La piedra en el agua
Es muy posible que lo que voy a escribir forme tambi¨¦n parte del paquete. Del paquete que se hunde bajo la tersa superficie del agua. Bien, arrojemos la piedra. Tras el impacto en el agua, veremos que se produce una serie de ondas conc¨¦ntricas, cada vez m¨¢s d¨¦biles, hasta que finalmente la superficie del agua regresa a su calmosa lisura inicial. Un breve lapso para la fascinaci¨®n est¨¦tica. Sustituyamos ahora la piedra por un hombre y la fascinaci¨®n est¨¦tica dejar¨¢ paso a la excitaci¨®n emocional. El cambio no aporta una diferencia significativa, ya que las ondas emocionales ser¨¢n estetizadas por los medios de comunicaci¨®n y la superficie del agua recuperar¨¢ su tersura. La met¨¢fora me parece adecuada para describir lo que nos ocurre y no veo posibilidad alguna de cambiarle el final. Veamos.
Ese gesto emocional ser¨¢ absolutamente est¨¦ril si no le sigue una actuaci¨®n pol¨ªtica coherente
La pasada semana fue asesinado por ETA en Azpeitia Ignacio Uria. El crimen provoc¨® las reacciones de indignaci¨®n, solidaridad y llanto habituales en estos casos, reacciones que configuran un ritual de catarsis social. El asesinato de Ignacio Uria fue un crimen pol¨ªtico, con lo que quiero decir que al asesinar a un hombre se quiso matar en ¨¦l m¨¢s que a un hombre. Lo mataron en nombre de un proyecto, o de una ideolog¨ªa, o de una farsa seductora, circunstancia que no dignifica el crimen sino que envilece el proyecto o la ideolog¨ªa en cuyo nombre fue cometido. La v¨ªctima fue una pieza instrumental perfectamente intercambiable, lo que permite que se pueda lamentar su muerte -la de Ignacio Uria, que inmediatamente pasa a convertirse en Inaxio para todos- pero no el crimen en s¨ª, tal como hicieron el alcalde y los concejales de ANV de Azpeitia. Inaxio se convierte de esta forma en la v¨ªctima colateral del asesinato de Ignacio -una cifra sin entidad al servicio del conflicto- mediante una operaci¨®n de disociaci¨®n que permitir¨¢ que la actuaci¨®n del cuerpo pol¨ªtico y de la sociedad vasca termine siendo a medio, e incluso a corto plazo similar a la adoptada por los concejales de ANV de Azpeitia. Sigamos viendo.
Lo que se subraya tras este y otros cr¨ªmenes cometidos por ETA son las reacciones emocionales, reacciones de las que se quiere hacer part¨ªcipe a la sociedad en general. Es importante hacer ver que la sociedad vasca sufre con lo ocurrido, aspecto que se encargan de resaltar los medios de comunicaci¨®n, y sancionar con ese sufrimiento el rechazo del crimen. O que no sufre, como trataba de mostrar la c¨¦lebre foto de la partida de cartas, y que la sociedad vasca ha alcanzado unos niveles de insensibilidad y de vileza insuperables. En unos casos y otros no se sobrepasa el nivel emocional, un factor que sirve para se?alar la buena o la mala conciencia social pero que en mi opini¨®n es irrelevante.
Yo no puedo sufrir, como s¨ª lo har¨¢n sus allegados, por el asesinato de Ignacio Uria, ni se me puede exigir que lo haga, pero s¨ª puedo reprobarlo moral y pol¨ªticamente y actuar en consecuencia. Es esto ¨²ltimo, y no un sufrimiento emp¨¢tico, lo que se le puede exigir a una sociedad amenazada por el terror, y la escenificaci¨®n de un dolor improbable no puede servir de paliativo para esa exigencia. Las manifestaciones contra el crimen, tan necesarias como gesto de solidaridad con los familiares y como acto de denuncia que d¨¦ visibilidad al rechazo del crimen y de sus autores, no pueden convertirse en un acto de catarsis con el que la sociedad recupere su buena conciencia, que es a lo que pueden reducirse cuando s¨®lo se destaca de ellas su valor emocional.
El gesto de los concejales de EA y de Aralar del Ayuntamiento de Azpeitia al romper la coalici¨®n de gobierno con ANV es tambi¨¦n un gesto emocional, o adoptado al socaire del momento emocional, y ser¨¢ absolutamente est¨¦ril si no es seguido por una actuaci¨®n coherente con su contenido pol¨ªtico, si alguna vez lo tuvo. Un gesto est¨¦tico, en caso de que no haya moci¨®n de censura, que tal vez sirva para quedar bien con Inaxio, pero que no contribuir¨¢ a impedir que otros Ignacio caigan y se hundan bajo la tersa superficie de esta sangre que no cesa.
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