El a?o que dej¨¦ de creer en Woody Allen
Hace tiempo que tengo dudas con los reyes, incluso con los magos, pero nunca hab¨ªa dejado de creer en Woody Allen. Siempre me hab¨ªa gustado ese rabino en topless, ese jud¨ªo sin casquete, con su leal oposici¨®n a Dios que confunde el para¨ªso con Radio City Music Hall. Me gustaban sus pel¨ªculas desde Toma el dinero y corre hasta que se empe?¨®, le empe?aron, le pagaron, y tom¨® el dinero para hacer esa postal sobre Barcelona con escala en Oviedo. Menos mal que dentro est¨¢n Javier Bardem, Pen¨¦lope Cruz y otras chicas del mont¨®n de hermosas que siempre han rodeado a este peque?o, tramposo, genial y descre¨ªdo. Un tipo sagaz, no preparado para conocer la nada eterna por no estar seguro de estar bien vestido para la ocasi¨®n. Brillante seductor, capaz de hacer cada a?o la pel¨ªcula que nos compensaba del aburrimiento, la pedanter¨ªa y nader¨ªa previsible de tantas noches de cine y humo. Excepciones, y Robert Mulligan aparte, Woody Allen era el seguro, la cuota, la isla inteligente que puntualmente nos permit¨ªa estar en Manhattan, y alrededores, como en casa. Nos cambi¨® el decorado. Tragamos Venecia, Londres y algunas oscuras calles de Europa. Hasta que lleg¨® a Barcelona y nos hizo bajar. Ahora vuelve por el principio, por lo de tomar el dinero y tocar. Y seguir corriendo. Nuestro artista dice adi¨®s al a?o espa?olizando, en sal¨®n p¨²blico y con orquesta de Nochevieja para amenizar despedidas. El genio tocar¨¢ el clarinete mientras los paganos comen las uvas, brindan por el final de la crisis y por los milagros de Obama.
Me gustaban sus pel¨ªculas hasta que se empe?¨® y tom¨® el dinero para hacer esa postal sobre Barcelona
No es la primera vez que Allen tiene miedo a la falta de dinero, las crisis y la falta de liquidez. Mi entregada fe en sus discursos cin¨¦filos me hizo creer que eran temores de buen hijo, deseo de cuidar al padre, de pagar por un buen sitio en la sinagoga y que no le hicieran sentarse lejos de Dios, en esos lugares de atr¨¢s. Esos bancos tan lejos del lugar donde suceden las cosas. Ahora debe correr a tomar el dinero por sus ex, sus hijos o por su esp¨ªritu no santo. Despedimos el a?o de la decepci¨®n con Woody Allen, sin conseguir que nos caiga mal.
El pu?etero a?o en que nos toc¨® la crisis, el mismo que no nos toc¨® la loter¨ªa, y en el que nos despedimos, sin querer, de Rafael Azcona. Adi¨®s al a?o en que nos volvi¨® a enga?ar el poeta ?ngel Gonz¨¢lez. El a?o en que dej¨® escrito que lo suyo no era nada grave. Y el amigo fingidor se muri¨® con una sonrisa. Hay a?os mejores, no estaban en ¨¦ste, aunque me resisto a despedirme sin una esperanza. Tendr¨¦ que volver a Woody Allen. Le perdono y le robo una cita optimista. "En suma, me gustar¨ªa tener alg¨²n tipo de mensaje positivo que dejarles. Pero no lo tengo. ?Aceptar¨ªan dos mensajes negativos?" Daremos otra oportunidad a Woody Allen. Sin clarinete. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.