Por un renovado pacto social
No se trata solamente de si vuelven Keynes y Roosevelt. Hay m¨¢s. Pero no es que se est¨¦ hundiendo el mundo, sino que est¨¢ ocurriendo algo a la vez m¨¢s profundo y m¨¢s sencillo: se ha derrumbado el modelo neoconservador de los ¨²ltimos lustros. Y se ha ca¨ªdo como lo hacen los castillos de naipes. La absoluta desregulaci¨®n de los mercados mundiales ha supuesto el fin del sue?o del derechismo liberal y ha generado la crisis financiera, econ¨®mica y social m¨¢s virulenta de lo que va del nuevo siglo XXI. Un siglo, no lo olvidemos, que comenz¨® con el brutal atentado contra las Torres Gemelas del 11-S de 2001 y contin¨²a ahora con el derrumbe de todo lo que se consideraba estable y consolidado, que se ve arrastrado por una torva de incertidumbre y descr¨¦dito.
El 'neocon' abraz¨® el dogma de la deslegitimaci¨®n por sistema del Estado
El patriotismo necesario prima los intereses del Estado sobre el partidismo
Las sociedades occidentales redescubren lo que nunca debieron olvidar: la necesidad leg¨ªtima del Estado democr¨¢tico, del Estado constitucional, aquel que institucionaliza el pacto social de la modernidad y la sociedad del bienestar, los grandes logros de la ilustraci¨®n occidental, con su sistema de libertades p¨²blicas y su liberalismo humanista (que ese no solamente no ha muerto, sino que hoy debe estar m¨¢s vigente que nunca si deseamos retornar del abismo al puerto de la cordura y la sensatez colectivos). Cay¨® el muro de Berl¨ªn; tras ¨¦l, hace agua el marasmo econ¨®mico ajeno a la teor¨ªa de los modelos y a la l¨®gica racional de la prudencia colectiva; a saber: el Estado debe actuar e intervenir democr¨¢ticamente en la vida p¨²blica cuando es, primero, necesario, despu¨¦s, conveniente. Ha sido, justamente, la impugnaci¨®n de ese principio esencial de la democracia moderna el que se ha visto conculcado de forma brutal en los ¨²ltimos lustros por el derechismo liberal que, a su vez, ha sepultado la pr¨¢ctica del conservadurismo democr¨¢tico, que, junto con la socialdemocracia, ha contribuido de forma inequ¨ªvoca a la conformaci¨®n de la Europa moderna tras la Segunda Guerra Mundial. Nuestros partidos supuestamente conservadores abrazaron el dogma de que toda anarqu¨ªa desreguladora era mejor que la leg¨ªtima acci¨®n pol¨ªtica y efectiva de la funci¨®n social de las instituciones que son el Estado mismo. Grave error pol¨ªtico, social, hist¨®rico y moral.
Escrib¨ªa el mejor Raymond Aron: "No olvidemos que la democracia es, en el fondo, el ¨²nico r¨¦gimen que confiesa o, mejor a¨²n, proclama que la historia de los Estados est¨¢ y debe estar escrita en prosa y no en verso". Efectivamente. Recuperar ahora, en este momento de tribulaci¨®n colectiva, la prosa democr¨¢tica es asunto capital. Dicha prosa es en la que debe reescribirse el renovado pacto social que refunde la confianza colectiva en el Estado como institucionalizaci¨®n democr¨¢tica de los anhelos colectivos de una sociedad que ya no ve en ¨¦l un peligro, supuesto o real, sino la plasmaci¨®n p¨²blica de los ideales regulativos de la libertad pol¨ªtica, de la urdimbre social misma y de un futuro no hipotecado ni cautivo de la malandanza financiera, el derrumbe paulatino de la seguridad p¨²blica y el olvido del bienestar colectivo.
Y un elemento indispensable para reformular el pacto social resquebrajado es la participaci¨®n, cada vez m¨¢s activa, del conjunto de los elementos que componen el tejido plural y libre de nuestras sociedades democr¨¢ticas. Es la hora de la actuaci¨®n comprometida y fuerte de los gobiernos, de las autoridades financieras, de la legalidad internacional, de los organismos universales que, poco a poco, deben ser reforzados en sus funciones arbitrales y mediadoras de un nuevo orden mundial sustentado en la democracia, la salvaguarda del derecho internacional y la garant¨ªa del progreso social de todos.
Tambi¨¦n, naturalmente, es la hora de la vuelta a la pol¨ªtica con may¨²sculas. S¨ª, la pol¨ªtica: la acci¨®n racional de los ciudadanos de la polis en pro del bien com¨²n colectivo y del mantenimiento de nuestro progreso y libertad. S¨®lo desde el Estado y el Derecho se puede encauzar la crisis internacional que padecemos. S¨®lo desde el Estado y el Derecho cabe establecer una lucha directa y sin fisuras, tambi¨¦n sin atajos, contra el terrorismo internacional (ese verdadero c¨¢ncer de la sociedad universal) que hoy nos golpea a todos donde puede, y cada d¨ªa con mayor sa?a y violencia. Bien sea en Nueva York, en Madrid, en Bombay y un largo y penoso etc¨¦tera colectivo. Y es el momento de repensar a Weber, quien en su conferencia de M¨²nich de 1919, La pol¨ªtica como vocaci¨®n, escribiera: "Puede decirse que son tres las cualidades decisivamente importantes para el pol¨ªtico: pasi¨®n, sentido de la responsabilidad y mesura". Qu¨¦ lejos est¨¢n estas loables virtudes de nuestra vida p¨²blica espa?ola, tan empobrecida, tan encanallada, tan dada al insulto, a la insolencia, a la insolvencia y, en ocasiones, a la estulticia pol¨ªtica, intelectual y moral.
Hay que apostar claramente por dignificar de nuevo lo que nunca debi¨® perderse: la dignidad democr¨¢tica del Estado. El papel esencial del mismo en la vida p¨²blica, social y general de todos. Tanto m¨¢s cuando el Estado, como es el caso espa?ol, no es sino la plena institucionalizaci¨®n de un proyecto colectivo de vida en com¨²n, sustentado, como indica el pre¨¢mbulo de la Constituci¨®n del 78, en los ideales regulativos de la Ilustraci¨®n europea: la justicia, la libertad, la seguridad y la promoci¨®n del bien de cuantos ciudadanos libres e iguales integran, en el uso de su soberan¨ªa, el bien m¨¢s preciado de la naci¨®n espa?ola. Justamente, la Constituci¨®n establece como objetivo de la vida espa?ola toda lograr una sociedad democr¨¢tica avanzada que busca el fortalecimiento de relaciones universales pac¨ªficas entre todos los pueblos (y para ello es esencial el regreso a la hegemon¨ªa pol¨ªtica del Derecho Internacional como gu¨ªa de prudencia, sensatez y moderaci¨®n a la hora de afrontar los desaf¨ªos de nuestro tiempo).
Estos, a mi juicio, son los par¨¢metros sobre los que debemos revitalizar nuestro pacto social democr¨¢tico. Y no cejar en el empe?o, con honradez, determinaci¨®n y una profunda convicci¨®n democr¨¢tica, ilustrada, moral e hist¨®rica. Y ¨¦ste debe ser el renovado compromiso parlamentario de todas nuestras fuerzas pol¨ªticas en la hora presente en la que, con coraje c¨ªvico y lealtad democr¨¢tica, deben hacer prevalecer los intereses superiores del Estado al partidismo acr¨ªtico de un insensato presentismo historicista. S¨ª, claro, estoy hablando del patriotismo necesario.
De nuevo, Weber para terminar: "Hay que armarse desde ahora de esa fortaleza de ¨¢nimo que permite soportar la destrucci¨®n de todas las esperanzas, si no se quiere resultar incapaz de realizar incluso lo que hoy es posible".
Joaqu¨ªn Calomarde, ex diputado al Congreso, es catedr¨¢tico y escritor.
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