'Potlatch' cutre
Hace ya algunos a?os, por estas mismas fechas, realic¨¦ un peque?o experimento. Le pregunt¨¦ a cada uno de mis familiares cu¨¢nto pensaba gastarse en regalos para m¨ª y, una vez me lo revelaron, les confes¨¦ que yo preve¨ªa invertir, peseta m¨¢s, peseta menos, la misma cantidad en los suyos. De manera, a?ad¨ª, que lo mejor ser¨¢ que cada cual se compre lo que desee para s¨ª mismo y lo interprete como el regalo de cada uno de los otros: de ese modo evitaremos no acertar con el nuestro, ganar tiempo (no tendremos por qu¨¦ adquirirlos en la vor¨¢gine navide?a) y ahorrar dinero (aprovechando las rebajas). Ni que decir tiene que la familia mont¨® en c¨®lera.
Como se sabe -al menos desde que Marcel Mauss codificara el t¨¦rmino y lo cediera al l¨¦xico de las ciencias humanas-, el potlatch era una ceremonia llevada a cabo en algunas tribus de la Columbia Brit¨¢nica -la m¨¢s citada es la de los kwakwaka'wakw- que ten¨ªa lugar con motivo de celebraciones, ritos de paso, tratados de paz, etc¨¦tera. Los potlatches, prolijamente descritos por la antrop¨®loga Ruth Benedict, consist¨ªan b¨¢sicamente en un espectacular intercambio de regalos que prestigiaban a quienes los ofrec¨ªan. En ellos se practicaba una especie de "altruismo competitivo" que redundaba en el (mayor) cr¨¦dito del donante, pero tambi¨¦n serv¨ªan para humillar al destinatario, para crear (o reforzar) alianzas, redistribuir riquezas o, simplemente, pavonearse ante el resto de la tribu. Los regalos pod¨ªan ser materiales (grano, mantas, m¨¢scaras) o espirituales (danzas, cantos, "cultura"). Y, a veces, aunque no siempre, la ceremonia finalizaba con la destrucci¨®n ritual de los dones. A los misioneros occidentales del XIX los potlatches -esa forma primitiva de "tirar la casa por la ventana" o si, se prefiere, de "consumo conspicuo" en el sentido que dar¨ªa Veblen a la expresi¨®n-, les resultaba sospechosa por despilfarradora y pagana, y consiguieron que se prohibieran.
La org¨ªa de consumo -en la que no est¨¢n ausentes los elementos primitivos- se inicia con una ceremonia de papel, la loter¨ªa
La larga quincena navide?a es, al menos desde que los avispados comerciantes victorianos inventaran el moderno concepto de la Navidad, la ocasi¨®n de nuestro potlatch m¨¢s globalizado. La org¨ªa de consumo, en la que tampoco est¨¢n ausentes los elementos primitivos -incluyendo la fanfarroner¨ªa megal¨®mana- encuentra su mejor ocasi¨®n en esa obligaci¨®n (y placer, no crean que me olvido) social del regalo que, entre nosotros, se inicia, curiosamente, con un potlatch de papel: la loter¨ªa. Como si, previamente, intent¨¢ramos recabar m¨¢gicamente los fondos para financiar lo que viene despu¨¦s.
Pero este a?o el gasto colectivo se anuncia m¨¢s mermado. La crisis nos obliga a ser m¨¢s taca?os, y en muchos festines ceremoniales el jam¨®n de recebo sustituir¨¢ al de bellota, por poner un ejemplo. En cuanto a los regalos, Pap¨¢ Noel y los tres Magos sufrir¨¢n la dura competencia de esos advenedizos "amigos invisibles" que, como Cupido, llevan los ojos vendados y s¨®lo prometen un ¨²nico don a cada uno. El altruismo competitivo se dejar¨¢ a un lado, y algo del esp¨ªritu gurrumino y cutre de los m¨¢s c¨¦lebres avaros -recuerdo ahora a Eucli¨®n, Harpag¨®n, Shylock, F¨¦lix Grandet, Scrooge y T¨ªo Gilito- emponzo?ar¨¢ seguramente nuestra "decisi¨®n de compra" de los regalos.
Conviene no olvidar, sin embargo, que nuestro humilde potlatch se ver¨¢ este a?o afectado por otro del que la mayor¨ªa no hemos sido responsables: los cr¨¦ditos e hipotecas basura de instituciones financieras y la infame gesti¨®n de ejecutivos enfermos de avaricia para cuya supervivencia (?y reproducci¨®n!) los Gobiernos democr¨¢ticos y liberales del sagrado mercado libre despilfarran nuestro dinero en fondos de ayuda (con cl¨¢usula obligatoria de regulaci¨®n de empleo, eso s¨ª), prosiguiendo ese secular potlatch del capitalismo en el que los que derrochan son siempre los mismos. Y que nos recuerda cada d¨ªa que ni la historia ha terminado, ni la lucha de clases es pura arqueolog¨ªa pol¨ªtica.
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