L¨¦vi-Strauss y el lugar de la antropolog¨ªa
El gran investigador franc¨¦s acaba de cumplir 100 a?os y su forma de mirar el mundo sigue cargada de una fuerte dimensi¨®n ¨¦tica: pensar y dar a pensar el valor de la pluralidad humana, y la necesidad de defenderla
Pocas ser¨¢n las instancias culturales y acad¨¦micas de todo el mundo que no est¨¦n celebrando de alg¨²n modo estos d¨ªas el cent¨¦simo cumplea?os de Claude L¨¦vi-Strauss, sin duda uno de los autores m¨¢s influyentes del siglo XX. Todas las ciencias sociales, la cr¨ªtica literaria, el psicoan¨¢lisis, la ling¨¹¨ªstica, la historia, la filosof¨ªa..., llevan medio siglo dialogando con ¨¦l, incluso contra ¨¦l, sin que ninguna haya podido sortear su ascendente. Ser¨ªa vano intentar a?adir desde estas p¨¢ginas algo a lo ya dicho por tantos y en tantos sitios. Cientos de libros, art¨ªculos, monogr¨¢ficos, exposiciones, programas y ciclos especiales, en decenas de idiomas, lo est¨¢n haciendo o lo har¨¢n mejor que lo que se intentar¨ªa aqu¨ª. Un rasgo merece, no obstante, ser destacado: el autor de Tristes tr¨®picos y El pensamiento salvaje no es propiamente un pensador o un intelectual, aunque haya sido reconocido como tal. Claude L¨¦vi-Strauss es, sobre todo, un antrop¨®logo.
Miles de estudiantes y licenciados espa?oles en esta disciplina no pueden desarrollar lo que son
Se hace el elogio del sabio sin hacer lo propio con la naturaleza misma de su saber y su sentido
He ah¨ª un elemento de la personalidad del ahora homenajeado en el que merece la pena detenerse. Lo que L¨¦vi-Strauss nos ha transmitido es un conocimiento que no es s¨®lo resultado de una honda reflexi¨®n sobre el vivir juntos humano, sino de los testimonios que una determinada ciencia social ha podido establecer acerca de hombres y mujeres concretas, cuya vida concreta -en tiempos y lugares no menos concretos- otros hombres y mujeres fueron a conocer de cerca. Seres humanos estudiando seres humanos, conociendo y d¨¢ndose a conocer, recolectando tecnolog¨ªas y sabidur¨ªas ajenas y lejanas, aprendiendo de gentes que siempre sab¨ªan m¨¢s que quienes les estudiaban. Una disciplina -la antropolog¨ªa- que naci¨® y existi¨® para que pudi¨¦ramos instalar nuestra sociedad entre todas las dem¨¢s sociedades y elabor¨¢semos, con el conjunto producido, algo parecido a una cartograf¨ªa de la condici¨®n humana en toda su amplitud.
Pero si L¨¦vi-Strauss ha podido ense?arnos tanto y marcar nuestra ¨¦poca es porque pudo desempe?ar su tarea como investigador y como docente en un contexto en el que la ciencia que ejerc¨ªa merec¨ªa un reconocimiento, en una sociedad para la que la antropolog¨ªa era importante y que escuchaba lo que se le dec¨ªa desde ella. ?se ha sido el caso franc¨¦s y el de su ¨¢rea de influencia cultural, como lo ha sido el de la mayor¨ªa de pa¨ªses anglosajones, con el Reino Unido o los Estados Unidos a la cabeza. Otra cosa es lo que vaya a ser en el futuro -y de ello hablan las protestas estudiantiles "anti Bolonia" de estos d¨ªas en toda Europa- de aquellas ¨¢reas acad¨¦micas que no se demuestren lo bastante rentables o serviles. Pero, al menos hasta ahora, la antropolog¨ªa ha estado ah¨ª, en esos pa¨ªses y en otros, viendo atendida p¨²blicamente su forma de dar con las cosas humanas, mir¨¢ndolas de cerca y compar¨¢ndolas entre s¨ª.
Por desgracia, ese no es el caso de la antropolog¨ªa espa?ola. Una disciplina que hab¨ªa nacido en el ¨²ltimo cuarto del siglo XIX se incorporaba con ¨¢nimo cr¨ªtico al ¨¢mbito universitario espa?ol a principios de la d¨¦cada de los a?os 70 del siglo pasado, pero ha permanecido encapsulada en ¨¦l hasta ahora. A pesar de la proyecci¨®n internacional de algunos de sus exponentes -Julio Caro Baroja, Carmelo Lis¨®n Tolosana, Claudi Esteva Fabregat-, miles de estudiantes y licenciados en antropolog¨ªa no pueden desarrollar plenamente lo que son o van a ser: antrop¨®logos. Por ello, en un momento en que se abre la perspectiva feliz de un grado de Antropolog¨ªa en algunas universidades espa?olas, se entiende la preocupaci¨®n de esas mismas universidades para que la disciplina que ense?an logre trascender su actual acuartelamiento acad¨¦mico. Es en esa direcci¨®n que todas ellas trabajan en orden a la creaci¨®n de un colegio profesional que regule la pr¨¢ctica de una profesi¨®n tan necesaria como inexistente, en la medida en que sus miles de licenciados actuales y quienes obtengan la nueva titulaci¨®n se van a ver obligados a aplicar lo que han aprendido bajo todo tipo de denominaciones profesionales, que, salvo pocas excepciones, podr¨¢n ser de cualquier cosa menos la de antrop¨®logos.
Y lo que sorprende es que esa invisibilidad forzada de los antrop¨®logos espa?oles en tanto que tales contrastes con la pertinencia y hasta con la urgencia de una mirada como la suya para observar y entender cuestiones centrales para los tiempos que corren. La antropolog¨ªa almacena d¨¦cadas de trabajo en ¨¢reas como la de la vivencia de la enfermedad y de la muerte o la de los estilos que adoptan los diferentes grupos de edad -j¨®venes, ancianos...-, siempre desde una perspectiva que recoge su variabilidad hist¨®rica y cultural. Los antrop¨®logos han advertido hasta qu¨¦ punto los objetos son fundamentales para entender la cultura que los ha creado y usado, por lo que tienen un papel que jugar en la protecci¨®n y la divulgaci¨®n del patrimonio cultural, defendiendo lo que de ¨¦l se mantenga vivo y custodiando y haciendo accesible su pasado en museos. Su preocupaci¨®n por la pr¨¢ctica y la concepci¨®n del espacio convierte en fundamental la perspectiva que les es propia en tem¨¢ticas territoriales, tanto rurales como urbanas, en contextos en los que las grandes din¨¢micas de transformaci¨®n no suelen tener en cuenta el precio social a pagar. La comprensi¨®n del sentido que los seres humanos otorgan al medio que los rodea y a s¨ª mismos dentro de ¨¦l, hace de los antrop¨®logos interlocutores necesarios en los debates medioambientales y ecol¨®gicos.
Una experiencia abundante en el campo del estudio de los mitos y los s¨ªmbolos rituales le permite al antrop¨®logo detectar qu¨¦ funciones y a qu¨¦ demandas satisfacen las pr¨¢cticas religiosas vigentes en nuestra sociedad, tanto las tradicionales como otras que hasta hace poco podr¨ªan habernos resultado ex¨®ticas. El mercado y los h¨¢bitos de consumo no son ajenos al conocimiento que los antrop¨®logos tienen de la dimensi¨®n econ¨®mica de la vida social y ni siquiera las reci¨¦n nacidas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n se escapan a la competencia que han demostrado a la hora de estudiar los lenguajes humanos. Tanto la diversificaci¨®n creciente que conoce la instituci¨®n familiar como el aumento de los contactos entre formas de ser y de estar derivados de los flujos migratorios o del turismo deber¨ªan hacer id¨®nea una visi¨®n como la suya, especialmente entrenada para encarar la heterogeneidad. No se olvide que la antropolog¨ªa ha sido estrat¨¦gica en orden a desautorizar todos los argumentos que han intentado mostrar como "natural" la desigualdad humana y contin¨²a siendo fuente de recursos te¨®ricos contra las nuevas y las viejas formas de racismo, xenofobia y sexismo.
La antropolog¨ªa se antoja ahora m¨¢s que nunca ¨²til en orden a entender las l¨®gicas y las din¨¢micas que organizan nuestro presente, reconociendo en ¨¦l cambios constantes, pero tambi¨¦n repeticiones e inercias. Ese es su trabajo: ver de qu¨¦ est¨¢n hechas la diversidad y la complejidad sociales y mostrarlas no, como se pretende, en tanto que motivos de alarma, sino al contrario: como la materia primera de que se nutre la capacidad de las sociedades humanas para mejorarse a s¨ª mismas.
Esa es la virtud fundamental de Claude L¨¦vi-Strauss. Mirar como mira un antrop¨®logo, contemplando lo remoto como ordinario y sorprendi¨¦ndose ante lo cotidiano, ejerciendo un oficio en el que la competencia y la versatilidad explicativas nunca han ido separadas de una fuerte dimensi¨®n ¨¦tica, preocupada por pensar y dar a pensar el valor de la pluralidad humana y la necesidad de defenderla. Celebrar la vida de L¨¦vi-Strauss es celebrar su vida de antrop¨®logo. Pero se hace el elogio del sabio, sin hacer lo propio con la naturaleza misma de su saber, su fuente y su sentido. Al tiempo que multiplican las alabanzas al maestro, bien estar¨ªa que se reconociera el esfuerzo y la singularidad de quienes han decidido seguir su camino.
Manuel Delgado es profesor de Antropolog¨ªa en la Universidad de Barcelona y prologuista y traductor de Claude L¨¦vi-Strauss.
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