El urbanismo feo
Al salir del metro en la plaza de Lesseps, lo primero que se ve es la estampa serena de la iglesia de Els Josepets, y es una novedad, porque la vista estaba antes obturada por las v¨ªas de circulaci¨®n. Ahora bien, el panorama de la plaza es desconcertante, porque no soluciona sino que disfraza los problemas de este cruce despiadado de calzadas hipertransitadas. A lo mejor no se pod¨ªa hacer de otra manera. Pero a lo mejor s¨ª. Lesseps ten¨ªa el desaf¨ªo de las plazas que se construyen sobre el vac¨ªo (debajo pasa la Ronda del General Mitre) y el reto agregado de unos circuitos de tr¨¢nsito muy complejos, que obligar¨¢n a esmerar la se?alizaci¨®n. Adem¨¢s, la plaza tiene ahora forma de casquete as¨ª que, si Barcelona tiene a bien vivir una de sus lluvias torrenciales, lanzar¨¢ el agua hacia las fachadas circundantes. Espero que al menos el suelo no resbale.
Barcelona espera el 'Ghery' de la Sagrera, un arquitecto que ya s¨®lo trabaja para millonarios americanos o bodegueros espa?oles
Pero miremos la plaza desde la perspectiva humana: es un vasto espacio parad¨®jicamente lleno de ruido visual. Entregarle la ornamentaci¨®n al se?or Viaplana, a la vista de lo mal que ha envejecido la plaza de los Pa?sos Catalans, delante de la estaci¨®n de Sants, era un riesgo cantado. Vigas adustas y miradores extra?os constituyen la parte que se supone blanda de este espacio excesivo, despojado de sombras y de efectos amables. Un espacio, adem¨¢s, escasamente verde (excepto un rinc¨®n futuro), cuando la antigua plaza, impracticable como era, albergaba un bosquecito excepcional. ?Era imposible salvarlo? Parece ser que el l¨¢piz ordenador de este proyecto cree, como suele creer el Ayuntamiento, que para hacer espacio p¨²blico basta con quitar obst¨¢culos y abrir explanadas, calzar dos o tres bancos y plantar unas tipuanas. No es cierto: no son las extensiones, sino los asideros humanizados, los que convocan al personal y hacen, en definitiva, una plaza.
Hace ya unos cuantos a?os que el Ayuntamiento de Barcelona practica un urbanismo feo. Est¨¦ticamente y conceptualmente feo. A medida que la ciudad se ha ido haciendo m¨¢s rica, se ha pasado de aquel eficaz urbanismo de sargidora, donde todo era detalle, a la creaci¨®n de espacios que tienden a la desmesura (el parque de Diagonal Mar, sin ir m¨¢s lejos), cuando la tradici¨®n de Barcelona es la plaza recogida, la calle multifuncional, las alturas discretas. Algunas f¨®rmulas enamoran a los t¨¦cnicos, y las van aplicando venga o no venga a cuento. Concentrar la edificabilidad en altura, por ejemplo, para liberar suelo e ir sumando parches verdes. Eso ha dado torres impensables en calles que no las admiten, espacios sin mantenimiento que mueren (est¨¦ticamente) al cabo de nada, ausencia de bajos comerciales: soledad urbana.
No hace falta hablar del caducado modelo de la firma de lujo que dise?a desde la distancia un edificio sonoro. Las ciudades inteligentes ya no los admiten: Barcelona tiene todav¨ªa algunos en lista de espera, en especial el Ghery de la Sagrera, un arquitecto que ya s¨®lo trabaja para millonarios americanos o bodegueros espa?oles. Son edificios solitarios y aberrantes, est¨¦riles como las mulas, incapaces de crear vida a su alrededor. Admisibles en un distrito tan artificial como lo es el del 22@, no tienen sentido cuando incomodan una textura urbana asimilada. Como tampoco convienen siempre las aceras anch¨ªsimas o esa relamida est¨¦tica ex novo que mata entornos que exudan memoria. Podemos temblar ante la embestida que sufrir¨¢ la Diagonal. Si el Ayuntamiento barcelon¨¦s no es capaz de entrar de puntillas, respetando lo que hay -empezando por los ¨¢rboles- y respetando sobre todo la historia, la piel de esta arteria modernista, valdr¨ªa m¨¢s que lo deje estar.
?Es s¨®lo la repetici¨®n de estos esquemas tan r¨ªgidos lo que da la fealdad a un urbanismo que, en el pasado, hab¨ªa logrado altas cotas de belleza? ?C¨®mo puede salirle un forat de la vergonya a la misma Administraci¨®n que hizo prodigios en otras zonas de la rehabilitada Ciutat Vella? ?C¨®mo se explica que un espacio de representaci¨®n como el grupito de hoteles de la zona del F¨®rum acabe pareci¨¦ndose a un suburbio de ciudad americana de segunda? Nunca se hab¨ªa creado tanto espacio p¨²blico, tanta ciudad, como en los ¨²ltimos a?os, y nunca hab¨ªa sido el resultado tan deficiente. Barcelona hace largos pasos sin saber cu¨¢l es el camino. Yo creo que ¨¦ste es el problema: la ciudad sin norte, sin identidad. Se?alan expertos internacionales que Barcelona ya es un eco de su brillo pasado: una estrella que se va apagando.
Tiempo atr¨¢s, Barcelona hab¨ªa definido su propio modelo, incluso arquitect¨®nico y urban¨ªstico. Ahora es un revoltillo de soluciones copiadas: torres, firmas internacionales, franquicias, parques de dise?o artificial, todo sin memoria ni estilo ni ra¨ªces. La arquitectura aut¨®ctona, que hab¨ªa tenido fama y proyecci¨®n, ya no cuenta. Todo acaba siendo una ostentaci¨®n vana de riqueza (porque los proyectos son car¨ªsimos) que no alcanza a crear significados urbanos. Exactamente igual que esa viga de acero que cruza la plaza de Lesseps como una burla de quien se siente por encima del bien y del mal, del error y de la parida.
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