Seguro azar
El consejo social de la Universidad de M¨¢laga ha concedido su VI Premio de Investigaci¨®n a Julio Neira por el libro Manuel Altolaguirre. Impresor y editor (Residencia de Estudiantes, 2008). Se trata de una obra de alt¨ªsima calidad profesional, con documentos in¨¦ditos de valor, interpretaciones objetivas y resultados que son el fruto de muchos a?os de trabajo dedicados al estudio de la poes¨ªa espa?ola contempor¨¢nea. La obra de Julio Neira sirve para iluminar la figura de Altolaguirre y completar las diversas reivindicaciones del escritor malague?o que se acentuaron con motivo del centenario de su nacimiento en el a?o 2005. Algunos poetas de la generaci¨®n del 27, como Pedro Salinas, Jorge Guill¨¦n, D¨¢maso Alonso o Gerardo Diego, propiciaron la imagen del poeta profesor. Era l¨®gico que sucediera as¨ª en un tiempo literario que se caracteriz¨® por el di¨¢logo entre la vanguardia y la tradici¨®n. Los mismos autores que llenaban sus versos de met¨¢foras radicales demostraron una y otra vez su respeto por la historia, su gusto por los cancioneros medievales o por Luis de G¨®ngora. Tambi¨¦n es l¨®gico hablar de un poeta impresor, porque la apuesta decidida por la belleza invita a vivir entre libros, con sue?os manchados de letras, tintas, dibujos y cubiertas bien configuradas. Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Manuel Altolaguirre son dos ejemplos de valor indiscutible.
Al leer el libro de Julio Neira se tiene la sensaci¨®n de que el estudio de cualquier figura humana se extiende como una enredadera por la historia, pasa de un domicilio a otro, de una ciudad a otra, hasta sugerir una iluminaci¨®n colectiva. Las revistas y las colecciones editadas por Manuel Altolaguirre nos obligan a vivir por dentro la generaci¨®n del 27, el tejido de la literatura haci¨¦ndose y deshaci¨¦ndose, los proyectos que no llegaron a realizarse, los aciertos definitivos, las pol¨¦micas. El hilo de una vida nos contagia tambi¨¦n la sensaci¨®n de que el destino es siempre una desorientaci¨®n con rumbo, la incertidumbre de una br¨²jula atinada, o un seguro azar, seg¨²n titul¨® Pedro Salinas con mano certera y parad¨®jica uno de sus libros.
Quiz¨¢ nunca se hubiese publicado la revista Litoral si Emilio Prados no sufre en Madrid la experiencia de soledad que le oblig¨® a volver a M¨¢laga. Pero tambi¨¦n es verdad que la semilla del azar s¨®lo da frutos cuando cae en tierra de cultivo. La joven poes¨ªa espa?ola necesitaba en 1926 una revista que definiese su mundo y recogiese sus vientos, del mismo modo que Espa?a necesitaba una Rep¨²blica. Quiz¨¢ el paso de Concha M¨¦ndez y Manuel Altolaguirre por La Habana se hubiese reducido a una breve estancia si su hija Paloma no llega a caer enferma de sarampi¨®n. Pero la riqu¨ªsima labor editorial que desarroll¨® el poeta en Cuba durante 4 a?os no se hubiese producido sin la voluntad rotunda de los exiliados espa?oles que quisieron, al mismo tiempo, defender a sus cl¨¢sicos, mantener por el mundo el patrimonio libre de sus antepasados, y dignificar v¨ªas de di¨¢logo con Am¨¦rica, buscar complicidades con los nuevos aires que respiraban. La vida se convirti¨® para Altolaguirre en un ciervo herido, como recuerdo de San Juan de la Cruz y como saludo a Jos¨¦ Mart¨ª.
Las voces personales se sostienen en el tejido de la historia, formando la casualidad certera de un seguro azar. A la hora de comprender los grandes acontecimientos, resulta igual de temerario negar la suerte, la an¨¦cdota individual, que olvidar la historia, la tierra de cultivo donde germinan las semillas. Pueden surgir erratas, s¨ªlabas traicioneras, versos mal compuestos, pero lo que importa es la creaci¨®n de un sentido, el rumbo n¨ªtido del seguro azar. No faltaron erratas en las ediciones de Altolaguirre, pero al leer el estudio de Julio Neira comprendemos que siempre estuvo all¨ª, en el lugar decisivo que configuraba nuestra cultura.
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