Xunta transversal
En los cambios pol¨ªticos hay dos momentos, el de la movilizaci¨®n y el de la organizaci¨®n. La movilizaci¨®n, el impulso, la gente sale de la inmovilidad cotidiana para que algo cambie, es el momento generoso y vivificador. Luego viene el momento de la organizaci¨®n, aquello por lo que la gente se movi¨® cristaliza en una organizaci¨®n o un gobierno, la gente vuelve a sus ocupaciones habituales y alguien se queda a gestionar lo conseguido. Este momento ¨²ltimo inevitablemente resulta m¨¢s peque?o que el momento fundador. Esos dos momentos est¨¢n representados en las elecciones democr¨¢ticas, la gente dice lo que quiere y luego en los a?os siguientes los partidos interpretan y gestionan el resultado de la votaci¨®n, bien en el gobierno o bien en la oposici¨®n.
Fue muy visible que el Gobierno estaba formado por dos administraciones en un mismo edificio
En Galicia hemos vivido en estos a?os esos dos momentos de forma muy intensa, primero fue el momento unitario, c¨ªvico, para cambiar la Xunta e inmediatamente se pas¨® al momento partidista, se espera de la ciudadan¨ªa que se divida partidariamente: o eres de los m¨ªos o eres de los otros. La vida y este pa¨ªs son as¨ª.
Que la Xunta haya durado los cuatro a?os sin romper y coexistiendo ha sido un ¨¦xito pol¨ªtico que desafi¨® amargas profec¨ªas. Pero, sin duda, fue muy visible que el gobierno estaba formado por dos administraciones cohabitando un mismo edificio; dos administraciones con pol¨ªticas yuxtapuestas, quiz¨¢ complementarias. Probablemente no vaya a haber otra soluci¨®n mejor si tras las elecciones se renueva la alianza de socialistas y nacionalistas, pero en ese caso deber¨ªa pactarse en ciertos sectores una pol¨ªtica transversal para que, corresp¨®ndale al socio que le corresponda, se unan los esfuerzos. Uno de esos sectores es la agricultura o, m¨¢s ampliamente el campo, y otro es la cultura, unida a la lengua.
En la idea de Galicia como pa¨ªs moderno deben estar integrados nuestro campo y nuestra agricultura por nuestra conveniencia colectiva, pues siendo como somos un pa¨ªs urbano articulado en varias ciudades y numerosos pueblos, villas y aldeas, tambi¨¦n somos campo. Somos campo si valoramos nuestro hermoso paisaje, al que hasta ahora hemos maltratado; somos campo por nuestras familias, la inmensa mayor¨ªa de nosotros procedemos en una o dos generaciones de campesinos; somos campo porque la agricultura, a pesar del abandono incalificable que ha tenido en estos ¨²ltimos 25 a?os de autonom¨ªa tan decisivos, sigue siendo una parte muy importante de nuestra econom¨ªa. Pero, adem¨¢s, somos campo porque si alguien ha hecho sus deberes, si alguien ha cumplido con su deber en estos a?os esa gente ha sido nuestro campesinado.
Como lo hizo siempre en nuestra historia, el campesinado gallego, contra la idea est¨²pida de los se?oritos paletos que vivieron parasitando, fue la clase social m¨¢s valiente, vigorosa y moderna. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, a pesar de unas condiciones de entrada en la Uni¨®n Europea que olvidaron nuestra agricultura, como es tradici¨®n en la pol¨ªtica espa?ola, las familias de labradores modernizaron con gran esfuerzo personal sus explotaciones y actualizaron la agricultura. No tuvimos una Xunta que ayudase a crear el gran grupo l¨¢cteo que Galicia merece pero tuvimos un campesinado que cre¨® una fuerte agricultura y ganader¨ªa. En este pa¨ªs que tanto ama la queja y la subvenci¨®n los agricultores nos marcan a todos el camino, es necesaria una pol¨ªtica transversal entre las distintas conseller¨ªas que intervienen en el campo, para garantizar que se pueda vivir dignamente del campo y en el campo. Nuestro campo y nuestros campesinos son nuestro orgullo.
Y junto a la agricultura, la cultura. Tambi¨¦n la cultura gallega ha hecho sus deberes estos a?os y siempre; tambi¨¦n a pesar del abandono y menosprecio que sufri¨® estos a?os. Y tambi¨¦n la cultura debe ser pactada y asumida por todos, porque ser¨ªa un desastre que la cultura gallega fuese de una parte y no de todos. Poseemos una cultura hist¨®rica europea, desde los Cancioneiros de la escuela compostelana hasta hoy, que nos debe hacer sentir orgullosos. Pero si no la consideramos un sector estrat¨¦gico acabar¨¢ en el autoconsumo que la reducir¨¢ y en el clientelismo que no le permitir¨¢ ser competitiva y exportadora. Tambi¨¦n la cultura pide transversalidad, proyecto compartido. Puede ser que una nueva Xunta bipartita siga siendo dos administraciones, pero debiera haber vigas maestras comunes.
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