El Madrid se funde en la trinchera
Los de Juande eligieron a Messi como objetivo de sus faltas y se replegaron sobre su ¨¢rea como un equipo menor
La ret¨®rica de Rambo predomin¨® en las voces cantantes de la columna del Madrid cuando se encamin¨® hacia el campo por el t¨²nel de vestuarios. "?Nadie cree en nosotros! ?S¨®lo nosotros!", dec¨ªan Ra¨²l y Salgado. "?Vamos! ?Bien! ?Vamos!". A falta de categor¨ªa futbol¨ªstica, lo que le quedaba al grupo de madridistas que llegaron al Camp Nou era el coraje y un sentimiento reivindicativo que luego, una vez que empez¨® el partido, se concret¨® en la t¨¢ctica de la picadora de carne. Ya lo dijo Pedja Mijatovic al salir del aeropuerto de Barajas rumbo a Barcelona: "?Vamos a la guerra!".
El pretendido chiste de Mijatovic prefigur¨® lo que, por lo visto, fue la t¨¢ctica de Juande Ramos. El entrenador debi¨® de alentar a sus jugadores a repartir estopa con m¨¦todo: de uno en uno, para evitar expulsiones, y procurando asestar siempre en el mismo blanco: Messi. A la media hora de partido, el proceso tuvo un marcado tinte cineg¨¦tico. Primero dispar¨® Guti; despu¨¦s, Sneijder; luego, Gago, Sergio Ramos y Drenthe. Todos al mismo. Siempre a Messi.
El juego de los blancos hizo que sus remates resultasen casi accidentales
Hay entrenadores que ganan prestigio por su sagacidad estrat¨¦gica, su creatividad en la zona t¨¢ctica y su buena gesti¨®n del grupo. Juande es uno de esos t¨¦cnicos. El manchego siempre dijo que su m¨¦todo es variable y debe ajustarse a las caracter¨ªsticas de cada plantilla. Por lo que parece, en la del Madrid no ha visto mucha sustancia. S¨®lo una banda de fajadores cuya ¨²nica posibilidad de sobrevivir en el Camp Nou era moliendo huesos hasta donde el reglamento lo permitiera. La primera parte consisti¨® en una refriega desigual: trece faltas cometi¨® el Madrid por tres el Barcelona. El ¨¢rbitro no respondi¨® con la misma proporci¨®n: tres tarjetas amarillas al Madrid, una al Bar?a.
La lluvia persistente contribuy¨® a embarrar el escenario y a retener a la gente en los vomitorios, comiendo butifarras, hasta que el himno del Bar?a anunci¨® el inicio del espect¨¢culo. Ra¨²l march¨® al frente de los madridistas. Le esperaba un trabajo igual de gris que a sus compa?eros. El capit¨¢n dedic¨® el partido a apretar a los centrales del Bar?a. Su labor se concentr¨® en ensuciar la salida de bal¨®n de M¨¢rquez. No fue extra?o que, cuando el ¨¢rbitro pit¨® el descanso, el Bar?a ostentara el 71% de la posesi¨®n del bal¨®n.
Si el Madrid plante¨® un encuentro guerrero, la guerra fue de desgaste. Hubo pocos disparos entre los tres palos, sobre todo por parte del Madrid, que lanz¨® solo dos en todo el primer tiempo. El de Drenthe repelido por Vald¨¦s y otro de Sneijder, cuya inclusi¨®n entre los titulares tuvo pinta de extravagancia. El holand¨¦s ven¨ªa de superar una lesi¨®n que le mantuvo tres semanas de baja. S¨®lo se hab¨ªa entrenado un d¨ªa. Sin embargo, Juande le hizo jugar. El pobre Sneijder, que casi manda a la red un centro de Drenthe, debi¨® marcharse a la ducha a la media hora con una sobrecarga. Su reemplazante fue Palanca, un extremo derecho de la cantera que pas¨® de Segunda B a Primera sin soluci¨®n de continuidad. Derecho al Camp Nou. As¨ª est¨¢ de apretada la plantilla del Madrid.
Si el disparo de Sneijder tuvo el componente circunstancial de su estado f¨ªsico, el juego del Madrid hizo que los remates de sus jugadores resultasen casi accidentales.
Cuando Eto'o tir¨® el penalti en el minuto 69, el Madrid no hab¨ªa vuelto a lanzar a puerta. Tal y como estaban las cosas, su ¨²nica tabla de salvaci¨®n era Casillas. El portero se agrand¨® en la medida que crec¨ªa el Bar?a. Par¨® el penalti a Eto'o y le tap¨® el tiro a Messi en un mano a mano que la hinchada celebraba como un gol. Sin embargo, el camerun¨¦s y el argentino acabaron luego con su gran noche.
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