La calle de la Democr¨¤cia
A la calle de la Democr¨¤cia, en la zona de los planetas, en Badalona, he ido esta ma?ana de diciembre, que es una ma?ana de calles vac¨ªas porque la gente est¨¢ trabajando o sencillamente no est¨¢, y es tambi¨¦n una ma?ana de un sol milenario y r¨ªgido como aquel cad¨¢ver del hombre primitivo que encontraron en un glaciar de los Alpes (y que hab¨ªa muerto asesinado). La parte de los planetas es un sitio donde Badalona hace frontera con Santa Coloma, y la llaman as¨ª porque todas sus calles (Mercuri, Venus, Ur¨¤, Sirius, Ori¨®...), llevan nombres de planetas, estrellas, constelaciones, exceptuando la m¨¢s terr¨ªcola, la m¨¢s humana y, tal vez, no la m¨¢s cochambrosa, a la que pusieron el nombre de Democr¨¤cia.
A la calle hay dos formas de llegar: recorrer una cuesta o remontar una impresionante escalera
He ido a la calle de la Democr¨¤cia llev¨¢ndome en los cascos una vieja canci¨®n de los Surfin' Bichos, que este a?o tambi¨¦n anda de aniversario. El vig¨¦simo. La canci¨®n, a la que me entrego cada vez m¨¢s fan¨¢ticamente, est¨¢ escrita con rabia y transforma en s¨ªmbolos y en met¨¢foras la historia de unos chavales sin suerte (o acaso sin opci¨®n a la suerte). Es decir, es puro rock and roll. Se titula Gente abollada; no es un t¨ªtulo muy grato, pero tambi¨¦n es cierto que no est¨¢ compuesta por gente que pida turno para comer en el Bulli, y esas cosas.
A la poco accesible calle de la Democr¨¤cia hay una manera relativamente sencilla de llegar, que es recorriendo la larga cuesta que traza, en un barrio lleno de cuestas donde las viejas van apoy¨¢ndose en los coches aparcados para poder subirlas. Y asimismo hay otra manera de llegar m¨¢s diab¨®licamente espinosa, que consiste en remontar una impresionante cascada de escaleras de hormig¨®n, flanqueadas por casitas de puerta de madera a las que llaman tocando con la mano muchachas ¨¢rabes de pa?uelo y vaqueros. En la calle de la Democr¨¤cia, algunas fachadas est¨¢n tiznadas por el fuego de un transformador de la luz que ardi¨® en la acera, y tambi¨¦n hay otras viviendas que en vez de cristales tienen en las ventanas una especie de cortinas hechas con pl¨¢stico de burbujas. Por una de estas ventanas asoma una fregona como una vieja loca. Se encuentran tambi¨¦n casas abandonadas de puertas tapiadas con ladrillos y de ventanas enrejadas y selladas con cemento. En un cartel escrito en chino, se lee en castellano un r¨®tulo que dice "Fincas La Confianza". La calle de la Democr¨¤cia empieza con una se?al de direcci¨®n prohibida fijada en su parte izquierda. Dos tipos de aspecto curtido avanzan juntos por la calle habl¨¢ndose a voces, cada uno desde una acera. Les sigue un paquistan¨ª que gargajea sonoramente su resfriado. Y hacia el fondo anda solitario un moro con los pantalones metidos por dentro de los calcetines. En un bar, conversa un grupo de payos ociosos, que se est¨¢n trincando unos tubos de menta y unos chupitos de licor de algo. La barra la atiende una muchacha rubia y gorda, con gafas. Los colorines cantan en sus jaulas sobre la cesta de Navidad, que este a?o trae aceitunas, pat¨¦ de jabugo y dos botellas de cava Castillo de Perelada. En las paredes han puesto p¨®sters en blanco y negro del Nueva York de los rascacielos. Una gitana arrugada, con los ojos hundidos, va por los bares vendiendo a un euro ropa hecha en China. Se detiene en una esquina de la calle un superdeportivo, un Corvette Z06 amarillo, modelo del a?o pasado. La gitana mira el coche y el coche la mira a ella, acelera y se va a toda casta?a de la calle de la Democr¨¤cia. Busco en el MP3 la canci¨®n, y s¨¦ que eso va a hacer que me sienta m¨¢s viejo. Rodea la calle de la Democr¨¤cia una tranquilidad de microbuses de barrio.
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