La huella prodigiosa de Lucas Corso
Para empezar, un cad¨¢ver, naturalmente. Dice Umberto Eco que entrar en una novela es como cruzar a nado a la otra orilla. Antes hay que aprender a respirar. El ritmo es importante. Una gran novela es aquella en la que el autor siempre sabe cu¨¢ndo sacar la cabeza fuera del agua. No es casualidad que los personajes de El club Dumas pertenezcan a la hermandad de los arponeros de Nantucket, la isla de los grandes cazadores de ballenas. Claro que hay cazadores de muchas clases. ?ste se llama Lucas Corso y caza libros por cuenta ajena. Lleva una bolsa de lona al hombro, usa zapatos ingleses, s¨®lo bebe ginebra Bols y posee una memoria prodigiosa. Adem¨¢s, tiene una endiablada sonrisa de conejo al cabo de la calle. Uno de esos tipos que caen bien aunque una nunca se acabe de fiar. Por lo pronto, al lector le conviene no s¨®lo estar atento a los hechos, sino que tambi¨¦n debe saber moverse por el universo de los libros. Una biblioteca de tres mil vol¨²menes, un extra?o manuscrito quemado en 1667 junto al hombre que lo imprimi¨®, un escenario en el que se cruzan las calles medievales de Toledo con las de la Sintra templaria o las del Par¨ªs eterno y en donde los libros son siempre la llave que abre la puerta del laberinto: Dumas, Conan Doyle, Borges, Eco... Todos est¨¢n ah¨ª, jugando a conciencia y con argucias de perro viejo, el final de la partida. Tambi¨¦n las mujeres juegan sus cartas literarias: una es rubia y malvada, como Milady de Winter, y lleva una flor de lis tatuada en la ingle. La otra tiene m¨¢s que ver con Sherlock Holmes, es muy joven, lleva el pelo corto, sangra por la nariz y pelea como un arc¨¢ngel. No debe de ser f¨¢cil v¨¦rselas con una mujer as¨ª en la cama. "Verdes las iban a segar", piensa Corso en franco retroceso en una de las batallas m¨¢s divertidas y tiernas que pueden librarse entre una chica lista y un hombre al fin y al cabo, para que ambos puedan, una vez m¨¢s, hablar de amor.
Al lector le conviene no s¨®lo estar atento a los hechos, sino que tambi¨¦n debe saber moverse por el universo de los libros
Hay una edad en la que se ama el misterio, la conspiraci¨®n solitaria, los mensajes cifrados, los juegos l¨®gicos, el enigma cuya soluci¨®n est¨¢ en el fondo de uno mismo, el cine negro, los cigarrillos rubios y los libros antiguos. Son a?os en los que la lectura lo es todo porque forma parte esencial de los sue?os. Despu¨¦s vienen la vida y sus rebajas. Pero hay algunos libros -pocos-, como El club Dumas, que tienen el poder de recuperar al cabo de los a?os ese tiempo limpio en el que el juego nunca estaba decidido de antemano. Novelas que tienen que ver con la aventura en el sentido m¨¢s puro de la palabra y con la soledad que es compa?era del valor, y con el deseo como secreto estremecimiento de la inteligencia. Y con la vida. O una cierta manera de vivirla. -
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