle de Piamonte. Con el t¨ªtulo general de La generaci¨®n rota se ofrecieron obras escritas en los a?os veinte y treinta del pasado siglo y la n¨®mina de los compositores tra¨ªdos a colaci¨®n resultaba ser un cuadro precioso de lo que fue y de lo que pudo ser si no hubiera pasado lo que pas¨®, de c¨®mo la Guerra Civil se encarg¨® de aventar talentos, de destrozar vidas y de cortar de ra¨ªz carreras brillantes.
All¨ª hubo m¨²sica de un par de exiliados como Sim¨®n Tapia Colman y Jes¨²s Bal y Gay; de un emigrante voluntario que decidi¨® no volver como Andr¨¦s Gaos; de un partidario del nuevo r¨¦gimen surgido del golpe de Estado de 1936 -y en el que fue autoridad en la materia- como Joaqu¨ªn Turina; de un talento frustrado por las circunstancias dif¨ªciles de la posguerra como Evaristo Fern¨¢ndez Blanco; de un compositor de prometedor oficio que escribir¨¢ pasodobles de ¨¦xito con Tony Leblanc como Emilio Lehmberg; y de un maestro de maestros como Julio G¨®mez.
Pudo haber sido alguno m¨¢s pero en estos siete se quintaesenciaba muy bien lo que sucedi¨® con unas gentes que se vieron atrapadas por una historia que arrastr¨® sus vidas hacia el silencio, la lejan¨ªa, la tranquilidad -visto el lado del que se pusieron- o la nostalgia. Fueron hijos de una Espa?a que quer¨ªa cambiar pero no pudo y todos, curiosamente, se fijaban en ella a la hora de escribir su m¨²sica y miraban s¨®lo de reojo a lo que Europa buscaba. Todas las obras -excepto la de Tapia Colman- ten¨ªan en su t¨ªtulo o en su contenido referencias a lo popular, o a ese "estilo antiguo" que lo sublimaba fundi¨¦ndolo con la tradici¨®n que se supone nuestra, no s¨¦ si, como dir¨ªa Chueca Goitia, con lo invariante castizo.
Un camino que se qued¨® ah¨ª, que muri¨® con ellos como ¨²ltimos poseedores de un derecho que les otorgaba su pertenencia a ese mismo pueblo al que daban voz culta. Escuchando esas m¨²sicas -explicadas y defendidas por el director Jos¨¦ Luis Temes como improvisado comentarista por la p¨¦rdida de los programas de mano- y desde la carencia, por suerte o por desgracia, de cualquier sentimiento nacionalista, uno pensaba no ya en lo que fue sino en lo que hoy es, en la qui¨¦n sabe si a¨²n posible recuperaci¨®n de estas m¨²sicas a las que se comi¨® una guerra y un cambio est¨¦tico que las apart¨® de los circuitos. Creaciones voluntariamente modestas pero de aliento generoso -e irradiaci¨®n art¨ªstica limitada si se quiere-, pero nacidas en un momento en el que serv¨ªan para algo. Por ejemplo, para hacer m¨¢s felices a sus oyentes. Entonces, y el otro d¨ªa tambi¨¦n, gentes trabajadoras y respetuosas que recib¨ªan a cambio de su atenci¨®n un retrato fiel de s¨ª mismas.
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