El pa?o en el arca
Quiz¨¢ los m¨¢s viejos de la localidad recuerden la pintoresca sentencia que encabeza esta tribuna. La verdad es que el pa?o se pudre y deshace si no se le orea poniendo detr¨¢s el ventilador de la publicidad. Pretend¨ªan demostrar los ancestros que las cosas son buenas en s¨ª y las cualidades resplandecen con luz propia. Mantener tal cosa hoy es provocar a nuestros parientes para que nos pongan en la lista de espera del psiqui¨¢trico. No es preciso que algo sea intr¨ªnsecamente valioso, ni siquiera medianamente tolerable; se vende lo que se anuncia y, a veces, lo m¨¢s atractivo del producto es el reclamo que lo respalda.
Charl¨¢bamos de esto y otras cosas en el bar, intentando, con variados zumos, asimilar los excesos alcoh¨®licos de las v¨ªsperas navide?as, por modestos que fueran, que ya no estamos para tirar cohetes. El tema se desarrollaba, creo, cuando alguien pregunt¨® la opini¨®n de los presentes acerca de un libro reci¨¦n salido a la luz. No viene a cuento singularizar, pues, por contera, salvo quien hac¨ªa la pregunta nadie ten¨ªa noticia del autor, un joven provinciano que ya hab¨ªa editado otros t¨ªtulos igualmente in¨¦ditos, ignorancia asumible pues a¨²n no han resonado para ¨¦l los tambores de la propaganda, el bombo y el incienso disperso por los servicios de difusi¨®n editoriales.
Todos sabemos que la fabricaci¨®n y venta de juguetes est¨¢ ligada a las apariciones televisivas
Esos figurones llenan los coliseos, las salas de conferencias donde reina victorioso el feminismo
Si alguien descubre un remedio contra el c¨¢ncer, el sida o la ca¨ªda del cabello, ser¨¢ desconocido hasta que se pongan en marcha las rese?as singularizadas en radios y peri¨®dicos, presentaciones y ruedas de prensa.
Todos sabemos que la fabricaci¨®n y venta de juguetes est¨¢ ligada a las apariciones televisivas, con previos contratos que obliguen a fabricantes y distribuidores. Cualquier mu?eco o juego ya puede ser imaginativo, beneficioso y entretenido que ser¨¢ aceptado en tiendas y supermercados si consta su anuncio en horas de m¨¢xima audiencia y hay un contrato que lo garantice.
Personalmente creo que es una degradaci¨®n de las condiciones creativas y estimulantes de nuestros hijos y descendientes, pero todos, sin excepci¨®n, pasamos por el aro si aquel objeto se ha convertido en el deseo imperioso de los m¨¢s peque?os y salta a la vista en la peque?a pantalla y en las vallas y carteles de publicidad exterior.
Muy parecido -o lo mismo- es v¨¢lido en el declinante mundo de la literatura que nos ocupaba. Hay unos cuantos autores, pocos, que acaparan las p¨¢ginas de los diarios, cuyo rostro encontramos junto al de S¨¢nchez Drag¨® o en las entrevistas ma?aneras de los gerifaltes de la comunicaci¨®n. Esos figurones llenan los coliseos, las amplias salas de conferencias donde reina victorioso el feminismo y re¨²ne a docenas, centenares de se?oras de cierta edad, pelo azulado y ninguna tarea dom¨¦stica que realizar por la tarde. La verdadera revoluci¨®n femenina se consagra en esos parlamentos gratuitos; son desertoras de las novelas radiof¨®nicas, desde el confortable sill¨®n hogare?o, con el gato ronroneando a los pies. Excelente p¨²blico, generoso y ben¨¦volo que, adem¨¢s, suele comprar lo que el autor o la autora vende detr¨¢s de la tribuna.
Uno de los contertulios aventur¨® la teor¨ªa: "Imagino que se empieza a conocer a un escritor a trav¨¦s de algunos art¨ªculos de peri¨®dico, especialmente los madrile?os, que suelen ser material de calidad. De ah¨ª pasa a formar parte de un grupo que puede tener origen pol¨ªtico preferentemente, o de cualquier tipo de afinidades. El primer libro suele ser bueno o aceptable, aunque el principio de la consagraci¨®n transcurre por el g¨®lgota de sucesivos intentos, pero, franqueados los paso iniciales, si tiene buenas y notorias cr¨ªticas, menciones en la prensa y entrevistas radiotelevisadas, el autor se ver¨¢ solicitado para colaborar en espacios m¨¢s amplios y mejor pagados. Es el momento en que, tras mucho intrigar y pretender, recibe un suculento premio. De ah¨ª al Nobel, diez pasos, seis para el Pr¨ªncipe de Asturias y as¨ª sucesivamente. Las siguientes creaciones se vender¨¢n por inercia y en las librer¨ªas y grandes espacios ocupar¨¢n holgados espacios, estanter¨ªas y hasta escaparates. Ya no hace falta leerlo".
"A veces", concluy¨®, "creo que la novela o el ensayo es el mismo. No ser¨¢ preciso siquiera desempaquetarlo". Ah¨ª creo que exageraba, aunque quiz¨¢s fuese el momento de vender el pa?o y el arca, por el mismo precio.
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