La Europa de la creatividad
Hoy se inaugura en Praga el a?o europeo de la creatividad y la innovaci¨®n, seg¨²n la propuesta que realiz¨® el Parlamento Europeo para dedicar el 2009 a esta prioridad que define tanto nuestra historia como los desaf¨ªos que el futuro nos plantea. No es posible entender la Europa moderna sin hacerse cargo de la centralidad que en ella ha adquirido la institucionalizaci¨®n de la innovaci¨®n.
Esta exigencia generalizada de innovar se debe a que un largo proceso de diferenciaci¨®n y profesionalizaci¨®n ha configurado instituciones que est¨¢n especializadas en producir sistem¨¢ticamente innovaciones. Mientras que la innovaci¨®n pre-moderna era concebida como desviaci¨®n, exorcizada como heterodoxia o tolerada como genialidad, las sociedades modernas se constituyen institucionalizando la producci¨®n de novedad. Sin este proceso no podr¨ªan entenderse realidades que nos son tan constitutivas como la conciencia, el gusto o la libertad pol¨ªtica.
Los sistemas y las sociedades que se orientan por el aprendizaje ganan la partida
La pregunta que todo esto nos plantea es si tiene sentido y en qu¨¦ medida hacer algo para favorecer e impulsar la creatividad y la innovaci¨®n. De entrada, hay quien parte del supuesto de que las innovaciones son algo que se puede b¨¢sicamente planificar.
Si esto fuera as¨ª, entonces las innovaciones surgir¨ªan all¨ª donde hubiera un plan adecuado para producir la innovaci¨®n y se aplicara consecuentemente. Todo esto presupone una concepci¨®n funcionalista de las instituciones y una idea de la acci¨®n humana en general como mera implementaci¨®n de conceptos y modelos te¨®ricos.
Propiamente hablando, la creatividad y la innovaci¨®n son algo que no puede exigirse ni producirse de una manera decisionista. Lo que est¨¢ a nuestro alcance es crear las condiciones necesarias, aunque no suficientes, en las que puede surgir y evitar las rutinas o restrictores que la imposibilitan radicalmente.
En esto, la formulaci¨®n negativa es la m¨¢s socorrida, pero tambi¨¦n la m¨¢s razonable teniendo en cuenta el car¨¢cter impredecible de lo que se quiere favorecer. Porque la creatividad, que es el presupuesto b¨¢sico de la innovaci¨®n, no puede ser forzada, ni tiene sentido determinar previamente que innovaci¨®n se debe conseguir. Parece mucho m¨¢s l¨®gico plantearse la cuesti¨®n de bajo qu¨¦ condiciones aumenta la verosimilitud de que se realicen innovaciones y crear esas condiciones.
En sociedades complejas y trat¨¢ndose de innovaci¨®n se impone una especial modestia. Las sociedades y su cambio social son s¨®lo limitadamente planificables y gobernables. Ahora bien, a pesar de la indeterminabilidad temporal y en cuanto al contenido de los procesos de innovaci¨®n, ser¨ªa completamente equivocado, por falta de actitud anticipativa, abandonar este proceso a la casualidad.
Los procesos de innovaci¨®n no son s¨®lo procesos econ¨®micos, sino que tienen lugar en un amplio contexto de realidades institucionales, estructurales y pol¨ªticas, que a su vez interact¨²an en espacios regionales y supranacionales.
Las fuerzas econ¨®micas no son suficientes para "institucionalizar" la innovaci¨®n. Es indudable que los poderes p¨²blicos tienen a su disposici¨®n una capacidad configuradora que favorece la innovaci¨®n, en la cultura, en la sociedad civil, en las organizaciones y las instituciones. La cuesti¨®n ser¨ªa entonces qu¨¦ condiciones estructurales hay que propiciar para para que haya un clima favorable a la innovaci¨®n.
Entre estos factores que favorecen la innovaci¨®n est¨¢n determinados elementos culturales, que en parte puede propiciarse con las pol¨ªticas p¨²blicas y en parte se deben a procesos que se inscriben en el largo plazo. Podr¨ªa sintetizarse esa cultura en la idea de una sociedad abierta al aprendizaje, capaz de cuestionar sus certezas, evidencias y rutinas, de afrontar el efecto desestabilizador que todo ello supone. Los sistemas y las sociedades que se orientan por el aprendizaje ganan la partida frente a los que solo aprenden con dificultad y prefieren decirle a la realidad c¨®mo deber¨ªa ser.
La llamada sociedad del conocimiento o del aprendizaje es un tipo de sociedad que no compite tanto por recursos materiales como por las destrezas que tienen que ver con el saber en un sentido muy amplio. La innovaci¨®n consiste, de entrada, en la capacidad de distanciarse de las propias rutinas, de lo sabido, de los estereotipos y tener la capacidad de no contentarse con lo adquirido.
La innovaci¨®n que resulta de estar en disposici¨®n de aprender es un imperativo general, un valor que afecta tanto a la organizaci¨®n empresarial como al modelo de convivencia que hemos de dise?ar, tanto a las formas de expresi¨®n en el mundo de la cultura como a las pol¨ªticas p¨²blicas.
Seguramente no tenemos muy claro c¨®mo resolver los problemas planteados por las crisis financieras, los riesgos ecol¨®gicos, la sostenibilidad de las prestaciones sociales o el futuro de Europa, pero podemos estar seguros de que nos van a exigir un enorme esfuerzo de imaginaci¨®n colectiva.
Daniel Innerarity es profesor de Filosof¨ªa en la Universidad de Zaragoza y autor de El nuevo espacio p¨²blico.
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