Manda 'christmas'
Lo reconozco. Soy un desastre a la hora de felicitar a la gente. A duras penas me acuerdo de los cumplea?os de los familiares m¨¢s cercanos. Por eso me emocionaba que unos grandes almacenes de la Gran V¨ªa tuviesen el detalle de no olvidar jam¨¢s el d¨ªa de mi nacimiento. No falt¨® quien arruin¨® mi ilusi¨®n infantil al explicarme que yo simplemente era una ficha m¨¢s en una gigantesca base de datos y que quien en realidad recordaba mi natalicio e imprim¨ªa la correspondiente tarjeta era alg¨²n ordenador.
Una sensaci¨®n similar me invade ahora ante el aluvi¨®n de felicitaciones navide?as que, v¨ªa e-mail o SMS, estoy recibiendo durante estos d¨ªas. Antes, como dir¨ªa Negroponte, la gente enviaba ¨¢tomos en lugar de bits y el n¨²mero de christmas que pod¨ªan llegarnos era muy limitado. Aparte de las postales institucionales (el Ayuntamiento de tu pueblo, el jefe de tu empresa, etc.), s¨®lo quien realmente ten¨ªa inter¨¦s en saludarte durante las fiestas se tomaba la molestia de comprar una tarjeta, escribir unas l¨ªneas, buscar un sobre, poner un sello e introducirlo en un buz¨®n. Desde la ¨®ptica actual, se trataba de un esfuerzo sobrehumano. Hoy en d¨ªa, el ordenador hace todo esto por nosotros. Y adem¨¢s -y aqu¨ª est¨¢ la madre del cordero- es gratis total.
?Nos terminaremos felicitando v¨ªa 'e-mail' todos los habitantes del planeta unos a otros?
Al principio, en los albores del e-mail, si alguien (un colega con el que coincid¨ª una vez en un congreso, aquel pelma al que le di mi tarjeta en un viaje organizado, etc.) me hac¨ªa llegar un mensaje de felicitaci¨®n durante estas fechas sent¨ªa una cierta sensaci¨®n embarazosa. Se me quedaba la misma cara de tonto que cuando recibes un regalo inesperado y a ti se te olvid¨® comprar algo para esa persona. Inmediatamente respond¨ªa en id¨¦nticos t¨¦rminos. "Qu¨¦ sorpresa. Qu¨¦ tal est¨¢s y bla, bla,..."
Al igual que me sucedi¨® con las postales de cumplea?os de los grandes almacenes, tambi¨¦n ahora reparo en que lo que me ocurre no es que cantidad de gente que antes no lo hac¨ªa se acuerde de m¨ª, sino que hay un mont¨®n de ordenadores en donde est¨¢ mi direcci¨®n de correo electr¨®nico. Basta con enviar una felicitaci¨®n a todos los nombres registrados en nuestra agenda digital para que decenas de personas la reciban al instante.
Lo malo es que el personal no se conforma con escribir un escueto "Feliz Navidad". Nos encanta ser creativos. De ah¨ª que, habitualmente, los mensajes vayan acompa?ados de un enlace a una p¨¢gina web para ver un archivo multimedia o un v¨ªdeo en YouTube. Este a?o la cosecha ha sido de lo m¨¢s variopinta: desde un discurso del papa Benedicto XVI hasta un pimpamp¨²n virtual, en el que hab¨ªa que acertar a dar un zapatazo en la cara de Bush.
Me sorprende, asimismo, los pocos amigos que me suelen llamar por tel¨¦fono y la cantidad de SMS que recibo. Tambi¨¦n aqu¨ª impera la originalidad. Como esos textos en los que se nos dice que esta vez s¨®lo voy a felicitar a la gente que me importa de verdad y resulta que somos uno de esos miles de privilegiados. Quiz¨¢ por efecto de la crisis, la moda de la felicitaci¨®n virtual est¨¢ llegando tambi¨¦n a las entidades financieras. Este a?o, por primera vez, el banco que custodia mis exiguos ahorros me ha enviado por e-mail el Zorionak de rigor.
Lo malo es que esto no ha hecho m¨¢s que empezar. Facebook, Tuenti y similares seguro que nos deparan nuevas sorpresas. ?Nos terminaremos felicitando v¨ªa e-mail todos los habitantes del planeta unos a otros, y adjuntaremos los mismos v¨ªdeos de YouTube y los mismos archivos multimedia? ?De qu¨¦ van a vivir ahora los ni?os de la Unicef si ya nadie compra sus tarjetas navide?as? Ya lo cantaban Los Diablos: "Manda christmas. Los espero". Urte berri on.
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