Encadenadas a sus maridos
Si una israel¨ª tiene hijos con otro hombre sin haber obtenido el divorcio, estos ser¨¢n tratados como bastardos. Grupos feministas piden a los rabinos una relectura de la ley religiosa
Un pu?ado de israel¨ªes no pueden casarse con quien quieran. Son los mamzerin, los bastardos. Los tribunales rab¨ªnicos llevan un registro -una especie de lista negra- que en 2004 conten¨ªa un centenar de nombres, seg¨²n la prensa local. Durante 10 generaciones, estas personas s¨®lo pueden casarse con otro mamzer o con un jud¨ªo converso. En Israel, el matrimonio, como el divorcio o los entierros, se rige por la ley religiosa jud¨ªa, dictada por sabios ancestrales y aplicada casi siempre por ultraortodoxos. Las bodas civiles no existen.
Menos impactante, pero mucho m¨¢s extendido, es el problema de las mujeres a las que sus maridos niegan el divorcio.
Hombres como Meir Briksman, un tipo rubio, de 1,90 de estatura, residente en Jerusal¨¦n, jud¨ªo askenazi (descendiente de los jud¨ªos que se asentaron en Centroeuropa en el siglo X). El tribunal rab¨ªnico de Jerusal¨¦n ha difundido carteles en los que exige a quien se tope con ¨¦l que le haga el vac¨ªo. Que le "impida unirse a una sinagoga, le d¨¦ alojamiento o cualquier ayuda" hasta que conceda "incondicional e inmediatamente el divorcio a su esposa", que espera desde hace un lustro.
El proceso de ruptura conyugal frente a un esposo recalcitrante se torna a veces en aut¨¦ntico chantaje
El proceso de divorcio frente a un marido recalcitrante se torna a veces en aut¨¦ntico chantaje. A menudo, ellas renuncian a los hijos, a la pensi¨®n, a la casa, a todo, a cambio del divorcio. Lo que sea por romper el v¨ªnculo conyugal y tener m¨¢s descendencia, si se tercia. Porque, si una mujer todav¨ªa casada tiene hijos con otro hombre, ¨¦stos ser¨¢n considerados bastardos. Una situaci¨®n que rabinos y mujeres intentan evitar a toda costa. En cambio, si la recalcitrante es ella, la halaj¨¢ (la ley religiosa) ofrece una salida: el marido puede volver a casarse con todas las de la ley, religiosa, con el permiso de 100 rabinos.
Los jueces rab¨ªnicos han decidido dar a Meir Briksman, el jerosolimitano en b¨²squeda y captura, su propia medicina: ¨¦l tampoco podr¨¢ casarse de nuevo "ni con el consentimiento de 100 rabinos". Es una medida extraordinaria. Rar¨ªsima vez los rabinos se ponen as¨ª de duros. S¨®lo el esposo puede romper un matrimonio jud¨ªo.
La mujer de Briksman espera el divorcio desde hace un lustro. Pero hay casos como el de una israel¨ª nacida latinoamericana que pide que se la identifique s¨®lo con el nombre de Sara, que aguard¨® durante 19 largos a?os.
Sara, de 55 a?os, se cas¨® en Israel como Dios manda a los jud¨ªos. Bajo una jup¨¢, una tela sujeta por cuatro pilares, ante un rabino y dos hombres observantes de testigos. Y, por supuesto, el novio estrell¨® una copa de vino contra el suelo para recordar la destrucci¨®n del templo de Salom¨®n hace 2.000 a?os. "En cuanto me puse bajo la jup¨¢, me coloqu¨¦ las esposas", recuerda esta profesora de educaci¨®n f¨ªsica. No es literal, pero casi. A?os despu¨¦s, la relaci¨®n fracas¨®... y huy¨® con sus tres hijos y con lo puesto, pero sin el get (el documento que acredita el divorcio).
Sara y sus hijos llamaron a muchas puertas hasta dar con una comunidad que los acogiera. "Ninguno me aceptaba por no estar debidamente divorciada; nadie quer¨ªa l¨ªos". "De casualidad, en 1993, por una prima uruguaya que conoc¨ªa a un rabino en EE UU, llegu¨¦ hasta Yad Leissa ['Una mano para la mujer']", que es una ONG israel¨ª que asesora a mujeres en la batalla legal para divorciarse. "Una abogada religiosa me ayud¨® gratis a partir de entonces", explica. El marido le ofrec¨ªa el divorcio a cambio de que ella asumiera sus inmensas deudas con la Seguridad Social. Ella nunca cedi¨®. La pasada primavera, cuando ya nadie daba un duro por su caso, ¨¦l le concedi¨® la libertad. A¨²n no se explica por qu¨¦ le ha dado el s¨ª ahora, tras 19 a?os de noes. Plet¨®rica, muestra su nuevo carn¨¦ de identidad: "Mire, pone divorciada".
Los grupos de mujeres recalcan que la ley religiosa jud¨ªa, desde hace siglos, y la ley israel¨ª, desde 1995, contemplan sanciones para que el marido cambie de opini¨®n. Tales castigos van desde negarle un entierro jud¨ªo a retirarle el carn¨¦ de conducir, la licencia profesional e incluso mandarle a prisi¨®n. El drama es que los tribunales rara vez las aplican. S¨®lo en 38 de los 8.000 procesos de divorcio existentes en 2005 hubo sanciones, seg¨²n datos de Ruth Halperin-Kaddari, presidenta del Centro para el Avance del Status de las Mujeres de la Universidad de Bar-Ilan. "El motivo es que casi todos los jueces rab¨ªnicos son ultraortodoxos nada sensibles con la tr¨¢gica situaci¨®n de estas mujeres", explica la profesora.
Imposible saber con exactitud cu¨¢ntas israel¨ªes renuncian a sus derechos para obtener el divorcio. Una encuesta revel¨® que 100.000 mujeres israel¨ªes se han visto o temen verse en semejante situaci¨®n. "Mucha gente cree todav¨ªa que este asunto no va con ellos, pero puede afectar a cualquier jud¨ªa casada por lo religioso", advierte Halperin-Kaddari.
En Israel, un divorcio supone bastante m¨¢s que la batalla entre un hombre y una mujer. "Aqu¨ª es adem¨¢s una batalla entre los tribunales rab¨ªnicos y los civiles", seg¨²n Halperin-Kaddari. Ambos conviven en equilibrio fr¨¢gil desde la fundaci¨®n del Estado jud¨ªo, en 1948. Susan Weiss, del Centro para la Justicia con las Mujeres, coincide con la profesora en que la soluci¨®n global est¨¢ en una aplicaci¨®n m¨¢s moderna, m¨¢s abierta, de la ley jud¨ªa.
La halaj¨¢ bast¨® para resolver el problema de las agunot (mujeres cuyo marido est¨¢ en paradero desconocido) creadas por el Holocausto, recuerda Judith Gars¨®n-Djemal, gibraltare?a, colaboradora de la ONG Mavoi Satum (Callej¨®n sin Salida). Los cad¨¢veres de sus maridos jam¨¢s fueron hallados. Sin esa prueba, en principio, seguir¨ªan casadas. Lo mismo ocurri¨® tras el 11-S. En ambos casos, jueces rab¨ªnicos las liberaron para comenzar una nueva vida. Y para poder tener hijos. Las agunot son hoy pocas, pero existen. Tami Arad lo es desde hace 22 a?os, desde que su marido, Ron, aviador israel¨ª, desapareci¨® en combate en L¨ªbano.
Sara, que no era, ni es, religiosa, tiene hoy una nueva pareja. A veces ambos bromean sobre una boda. Y, pese a las desventuras de estas dos d¨¦cadas, ella se?ala que ser¨ªa una ceremonia religiosa, bajo la jup¨¢.
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