Recuerdos del asesino del arte
Llu¨ªs Juncosa, m¨¦dico y albacea del creador catal¨¢n, rememora su vida en an¨¦cdotas
Joan Mir¨® dej¨® de respirar en las primeras horas de la tarde del d¨ªa de Navidad de 1983, en Palma de Mallorca, har¨¢ ma?ana 25 a?os. Ten¨ªa 90 a?os, los mismos que ahora tiene el m¨¦dico que firm¨® su certificado de defunci¨®n. Llu¨ªs Juncosa era, adem¨¢s, su cu?ado y hab¨ªa vivido muy de cerca sus ¨²ltimos a?os hasta el punto de que fue tambi¨¦n su albacea testamentario. Desde su piso de Palma, con vistas a la bah¨ªa y a un peque?o y hermoso mir¨® pintado sobre el trapo con el que limpiaba los pinceles, recuerda aquellos ¨²ltimos tiempos en los que el artista, enfermo, estaba postrado en la cama. "Unos d¨ªas antes de morir, como no pod¨ªa hablar, pidi¨® un papel y con letra temblorosa escribi¨®: 'Pilar, t'estimo'. Yo lo vi. Siempre estuvo enamorado de mi hermana... Eso ya lo he dicho, ?verdad?".
"Joan era muy met¨®dico. Muy trabajador. No improvisaba nada"
"En el fondo siempre fue un burgu¨¦s catal¨¢n", dice su doctor y cu?ado
Juncosa ha decidido ahora desgranar sus vivencias por si contribuyen a ampliar el conocimiento de un artista que aprendi¨® desde ni?o a respetar y de mayor a admirar, aunque sus recuerdos a veces confunden fechas, o historias contadas con otras vividas. Ten¨ªa 10 a?os cuando conoci¨® a Mir¨®, que entonces era un solter¨®n de 35 a?os que hab¨ªa pintado ya algunas de sus obras m¨¢s conocidas (como La mas¨ªa, Tierra labrada o Carnaval de Arlequ¨ªn) y hac¨ªa s¨®lo un a?o que hab¨ªa lanzado su famosa frase: "Quiero asesinar la pintura". Es la ¨¦poca de Mir¨®, en fin, a la que el Moma de Nueva York dedica ahora, hasta el 12 de enero, la exposici¨®n de sus "pinturas y anti-pinturas", un momento fundamental no s¨®lo en la obra del pintor sino en toda una manera de entender el arte moderno.
"Joan empez¨® a venir a Mallorca en 1928 porque su madre, que era familia nuestra, le mand¨® porque hab¨ªa tenido una crisis sentimental con una chica de Barcelona que tambi¨¦n se llamaba Pilar y que era muy dominanta", explica. "Rompi¨® cuando ¨¦l le dijo que al casarse tendr¨ªan que vivir con su madre y ella se neg¨®. Estaba loco por su madre, y con su padre estaba de punta... Deprimido, se fue a Holanda [origen de sus interiores holandeses] y su madre, que se carteaba con la m¨ªa, le prepar¨® el viaje porque quer¨ªa para su hijo una mujer como mi Pilar, no como la otra. Se gustaron y a los tres meses se casaron".
Al¨¦rgico al "cretinismo" de los intelectuales, Joan Mir¨® (Barcelona, 1893) cont¨® a su amigo Sebasti¨¤ Gasch que su futura mujer era "la mujer m¨¢s hermosa y m¨¢s dulce del mundo y sin m¨¢cula de intelectualidad". "Mi hermana hab¨ªa estudiado en las monjas y era una mujer t¨ªpica de la burgues¨ªa mallorquina. Sali¨® escamado de la relaci¨®n con la otra, que era marisabidilla, y pas¨® de un extremo al otro", explica Juncosa.
Algunos bi¨®grafos le atribuyen aventuras con alguna bailarina, pero, por lo que se sabe, Mir¨®, al contrario que su amigo Picasso, fue un hombre en general fiel y tradicional. De hecho, en Par¨ªs ya era famoso por su elegancia de dandy -se hac¨ªa los trajes a medida, casi siempre en la misma sastrer¨ªa de Reus-, su meticulosidad y su aspecto convencional. "En el fondo siempre fue un burgu¨¦s catal¨¢n al que le gustaba comer bien y beber buen vino", recuerda Juncosa. En cierta manera, los bi¨®grafos coinciden en que en Mir¨® hab¨ªa dos personas. Una era el creador radical y visionario capaz de lanzar el arte y la pintura varias d¨¦cadas por delante de su ¨¦poca. La otra era el hombre tradicional que no sab¨ªa nada de los quehaceres de la vida cotidiana. Para esto estaba su mujer.
Tras la boda, la pareja volvi¨® a Par¨ªs, pero a ra¨ªz de la ocupaci¨®n nazi de Francia regresaron a Espa?a. "Viv¨ª con ellos en Barcelona tres a?os, entre 1942 y 1945, mientras estudiaba. Ten¨ªa un horario estricto. Se levantaba a las seis y sub¨ªa al taller. Bajaba a las ocho para desayunar y ducharse y volvia a subir hasta las dos. Com¨ªa, descansaba un poco y a las cuatro volv¨ªa a subir hasta las ocho. Era muy met¨®dico. Muy trabajador. No improvisaba nada. Necesitaba mucha concentraci¨®n y pensar, todo el d¨ªa estaba cavilando".
Hacia 1956, mientras su obra era conocida y respetada desde Tokio a Nueva York, los Mir¨® deciden instalarse en Palma. "En Barcelona ya era muy conocido y los periodistas no le dejaban en paz", asegura Juncosa. El artista, afirma, empezaba a tenir problemas de salud y buscaba un cierto an¨®nimato, la soledad de su estudio y evitar en lo que pod¨ªa tanto las reuniones familiares como las sociales. "S¨®lo estaba para sus amigos m¨¢s directos, los dem¨¢s le molestaban". Pero en el taller de Son Abrines, que le construy¨® Josep Llu¨ªs Sert, segu¨ªa con el mismo esp¨ªritu combativo de siempre. "Hasta el ¨²ltimo momento quiso trabajar, viv¨ªa para su arte".
Mir¨® nombr¨® a Juncosa albacea de sus bienes y a su muerte se encarg¨® del reparto de los bienes -tres partes: una para la mujer, otra para la hija y la otra para los nietos-, del pago de los impuestos de sucesi¨®n ("Vino Javier Solana con un Phantom y dos especialistas que valoraron todas las obras de manera, creo, justa") y de poner en marcha la Fundaci¨®n Pilar i Joan Mir¨® de Palma, que el pintor hab¨ªa querido crear en sus ¨²ltimos a?os. Recuerda que fueron tiempos tumultuosos en los que tuvo con bregar con galeristas y supuestos amigos que buscaban sacar tajada. "A los galeristas se los regalo todos. En mi opini¨®n son unos ladrones, los de Par¨ªs al menos...", afirma mientras desgrana an¨¦cdotas de marchantes que, estando ya enfermo, le hac¨ªan firmar grabados en la cama o le dec¨ªan que se llevaban 21 dibujos cuando hab¨ªan cogido 23.
"?l era generoso y nada pesetero, por eso pag¨® la construcci¨®n de la fundaci¨®n de Barcelona y don¨® mucha obra, y por eso quiso que sus estudios de Palma fueran el germen de una fundaci¨®n nada muse¨ªstica, que atendiera a la cultura viva". Aquella ilusi¨®n del artista, dice, se ha cumplido a medias. "No ha funcionado como la imaginaba por las rivalidades internas en la fundaci¨®n, los celos de la fundaci¨®n barcelonesa y la absoluta falta de implicaci¨®n familiar. Pero se ha hecho lo que se ha podido".
Un homenaje editorial y art¨ªstico
- Publicaciones. Lo m¨¢s significativo de los actos de celebraci¨®n del 25 aniversario de la muerte de Joan Mir¨®, un artista parco en palabras y entrevistas, ser¨¢ la publicaci¨®n el pr¨®ximo a?o de dos epistolarios importantes. El primero, la correspondencia con el arquitecto Josep Llu¨ªs Sert entre 1937 y 1980, saldr¨¢ en enero y lo edita la Fundaci¨® Pilar i Joan Mir¨® de Palma. El segundo, el epistolario con sus amigos catalanes, lo edita la Fundaci¨®n Mir¨® de Barcelona y se publicar¨¢ a lo largo de 2009.
- Exposiciones. Hasta el 15 de marzo, en la fundaci¨®n mallorquina se presenta la muestra Evocaci¨®n de la imagen femenina y en Es Baluard, tambi¨¦n de Palma, una exposici¨®n con sus carteles. En Barcelona, en junio, la fundaci¨®n, que tambi¨¦n remodelar¨¢ su colecci¨®n permanente, dedicar¨¢ una exposici¨®n a la complicidad e influencia entre el artista y el poeta franc¨¦s Jacques Dupin, uno de los principales expertos en su obra. El MOMA de Nueva York presenta hasta el 12 de enero Joan Mir¨®: painting and anti-painting 1927-1937.
M¨¢s informaci¨®n en http://miro.palmademallorca.es y en http://fundaciomiro-bcn.org
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