Nos vamos a divertir
Despidos en las f¨¢bricas. Gente en paro. Perros hambrientos rondando por las calles y mucho fr¨ªo. El contexto que el dramaturgo norteamericano Richard Dresser (1957) pint¨® a finales de los ochenta en Better Days viene a ser el futuro que nos espera en muy exagerado y muy surrealista. O no tanto, veremos. Instalados en el caos y en una alegre desesperaci¨®n, un grupo de j¨®venes echan mano de la imaginaci¨®n para salir adelante. Dresser propone dos salidas en paralelo: la primera, de tipo espiritual; la segunda, mucho m¨¢s pragm¨¢tica por los supuestos beneficios econ¨®micos que reporta. Las dos, lejos de responder al dictado no ya de la legalidad, sino del sentido com¨²n, se inscriben m¨¢s bien en el siempre f¨¦rtil terreno de la picaresca. As¨ª, mientras Ray se alza como l¨ªder de una nueva doctrina, Bill apuesta por coordinar una serie de incendios para cobrar los seguros. La novia del primero, un par de amigos y la amante de uno de ellos se unen a una trama tan trepidante como absurda, en el sentido m¨¢s c¨®mico de la expresi¨®n.
D?AS MEJORES
De Richard Dresser. Direcci¨®n: ?lex Rigola. Int¨¦rpretes: Ernesto Arias, Irene Escolar, Lino Ferreira, Ana Otero, Tom¨¢s Pozzi, Marc Rodr¨ªguez. Teatre Lliure. Barcelona, 7 de enero.
?lex Rigola aprovecha el paisaje cutre de la comedia para asentar el montaje en la est¨¦tica trash, esa que hace la rosca al mal gusto, al fe¨ªsmo y a la mugre. Y los int¨¦rpretes se adaptan de maravilla al entorno, como si llevaran toda la vida entre restos de comida basura. Sus personajes, a cual m¨¢s descerebrado y extravagante, son de lo m¨¢s tierno, incluso el mafioso que compone Tom¨¢s Pozzi en el papel de Bill, uno de mis favoritos. Lo es tambi¨¦n el Ray de Marc Rodr¨ªguez, tronchante en las escenas de sacrificio ritual con trozos de pizza.
A la salida de la funci¨®n de estreno, los comentarios fueron de lo m¨¢s dispares. Hab¨ªa quienes, hartos de modernidades esc¨¦nicas, opinaban que el conjunto es una bazofia. Otros aseguraban que s¨®lo hab¨ªan visto un par de destellos de genialidad. Y despu¨¦s est¨¢bamos unos cuantos con la sonrisa a¨²n en los labios. Y es que no s¨®lo hay destellos de genialidad en la pieza, en la construcci¨®n de una trama que busca partir de cero para rearmar una sociedad que repite mecanismos, sino que la puesta en escena sabe pillarle el ritmo y sacarle el m¨¢ximo partido a lo que parece una chorrada. Al final, como dice uno de los personajes, "s¨®lo nos queda la realidad. Vendr¨¢n d¨ªas mejores". Queda, pues, cierta esperanza. Mientras tanto, nos vamos a divertir.
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