A¨ªda
Amanda Mars firmaba el otro d¨ªa, en este peri¨®dico, una estupenda informaci¨®n titulada Mileuristas para siempre. Contra lo que puedan pensar quienes no llegaran a leerla, no hablaba de pobres desgraciados, sino de la nueva clase media espa?ola. Los protagonistas de la historia eran los 1,3 millones de j¨®venes cuya vida laboral se desarrolla muy por debajo de su formaci¨®n acad¨¦mica y de su capacidad intelectual. No tengo que explic¨¢rselo porque ya lo saben ustedes: gente con dos carreras y tres idiomas que trabaja en un locutorio, o hace encuestas.
Estos j¨®venes est¨¢n condenados a vivir por debajo de sus expectativas. Constituyen la clase media en todos los sentidos (cultural, social, verbal incluso) menos en el econ¨®mico. Su frustraci¨®n constituye un asunto de la m¨¢xima importancia, ya que el futuro de Espa?a depende de ellos. Este pa¨ªs, como saben, las ha pasado muy negras porque durante siglos ha ido sobrado en materia de fil¨®sofos, pol¨ªticos, poetas, espadones y obispos; el gran problema ha consistido en la escasez de una clase administrativa razonablemente alimentada e instruida. Ahora la tenemos ya instruida, m¨¢s o menos, pero no la alimentamos. Acabaremos pag¨¢ndolo.
La clase media es esa que vota a los partidos moderados, aunque perciba el fraude; esa que piensa que el futuro, por mal que vaya, tendr¨¢ un pasar. Forzando la imaginaci¨®n, s¨®lo se percibe una ventaja en la destrucci¨®n de la clase media: la Ley de Memoria Hist¨®rica quedar¨¢ obsoleta, porque no har¨¢ falta acordarse de nada. Lo tendremos todo en presente. Volveremos a la Espa?a m¨ªsera y dolida.
Lo otro, lo que hay por debajo de las aspiraciones mesocr¨¢ticas, siempre ha sido una especialidad espa?ola. La picaresca, la pobreza alegre, el ma?ana sin esperanza ni decepci¨®n. Ese barrio caricaturizado en A¨ªda sin ir m¨¢s lejos. No s¨¦ si sobrevivir¨¢ al paulatino mutis de una actriz tan soberbia como Carmen Machi. S¨ª tengo muy claro que en ning¨²n otro pa¨ªs europeo (quiz¨¢ s¨®lo en el Reino Unido) se emitir¨ªa una serie tan soez, c¨ªnica y despiadada en horario de m¨¢xima audiencia. Yo la veo, pero no dejar¨ªa que la vieran los cr¨ªos. No es cuesti¨®n de amargarles la ni?ez descubri¨¦ndoles lo que les espera.
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