Tortura
Las fiestas navide?as se aproximan y Antena 3, diligente, nos ha servido un anticipo del esp¨ªritu imperante en esas fechas: bronca dom¨¦stica, incidentes s¨¢dicos, horror y ansias de fuga. Hablamos de El castigo (y de la Navidad, pero no insistir¨¦: ya s¨¦ que hay gente que la disfruta), una miniserie, o m¨¢s bien un largometraje partido en dos, que firma el cineasta Daniel Calparsoro en su primera incursi¨®n televisiva.
El primer episodio, el lunes, alcanz¨® una alt¨ªsima audiencia. Los adolescentes problem¨¢ticos de Calparsoro superaron a los adolescentes problem¨¢ticos de F¨ªsica o qu¨ªmica y a los cad¨¢veres problem¨¢ticos de CSI, lo que constituye una gesta notable. Quiz¨¢ la audiencia juvenil se identific¨® con los muchachos protagonistas de El castigo y los padres, quiz¨¢, se identificaron con los adultos que torturan a los muchachos. Es s¨®lo una hip¨®tesis.
Calparsoro se bas¨® en un caso real ocurrido hace un par de a?os en Sant Lloren? de la Muga, un pueblo ampurdan¨¦s. En una granja de la zona, tres personas "reeducaban" con m¨¦todos dur¨ªsimos, y con pleno conocimiento de los padres, a reto?os de buenas familias suizas. El asunto despert¨® un cierto revuelo tras la detenci¨®n de los encargados de la granja de trabajo, pero los tres fueron puestos en libertad con cargos. Dos de los acusados siguen viviendo en la granja (que percib¨ªa subvenciones p¨²blicas desde Suiza) y esperan juicio. Seg¨²n el alcalde, los chicos internados iban con frecuencia al pueblo. No parece que la cosa fuera tan tremenda como la pinta Calparsoro, al que le ha salido un relato t¨¦trico, hosco y reiterativo. Ni los chicos, ni sus padres, ni los torturadores suscitan la menor empat¨ªa en el espectador. Insisto: debe tratarse de identificaci¨®n directa. Dulce Navidad.
Conviene insistir en que Sant Lloren? de la Muga es un lugar encantador, en el que ahora mismo no se tortura a nadie. Me limito a aportar una prueba decisiva: debido, supongo, a la orograf¨ªa pirenaica, en los televisores del pueblo no se capta Antena 3.
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