Preguntas habaneras
Narrativa. Gira sobre s¨ª misma la novelista y poeta Wendy Guerra (La Habana, 1970) como si fuera el centro de un carrusel que llevara una sola figura. En Todos se van (2006) hab¨ªa esbozado, a partir de ese giro, las l¨ªneas del origen: un padre ilustrado, violento, maltratador, entregado al desastre; una madre hippy, censurada por el r¨¦gimen, desesperada y la vez ingenua; una "ni?a mala" y un diario. Con ese contingente Guerra hizo el primer vaciado de su modelo de escritora, protagonista de cierta epopeya de l¨ªmites indiscernibles entre ficci¨®n y biograf¨ªa en la que se han convertido abundantes novelas contempor¨¢neas. El vaciado es similar, en ¨¦nfasis vitalista, al de otros narradores actuales, que han concentrado en la proyecci¨®n del yo el recurso literario para escapar a la anomia postmoderna.
Nunca fui primera dama
Wendy Guerra
Bruguera. Barcelona, 2008
290 p¨¢ginas. 18 euros
El pacto del lector con esta ficci¨®n inestable consiste en la aceptaci¨®n inmediata de una familiaridad emp¨¢tica entre autor y personaje, m¨¢s all¨¢ de la peripecia (o su ausencia). En muchas novelas la escritora o el escritor notoriamente escriben en medio del movimiento perpetuo, de ciudad en ciudad, de postal en postal, de aeropuerto en aeropuerto. El relato consiste en los pormenores de esa actividad, m¨¢s que en el resultado del movimiento. Notorios narradores trabajan hoy de ese modo claramente rom¨¢ntico, que celebra la tensi¨®n hacia el objeto m¨¢s que el objeto. Habituada adem¨¢s a la extrema visibilidad de la red, la televisi¨®n, la fotograf¨ªa, la pl¨¢stica, los v¨ªdeos y las entrevistas, Guerra transita esas v¨ªas con gran naturalidad.
No vacila por ello en recurrir a la exposici¨®n incansable en Nunca fui primera dama, su segunda novela. A pesar de su variedad de recursos -evocaciones, di¨¢logos, poemas, canciones, apuntes de diarios o encuentros intencionadamente melodram¨¢ticos- esta vez el desarrollo en torno del yo que se expone tiene m¨¢s de cr¨®nica que de relato de aprendizaje.
La figura central es Nadia Guerra, ente itinerante, nexo entre continentes, ciudades y edades. Ante amigos, amantes, testigos, aliados, Par¨ªs, Miami, en el sur de Francia o Rusia, se interrogar¨¢ por dos ancestros femeninos, modelos cubanos fracasados y a la vez ideales. La novela es la historia de esa pregunta que sit¨²a a la narradora respecto de sus mayores, ambas personajes reales de la vida pol¨ªtica y cultural cubana de los ¨²ltimos cincuenta a?os. La primera es Celia S¨¢nchez (1920-1980), la revolucionaria santa, la que tuvo "potestad para hacer" ante Fidel "lo que a nadie m¨¢s se le hubiera permitido". La imagen contiene, colectiva y pol¨ªticamente, el aura m¨ªstica y entregada de la Cuba ut¨®pica y fallida: "Celia conoce personalmente a Fidel en febrero de 1957, es decir, casi cuatro a?os despu¨¦s del asalto al cuartel Moncada, ?Que a partir de este encuentro su dedicaci¨®n a Fidel aumentar¨¢ hasta lo inconcebible?" No fue la ¨²nica, dice la narradora, para agregar: "Y por estas razones, ya habiendo triunfado la Revoluci¨®n, Celia se convierte en la figura femenina con m¨¢s alta jerarqu¨ªa moral y pol¨ªtica del pa¨ªs, sin que nadie cuestionara esa posici¨®n, s¨®lo superada por Fidel y Ra¨²l Castro. Y as¨ª fue hasta su muerte". A pesar de que el relato parezca preguntarse por el sentido de esta entrega, de este derroche, Celia S¨¢nchez permanece impenetrable, tal vez in¨²til, como si en el fondo no fuese posible volverla interesante. En cambio, como ya suced¨ªa con la madre en Todos se van, Albis Torres (madre de Wendy Guerra), artista, poeta, animadora cultural en la sociedad literaria de varias generaciones cubanas, contiene todos los atributos del personaje seductor: pat¨¦tico y derrotado a la vez que enigm¨¢tico y resistente. Su retrato combina m¨²ltiples procedimientos. Los casi period¨ªsticos de la biograf¨ªa, que se escribe con giros convencionales: "Fue una brillante corredora de fondo, aglutin¨® a un grupo de artistas que hoy forman parte de la intelectualidad cubana activa dentro y fuera de Cuba". Despu¨¦s existe la evocaci¨®n ¨ªntima, por ejemplo, en la an¨¦cdota de los libros "forrados" para prevenir la delaci¨®n: "Cuando conoc¨ª a Eliseo Diego" (el c¨¦lebre poeta cubano) "yo ten¨ªa ocho a?os y le pregunt¨¦ a mi madre: ?mami, ¨¦l escribe libros forrados?". Por ¨²ltimo, Albis Torres, en su decadencia final, suscita la compasiva atenci¨®n de la hija y la novela se prodiga en una sentimentalidad directa: "Cada d¨ªa duermo a mi madre como a una ni?a. Le canto en la cama, leo algo que le guste para que no se le olvide mi voz. S¨¦ que todo est¨¢ perdido, vino a morir aqu¨ª, piensa que soy su hermana".
?Para qu¨¦ reconstruir el itinerario de los dos fracasos? Aqu¨ª el objetivo parece m¨¢s bien reforzar el car¨¢cter casi ic¨®nico del personaje de la escritora que mostrar el complicado derrotero de sus antecesoras. Casi podr¨ªa pensarse que esta novela utiliza de ese modo la interrogaci¨®n compulsiva -com¨²n a mucha literatura de la isla al menos desde los a?os ochenta del siglo XX- acerca de la responsabilidad de las distintas generaciones en la Cuba revolucionaria. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ del exceso autobiogr¨¢fico, Nunca fui primera dama hace patente la fascinaci¨®n por esa identidad marcad¨ªsima en que consiste su historia y la incomodidad ante una herencia tan pesada como insoslayable. -
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