Defensa propia
Hace un tiempo tuve la oportunidad de ver un documental, narrado en primera persona, donde un joven israel¨ª explicaba las razones que le hab¨ªan impulsado a abandonar el Ej¨¦rcito de su pa¨ªs e involucrarse en el movimiento pacifista. El joven, que hab¨ªa sido educado en el odio contra los que consideraba los enemigos naturales de su pueblo, hab¨ªa experimentado una gran conmoci¨®n al observar la mirada espantada de los ni?os palestinos.
El horror que reflejaban esos ojos ante su presencia uniformada, le llev¨® a una reflexi¨®n: se trataba del mismo p¨¢nico que otros ni?os, en esa ocasi¨®n jud¨ªos, debieron sentir ante los nazis que perpetraban su Holocausto.
La defensa propia, o la defensa de un territorio que se considera propio, ha sido la coartada empleada por el Gobierno israel¨ª para justificar la humillaci¨®n y el abuso contra el pueblo palestino.
El terrorismo de Ham¨¢s es una consecuencia, razonablemente previsible, de una pol¨ªtica de ocupaci¨®n y acoso sistem¨¢tico por parte del poderoso Estado hebreo. Ellos, los terroristas palestinos, tambi¨¦n alegan defensa propia para justificar sus actos. Como esos ni?os de los que habl¨¢bamos antes, han crecido con el miedo y el odio grabado a fuego en su c¨®digo gen¨¦tico.
Y mientras la espiral de violencia se dispara en Oriente Medio, el resto de la comunidad internacional no es capaz de ofrecer una condena contundente a la masacre de Gaza. No parece importar que el Gobierno israel¨ª, lejos de devolver los territorios ocupados desde 1967, siga impulsando el colonialismo en estas zonas. Ni que la superioridad militar de Israel obligue a los palestinos a refugiarse en el extremismo religioso y dar salida a su desesperaci¨®n a trav¨¦s del terrorismo.
Y el resultado de nuestra tibieza es una indefensi¨®n generalizada. Nuestra ap¨¢tica respuesta alimenta el germen del resentimiento que ha de volver a nosotros en forma de atentado o autoinmolaci¨®n.
No podemos defendernos de las consecuencias de esta factor¨ªa de m¨¢rtires en la que se ha convertido el conflicto. Al contrario que el joven soldado, no sabemos interpretar la mirada de esos ni?os y los dejamos indefensos, ignorando que esta indefensi¨®n tambi¨¦n ser¨¢ la nuestra.
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