Consolas s¨ª, para ni?os acompa?ados
Los pedagogos apuestan por integrar el videojuego en la vida de los menores - Los padres deben vigilarles y, siempre que puedan, compartirlo con ellos
Las consolas, tanto de mesa como port¨¢tiles, se perfilan como el regalo favorito de las Navidades. Muchos padres se preguntan si son adecuadas para sus hijos. Temen problemas de adicci¨®n o falta de inter¨¦s por los estudios. Y las claves para lidiar con la cuesti¨®n no son tan dif¨ªciles: no debe negarse la existencia de algo q.ue les rodea, sino integrarlo en sus vidas.
"Si los padres ven los video-juegos con normalidad y ponen l¨ªmites como en otras actividades, el ni?o jugar¨¢ y disfrutar¨¢ adecuadamente", explica la psic¨®loga cl¨ªnica Yolanda Redondo, del Centro Mirasierra de Madrid. Si no, contin¨²a, "corren el riesgo de dotarlos del atractivo de lo prohibido, y eso dar¨¢ al videojuego un poder que por s¨ª s¨®lo no tiene".
"La mayor¨ªa de los peque?os preferir¨ªa estar con su familia o amigos"
La clave, seg¨²n los expertos, est¨¢ en que los padres se esfuercen en conocer los juegos que emplean sus hijos e intenten compartirlos con ellos. Para el pedagogo Marc Giner, precisamente por eso, la primera apuesta de compra de los padres debe ser la consola de mesa -PlayStation, XBox o Wii-. "Es como la televisi¨®n. No dejar¨ªamos ver a solas a nuestros hijos ciertas cosas, as¨ª que tampoco tiene sentido que se lo permitamos con los juegos".
La edad recomendada para iniciarse est¨¢ en los seis a?os. Y lo aconsejable es hacerlo en periodos controlados -m¨¢ximo de una hora- y con juegos que permitan al chaval sacar partido de sus ventajas: desarrollar el razonamiento, interiorizar la existencia de reglas o favorecer la concentraci¨®n y la coordinaci¨®n vasomotora.
Por supuesto, existen peligros. Y una posible adicci¨®n, seg¨²n Giner, no es el m¨¢s grave. "Un chaval que pasa tres horas al d¨ªa con la consola tiene un problema mayor: sus padres que no le hacen ni caso, y surgir¨¢n problemas por ese o por cualquier otro lado".
Redondo apunta a que la querencia por los juegos violentos pueden ser un s¨ªntoma. "Puede darse el caso de un ni?o muy t¨ªmido que encuentre en un vi-deojuego agresivo la manera particular de expresar rabia o dominio sobre los dem¨¢s. Los padres deben estar atentos y permitir que el ni?o exprese esos sentimientos de forma m¨¢s adaptativa". Tambi¨¦n est¨¢ el peligro de convertir el videojuego en premio en caso de que se cumplan las obligaciones, o que el chaval termine por confundir ciertas normas y ritmos del mismo con los de su propia vida.
Evidentemente, el entorno en el que se mueven los chicos hace que sea dif¨ªcil dar la espalda a esa realidad. Pero tampoco est¨¢n tan obsesionados por ellos: "La mayor¨ªa de los ni?os, cuando son preguntados, responden que preferir¨ªan estar con su familia o jugar con los amigos a los videojuegos o la tele. Lo que sucede es que muchos padres no pueden acompa?arles", afirma Redondo.
La industria, consciente de la preocupaci¨®n de muchos padres, pone a su alcance ciertas herramientas. La m¨¢s conocida es la clasificaci¨®n PEGI presente en las car¨¢tulas, que incluye no s¨®lo informaci¨®n por edades -para mayores de 3, 7, 12, 16 y 18- sino tambi¨¦n s¨ªmbolos con los contenidos inadecuados de cada t¨ªtulo.
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