?Han visto a Mir¨®?
El pr¨®ximo d¨ªa de Navidad van a cumplirse 25 a?os de la muerte del gran pintor barcelon¨¦s Joan Mir¨®; como dir¨ªa mi difunta abuela: "Parece que fue ayer". Un cuarto de siglo sin el artista m¨¢s universal de la ciudad -con permiso de Joan Brossa-, cuya personalidad influy¨® de tal forma en Barcelona que sus obras se han convertido ya en se?as de identidad visual. Mir¨® es capaz de dar la bienvenida al forastero desde su mural en el aeropuerto; colarse bajo los pies de todos los que cruzan el pavimento de cer¨¢mica que realiz¨® en el centro mismo de La Rambla; llenar de sentido la monta?a de Montju?c con la fundaci¨®n que lleva su nombre, y crear una eterna pol¨¦mica -tan barcelonesa- con Ocell i dona, la escultura que hizo para el parque del Escorxador, hoy rebautizado con su nombre.
En Navidad se cumplir¨¢n 25 a?os de la muerte del pintor, que hasta da nombre a un combinado
Pero la ciudad no s¨®lo le debe sus obras, sino tambi¨¦n su biograf¨ªa; el rastro de lugares que dej¨® durante los a?os que vivi¨® aqu¨ª. Si alguien quiere entender sus lienzos tiene que visitarnos. Descubrir los grises sucios de nuestras fachadas, los azules intensos de nuestros cielos y los negros pur¨ªsimos de los portales. Todo visto por un aspirante a contable -un dandy en el vestir, amante del boxeo- que, como en la f¨¢bula local del Senyor Esteve, dej¨® los libros de cuentas por los pinceles.
Joan Mir¨® iba para hombre serio. Premonitoriamente, naci¨® en el primer piso del n¨²mero 4 del pasaje del Cr¨¨dit; un pasaje umbr¨ªo -de aire extra?amente burgu¨¦s en medio de Ciutat Vella-, junto a la plaza de Sant Jaume. Muy cerca de la relojer¨ªa paterna -en la porter¨ªa del 34 de la calle de Ferran-; y del colegio donde aprendi¨® las primeras letras, situado en el palacio barroco de los Vilana-Perlas, en la calle de Regomir. De all¨ª pas¨® a estudiar comercio y se puso de contable en la droguer¨ªa Dalmau i Oliveres, en lo que ahora es el 14 del paseo dedicado a su colega Picasso. Hasta entrar en el C¨ªrculo Art¨ªstico de Sant Lluc -hoy todav¨ªa en la calle del Pi-; y en la academia del iconoclasta Francesc Gal¨ª, en el n¨²mero 4 de la calle de Cucurulla.
El joven pintor tuvo taller en la desaparecida calle del Arc de Junqueres -bajo la actual Via Laietana-, y en el n¨²mero 51 de Sant Pere m¨¦s Baix. Su primera exposici¨®n se organiz¨® en el n¨²mero 18 de la Portaferrissa, donde estaba la galer¨ªa Dalmau. Despu¨¦s, el surrealismo en Par¨ªs, la Guerra Civil, una primera residencia en Mallorca y -en 1942- la vuelta a Barcelona, de nuevo al pasaje del Cr¨¨dit. En la primera planta viv¨ªan sus padres; en el segundo piso, ¨¦l y su mujer Pilar, y en el tercero ten¨ªa su taller. Este domicilio lo comparti¨® con un apartamento en Sarri¨¤, en el 9 de la calle de Folgueroles.
En aquella ¨¦poca frecuentaba el estudio de Lloren? Artigas, en la calle de Jules Verne del Putxet. O se le ve¨ªa en las mesas del Orotava, el famoso restaurante de la calle de Consell de Cent que cerr¨® hace unos a?os. Despu¨¦s, tras el definitivo traslado a Palma de Mallorca, su residencia en la ciudad ser¨ªa el hotel Col¨®n, frente a la catedral, donde se aloj¨® regularmente en su peregrinaci¨®n anual al MNAC para estudiar el rom¨¢nico catal¨¢n.
Mir¨® falleci¨® en 1983 y est¨¢ enterrado en el cementerio de Montju?c. Desde entonces le han puesto una calle en la Villa Ol¨ªmpica, una escultura en el Ayuntamiento, una cer¨¢mica en un parque de Sant Andreu y hasta le han dado su nombre a un combinado, tan cosmopolita como ¨¦l mismo. La receta can¨®nica -un poco afrancesada- lleva una parte de Dubbonnet, otra de Grand Marnier y otra de whisky escoc¨¦s, enfriado en coctelera con hielo, servido en vaso de c¨®ctel y adornado con una cereza roja. Total, es Navidad.
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