Tensi¨®n entre Par¨ªs y Pek¨ªn
Debido a la crisis y a la consiguiente aceleraci¨®n del proceso que pone en tela de juicio la posici¨®n relativa de cada naci¨®n en la geopol¨ªtica mundial, Francia est¨¢ viviendo en el plano diplom¨¢tico a un ritmo inusitado en los ¨²ltimos tiempos. Y hasta tal punto que, aunque reconocen que, precisamente, su presidente se muestra suficientemente activo y voluntarioso frente a la crisis, a los mismos franceses les cuesta explicar la pol¨ªtica de su pa¨ªs.
La ¨²ltima cuesti¨®n suscitada es la relaci¨®n con China. A juzgar por la prensa de ese pa¨ªs, Francia est¨¢ en manos de un presidente "adolescente" que ha cometido un grave error al conceder una audiencia (con amplia cobertura medi¨¢tica) al Dalai Lama. Ocurri¨® este fin de semana en Gdansk. Nicolas Sarkozy estaba all¨ª en el ejercicio de sus funciones como presidente de la Uni¨®n Europea. En torno a Lech Walesa, h¨¦roe de la Polonia libre, se hab¨ªan congregado otros premios Nobel. Habr¨ªa sido chocante que el presidente Sarkozy se hubiese negado a recibir al l¨ªder espiritual de los tibetanos. Otros mandatarios (Merkel, Brown, Bush) lo hab¨ªan recibido antes que ¨¦l. Sin embargo, Pek¨ªn ha lanzado su propaganda contra Sarkozy y ha advertido a Francia que tendr¨¢ que atenerse a las consecuencias comerciales.
La audiencia que Sarkozy concedi¨® al Dalai Lama desat¨® la ira china
En realidad, este episodio conflictivo -que pone de nuevo de manifiesto el autoritarismo que sufren 9 millones de desventurados tibetanos- es interesante desde el punto de vista de las pol¨ªticas interiores china y francesa.
En el caso de China, este repentino endurecimiento de sus relaciones con Francia tiene como tel¨®n de fondo -al menos, cabe suponerlo- la crispaci¨®n cada vez mayor de sus autoridades ante la crisis. Por supuesto, hay un factor espec¨ªficamente franco-chino: Pek¨ªn y su opini¨®n p¨²blica est¨¢n lejos de olvidar las im¨¢genes de los portadores de la antorcha ol¨ªmpica zarandeados en pleno Par¨ªs por una muchedumbre hostil que enarbolaba banderas tibetanas. El Gobierno chino tampoco apreci¨® excesivamente el hecho de tener que acceder a un simulacro de negociaci¨®n con el Dalai Lama para garantizarse la presencia de Nicolas Sarkozy en la ceremonia de apertura de los Juegos de Pek¨ªn. Segunda afrenta, pues, que los chinos quieren cobrarse ahora.
Pero, m¨¢s all¨¢ de estas escaramuzas, en Pek¨ªn hay en juego intereses considerables en t¨¦rminos de buena o mala voluntad internacional frente a la crisis. Cabr¨ªa pensar que a China, muy penalizada social y econ¨®micamente por la recesi¨®n norteamericana y, tal vez ma?ana, si llega a producirse, europea, le interesa apostar por una salida a la crisis concertada internacionalmente; s¨®lo que hay otra salida posible, a trav¨¦s del nacionalismo y la designaci¨®n de un chivo expiatorio. En ese sentido van, desgraciadamente, las dos devaluaciones por sorpresa del yuan, pese a que Estados Unidos ped¨ªa lo contrario. Cualquier signo de crispaci¨®n suplementario deber¨¢, pues, entenderse como un tanto a favor de los defensores de la l¨ªnea dura.
En Francia, se trata de algo m¨¢s tristemente banal: del eterno debate entre ideal y real politik. Durante su campa?a, Nicolas Sarkozy hizo hincapi¨¦ en los derechos humanos; durante la represi¨®n del T¨ªbet, primero dud¨® y finalmente hizo hincapi¨¦ en la deseada "cooperaci¨®n estrat¨¦gica" con China. Adem¨¢s, se abstuvo de viajar acompa?ado por Rama Yade, titular de la secretar¨ªa de Estado de Derechos Humanos. Pese a las apariencias, el episodio de Gdansk no representa una nueva insistencia en la defensa de los derechos humanos, sino m¨¢s bien una atenci¨®n que los diplom¨¢ticos franceses se han esforzado en minimizar de todas las formas posibles. Y lo mismo ocurre respecto a la Rusia de Putin: una vez pasada la crisis georgiana, el realismo ha vuelto a imponerse.
En descargo de Nicolas Sarkozy, hay que reconocer que en este terreno es menos complaciente que su antecesor, Jacques Chirac, pero tan "realista", o tan poco realista, como permite la situaci¨®n actual: s¨®lo estamos al comienzo de un periodo de sobresaltos planetarios.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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