Mitad monja, mitad soldado
La nariz algo ganchuda, la barbilla prominente, ojos casta?os duros, mandones, y un cabello negro, desigual, cortado a trasquilones, sin forma. El rostro de Catalina de Erauso emerge de una armadura de esta?o con aspecto de matrona marchando en el Alarde de Ir¨²n, el desfile de armas que se celebra cada a?o en la ciudad guipuzcoana en el d¨ªa de San Marcial para conmemorar la victoria sobre las tropas francesas que intentaron tomar la ciudad la madrugada del 30 de junio de 1522. No existen apenas retratos -y los que hay son fruto de la imaginaci¨®n del artista- de esta espa?ola que vivi¨® incre¨ªbles aventuras en el siglo XVII.
La mujer que visti¨® calzones cuando eso era anatema, la donostiarra convertida en un soldado de fortuna en las tierras del Nuevo Mundo, ha revivido una vez m¨¢s en la ficci¨®n gracias a una obra, mitad biograf¨ªa, mitad novela, de un alem¨¢n que lleva camino de revolucionar la literatura en aquel pa¨ªs. Markus Orths, de 39 a?os, acaba de publicar en Espa?a La mujer travestida (Salamandra), la incre¨ªble historia de la mujer que fue monja, alf¨¦rez del ej¨¦rcito y corri¨® miles de aventuras de capa y espada en las tierras de Am¨¦rica. Conocida en el mundo anglosaj¨®n con el nombre de "Teniente Nun", escribi¨® su autobiograf¨ªa, publicada por primera vez en Par¨ªs en 1829 con el t¨ªtulo de Historia de la monja alf¨¦rez, do?a Catalina de Erauso, escrita por ella misma -C¨¢tedra edit¨® el libro en 2006, en edici¨®n de ?ngel Esteban-, y sobre estas breves memorias, Orths ha recreado una historia m¨¢gica.
Llevar el pelo corto, vestir ropas de hombre eran cosas completamente inaceptables para las mujeres hasta hace bien poco. Catalina de Erauso (1585-1650), tal y como cuenta en su texto, ni se lo plante¨®, simplemente se puso el mundo por montera pocos a?os despu¨¦s de llegar a este mundo en una casa de San Sebasti¨¢n llamada La Ballena, en una ¨¦poca en que los vascos cre¨ªan a pies juntillas en sus dioses Sol y Luna, en Baxajaun, el se?or de los bosques, y en Mari, la deidad que viv¨ªa en cuevas y pod¨ªa adoptar numerosas formas. Un poco m¨¢s lejos, a centenares de kil¨®metros de la ciudad guipuzcoana, en Italia, f¨ªsicos e ingenieros estudiaban los textos de Arqu¨ªmedes, Plat¨®n y Galeno. Por aquellos a?os, en Pisa, un profesor de matem¨¢ticas, Galileo Galilei, dej¨® caer varias pesas desde lo alto de la torre de la catedral para demostrar que todas llegaban al suelo al mismo tiempo.
Sin saberlo, la ley de la gravedad comenzaba a regir el destino del capit¨¢n Miguel de Erauso, el padre de Catalina, un donostiarra que viv¨ªa con un plan en mente: a los 30 a?os ser¨ªa rico, vivir¨ªa de las rentas, se casar¨ªa y tendr¨ªa hijos. Su sue?o estaba a punto de cumplirse. Hab¨ªa alquilado una mina de plata en Potos¨ª que gestionaba su padre mientras ¨¦l, en su casa de San Sebasti¨¢n, en el centro de la villa, se dedicaba a engendrar hijos con su mujer, Mar¨ªa P¨¦rez de Galarraga y Arce. Ah¨ª, en ese punto, es donde entra en escena Catalina, la ni?a predestinada a ser diferente desde su nacimiento -ella misma cont¨® que cuando vio la luz, el cielo, completamente azul, sin una nube, descarg¨® un fuerte aguacero-. Como comadrona tuvo a su hermano mayor, Miguel, una figura fundamental en la vida de esta mujer mitad monja, mitad soldado.
Durante los primeros a?os, Miguel fue su cuidador, su ni?era, quien sufr¨ªa los arrebatos de mal genio de la tozuda peque?a. La ni?a unas veces lloraba, pataleaba o, por el contrario, se mostraba ap¨¢tica. Ten¨ªa un car¨¢cter dif¨ªcil. Miguel, para calmarla, le hablaba de las Indias, de las bellezas que aquella tierra guardaba, historias fant¨¢sticas con las que la d¨®cil Cata empez¨® a so?ar.
Catalina de Erauso no levantaba un palmo del suelo el d¨ªa en que desafi¨® las leyes de la naturaleza y se jurament¨® consigo misma para llegar a lo m¨¢s alto. El "Yes, we can" de Barack Obama fue para Catalina "Lo conseguir¨¦". Lo puso en pr¨¢ctica el mismo d¨ªa de su entrada como postulante para tomar los h¨¢bitos en el convento de San Sebasti¨¢n el Antiguo. All¨ª, la regla de san Agust¨ªn era acatada fielmente. Todas las novicias segu¨ªan la m¨¢xima del santo que prohib¨ªa "la conversaci¨®n intrascendente" y "la narraci¨®n de historias". Catalina no hablaba. Era una monja disciplinada, fervorosa, muda y obediente hasta que una noche cerrada huy¨® del convento, colg¨® sus h¨¢bitos, y se fabric¨® un jub¨®n y unas calzas.
Markus Orths, atrapado por esta incre¨ªble historia, ley¨® un manuscrito en el Centre des Recherches sur le Si¨¨cle d'Or en Espagne, en Francia, escrito por Juan Bautista de Arteaga, otro de los personajes clave en la vida de la monja alf¨¦rez. El texto narra la reencarnaci¨®n de Catalina saliendo de la gruta en el monte Ekain convertida en hombre el 14 de agosto de 1601: "En la media luz de una ma?ana sin sol cabalgaba yo, medio ca¨ªdo, incapaz de vaciar mi cabeza de lo sucedido, incapaz de dar vida a pensamiento alguno... Yo saqu¨¦ mi acero y grit¨¦ para ahuyentar aquella aparici¨®n. No menos se espant¨® el joven, pues era un muchacho. Se puso en pie de un salto e intent¨® protegerse con los brazos. As¨ª estuvimos un rato, mir¨¢ndonos en silencio, para averiguar si el uno representaba una amenaza para el otro". Cuando Arteaga le pregunt¨® su nombre, ella dijo: "Francisco". Dud¨® en el apellido y solt¨® lo primero que le vino a la cabeza: "Loyola".
La cueva, la sima prehist¨®rica de Ekain, en Deba (Guip¨²zcoa), de la que Markus Orths hace surgir a Catalina de Erauso, existe. La descubrieron en 1969 Andoni Albizuri y Rafael Rezabal, dos j¨®venes del grupo cultural Anxieta, que reun¨ªa a aficionados a la arqueolog¨ªa en el Pa¨ªs Vasco. Los j¨®venes se dedicaron a recorrer la zona del macizo calizo de Izarraitz (en euskera, pe?a de la Estrella), pr¨®ximo a Azpeitia. Un d¨ªa regresaron por el torrente de Goltzibar hacia Zestoa; quedaron impresionados por su situaci¨®n, la abundancia de agua y las condiciones favorables que mostraba para la vida prehist¨®rica. Contaron su descubrimiento a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que lo aval¨®, aunque la cueva nunca ha estado abierta al p¨²blico.
"La primera persona que me habl¨® de la historia de Catalina de Erauso", cuenta Markus Orths desde Karlsruhe, en Alemania, donde vive, "fue Cornelia Lotthammer: ella public¨® su tesis doctoral sobre Catalina y a m¨ª me apasion¨® el tema. Consegu¨ª inmediatamente la traducci¨®n inglesa de la autobiograf¨ªa de Catalina, me emocion¨® tanto que pens¨¦ enseguida en convertir su vida en una novela". Era un reto para el escritor, que ha estado a?os document¨¢ndose sobre los siglos XVI y XVII en Espa?a y en el Nuevo Mundo.
"La autobiograf¨ªa de Catalina es un texto breve, que se lee r¨¢pido, con mucho ritmo, pero del que no se pueden extraer ni sus pensamientos ni los motivos que la impulsaron a llevar esa vida. No se sabe por qu¨¦ Catalina decidi¨® vivir como un hombre. Le¨ª el libro y me plante¨¦ muchas preguntas. Intent¨¦ imaginarme algunas respuestas, comprender los hechos, profundizar en su existencia meti¨¦ndome en sus pensamientos gracias a lo que su testimonio me proporcionaba. He inventado no s¨®lo muchos de sus pensamientos y sus motivaciones, sino tambi¨¦n un mont¨®n de escenas que no he encontrado en su autobiograf¨ªa". Orths cay¨® rendido ante la fortaleza de esta mujer. "Me fascin¨® especialmente la cuesti¨®n de los roles, las convenciones sociales, las expectativas y la posibilidad de romper con lo establecido y vivir su propia vida. Por otra parte, la cuesti¨®n de g¨¦nero y de cambio de sexo me ha interesado much¨ªsimo desde que escrib¨ª mi primera novela, Corpus, en 2002".
Otro escritor, el ingl¨¦s Thomas de Quincey, cay¨® antes que Orths en la fascinaci¨®n por la vida de Catalina. En la novela The Nautico-Military Nun of Spain, de De Quincey, escrita en el siglo XVIII, Catalina es una hero¨ªna rom¨¢ntica, una mujer hermosa, un genio de la espada. Zarzuelas, obras de teatro, pel¨ªculas. El cine descubri¨® al personaje en 1943. Emilio G¨®mez Muriel dirigi¨® a la actriz mexicana Mar¨ªa F¨¦lix, la Do?a, en el papel de Catalina. En 1986, Javier Aguirre retom¨® la historia con Esperanza Roy interpretando a la monja alf¨¦rez.
De Catalina a Francisco de Loyola, Antonio, Alonso D¨ªaz o Ram¨ªrez de Guzm¨¢n, que con ¨¦stos y m¨¢s nombres figura en la leyenda, la monja de San Sebasti¨¢n se dedic¨® con ah¨ªnco a aprender a ser hombre. Vest¨ªa sombrero, golillas, jubones y, al cinto, la espada. Para mostrar lo que por nacimiento no pose¨ªa, se cosi¨® un bulto de tela en los calzones. Catalina juraba, escup¨ªa, eructaba. Su voz se volvi¨® m¨¢s grave, y con la ayuda de un crecepelo que beb¨ªa a todas horas, le sali¨® barba. Determinada a viajar a Potos¨ª, la tierra de las mil minas, para encontrarse con su hermano Miguel, se embarc¨® en Sevilla en un gale¨®n de dos cubiertas, el Santa Isabel, con destino a Veracruz, en M¨¦xico.
"Despu¨¦s de que mi joven amigo Francisco de Loyola, llevado por una excesiva precipitaci¨®n, hubo partido hacia Sevilla (...) me di cuenta de la enormidad de su p¨¦rdida", dej¨® escrito su mentor Juan Bautista de Arteaga, quien acompa?¨® a Catalina en ese viaje a las Indias en el que a punto estuvieron de naufragar al llegar al golfo de M¨¦xico. En aquellas tierras, Catalina reafirm¨® su nueva personalidad. "Com¨ªa, beb¨ªa y dorm¨ªa siempre con las armas en la mano". Aquel hombre con cuerpo de mujer era un cicl¨®n. Destru¨ªa y mataba todo lo que se le pon¨ªa por delante en las grandes batallas de la Araucan¨ªa chilena.
Expulsado del ej¨¦rcito por desobedecer las ¨®rdenes, su trayectoria fue a peor. Jugador y pendenciero, mat¨® a decenas de hombres. En un duelo fortuito atraves¨® con la espada a su hermano Miguel sin saber su identidad. Viv¨ªa "como una pluma llevada por el viento" hasta que en Huamanga (Per¨²) fue condenado a morir en la horca. Entonces se desvel¨® el misterio: "Quiero morir como nac¨ª. Colgad a Francisco de Loyola, no a Catalina de Erauso". No muri¨® y entr¨® en la leyenda.
'La mujer travestida', de Markus Orths (Salamandra), se publica en Espa?a a finales de este mes.
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