Lo que en nosotros vive
Un ni?o granadino sigue los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial a trav¨¦s de los partes informativos de una emisora de radio neoyorkina. La poca edad le ha ayudado a integrarse en la realidad del exilio, habla bien ingl¨¦s y disfruta de amistades forjadas en el colegio. Vive marcado por un sentimiento de extra?eza, pero ya hace suyas las siluetas de los grandes rascacielos y las palabras de una radio extranjera. Sus profesores han preparado una excursi¨®n a la que no va a asistir, porque si abandona la casa nadie podr¨¢ traducir los partes de guerra durante el fin de semana. A las personas mayores les cuesta trabajo integrarse en la nueva situaci¨®n, en el nuevo idioma, en las preguntas y respuestas formuladas por un mundo en perpetuo movimiento.
El ni?o hab¨ªa o¨ªdo murmurar a su abuelo "no quiero volver a este jodido pa¨ªs". Estaban subiendo al barco que iba a separarlos de Espa?a, y el abuelo se limpi¨® el polvo de los zapatos que hab¨ªan pisado una patria dif¨ªcil y cruel. Los ancianos no llegan a integrarse nunca en las ciudades ajenas porque tienen demasiada memoria y sus muertos forman parte de su presente. El abuelo ha perdido en la guerra a un hijo y a un yerno, el t¨ªo y el padre del ni?o, ejecutados por los militares franquistas. Por eso no quiere volver a su jodido pa¨ªs, pero tambi¨¦n por eso vive pendiente de Espa?a, sometido a unas ilusiones que son inseparables de sus recuerdos. Se pasa el d¨ªa esperando los partes radiof¨®nicos, pide al ni?o traducciones inmediatas, se alegra con los avances del ej¨¦rcito aliado y se enfada cuando el locutor no anuncia una conquista. El ejercicio de traducci¨®n llega a convertirse para el ni?o en una tarea de imaginaci¨®n, porque se las arregla de hora en hora para inventarse una victoria o un s¨ªntoma del hundimiento definitivo de las divisiones de Hitler.
Abuelo y nieto deciden dibujar un mapa de Europa, extenderlo sobre la mesa del comedor y colocar las banderas de los ej¨¦rcitos sobre el paisaje de la batalla. En una hora no pueden cambiar mucho las realidades b¨¦licas, pero el ni?o se impone la disciplina de encontrar en cada parte un motivo de esperanza. Cada vez que mueve hacia Berl¨ªn las banderas inglesas, sovi¨¦ticas o norteamericanas, acelerando en lo posible las novedades militares, su abuelo sonr¨ªe y siente m¨¢s cerca la liberaci¨®n de Espa?a. Ser¨ªa una crueldad irse de excursi¨®n, dejarlo abandonado a sus desconocimiento del ingl¨¦s, privarlo de la radio neoyorkina que lo une a un jodido pa¨ªs al que se ha prometido no volver. El ni?o sabe que debe quedarse en casa para mover las banderas. Se siente cada vez m¨¢s orgulloso de caminar sobre las avenidas de su futuro acompa?ado por los recuerdos de su abuelo.
Manuel Fern¨¢ndez-Montesinos acaba de publicar sus memorias, Lo que en nosotros vive (Tusquets). Se trata de un libro emocionante, escrito con una muy destacable capacidad narrativa. Confieso que empec¨¦ a leerlo por inter¨¦s profesional, buscando la memoria del sobrino de Federico Garc¨ªa Lorca y del hijo de Manuel Fern¨¢ndez Montesinos, el alcalde socialista de Granada. Pero acab¨¦ conmovido por las escenas compartidas entre un abuelo y un nieto, que suelen ser las que encierran el verdadero enigma de la memoria hist¨®rica. Escenas parecidas comparten en el libro un adolescente y un t¨ªo pol¨ªtico llamado Fernando de los R¨ªos, catedr¨¢tico y ministro socialista que tarda poco en comprender que la victoria del ej¨¦rcito aliado no iba a significar la derrota de Franco. Ni ¨¦l, ni don Federico, podr¨ªan volver con vida a su jodido pa¨ªs.
El autor de Lo que en nosotros vive ha acertado al escribir sus memorias sin convertirlas en un trabajo de investigaci¨®n sobre su t¨ªo y su padre. Tiene muchos recuerdos propios que contar, una mirada sentimental certera y la capacidad literaria de conmover al lector.
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