El tesoro escondido de Finca Vig¨ªa
La apertura de los archivos de su villa cubana revela a un Hemingway popular y perfeccionista
En 1957 el periodista Milt Machlin lleg¨® al poblado de San Francisco de Paula y se col¨® en Finca Vig¨ªa sin pedir permiso. Tra¨ªa un encargo de la revista Argosy y no hizo ruido al recorrer los cien metros que separan la carretera de la casa que fue el hogar de Ernest Hemingway en La Habana durante 21 a?os. Toc¨® a la puerta. Dentro se escuch¨® "un doloroso bramido: '?Qu¨¦ demonios quiere?". Machlin le explic¨® que buscaba una entrevista. "?Para qu¨¦ demonios piensa que me he venido a vivir aqu¨ª? -pregunt¨® Papa, y sin m¨¢s dilaci¨®n respondi¨® a su propia pregunta- ?Para alejarme de mal nacidos como usted!".
En el pr¨®logo de Hemingway en Cuba, del escritor Norberto Fuentes, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez cita palabras del propio novelista norteamericano para explicar por qu¨¦ se mud¨® a Finca Vig¨ªa en 1940: "Uno vive en esta isla porque para ir a la ciudad no hace falta m¨¢s que ponerse los zapatos, porque se puede tapar con papel el timbre del tel¨¦fono para evitar cualquier llamada, y porque en el fresco de la ma?ana se trabaja mejor y con m¨¢s comodidad que en cualquier otro sitio. Pero esto es un secreto profesional".
Garc¨ªa M¨¢rquez anot¨®: "No necesitaba advertirlo, pues ya casi nadie ignora que el lugar donde se escribe es uno de los misterios insolubles de la creaci¨®n literaria".
Finca Vig¨ªa fue el lugar m¨¢gico que Hemingway descubri¨® para escribir y su guarida cerca de la corriente del Golfo, "el Gran R¨ªo Azul", a 45 minutos de su casa, donde encontr¨® "la mejor y m¨¢s abundante pesca" que hab¨ªa visto en su vida. Tras su suicidio en Idaho, en abril de 1961, su cuarta esposa, Mary Welsh, viaj¨® a Cuba para recoger los manuscritos y enseres de valor, y don¨® al Gobierno cubano la casona con la mayor¨ªa de sus pertenencias.
Desde entonces aqu¨ª ha funcionado el Museo Finca Vig¨ªa, que atesora m¨¢s de 9.000 libros, revista y folletos -2.000 de ellos subrayados o con notas al margen del escritor-, adem¨¢s de objetos personales como su m¨¢quina de escribir Underwood, los trofeos de caza, el cu?o de I never write letters (Yo nunca escribo cartas), encima del escritorio de su secretaria, o el disco de Glenn Miller que dej¨® en el gram¨®fono...
Sin embargo, hasta el lunes pasado, miles de documentos personales durmieron en los archivos de esta villa campestre situada a 15 kil¨®metros del centro de La Habana. "Algunos aparecieron en el libro de Fuentes, pero la mayor¨ªa son desconocidos", asegura Ada Rosa Alfonso, directora del museo y una de las responsables de la conservaci¨®n y digitalizaci¨®n de los 3.194 documentos restaurados hasta el momento, que expertos e investigadores ya pueden consultar.
Hay verdaderas joyas. EL PA?S pudo acceder a ellas. En su mayor¨ªa cartas, postales, telegramas, fotograf¨ªas y manuscritos de Hemingway. La correspondencia que recib¨ªa era cuantiosa y muy curiosa. En mayo de 1956, le escribe un admirador desde Calella, en Catalu?a: "Siento no poder leer Por qui¨¦n doblan las campanas, otra de sus obras maestras (...), por no estar autorizada su venta en Espa?a".
Las solicitudes eran de todo tipo: en 1943, la Uni¨®n de Escritores Sovi¨¦ticos le pide que env¨ªe copia de sus discursos antifascistas para colaborar con la lucha contra el "vandalismo nazi"; un amigo le ruega desde M¨¦xico su gesti¨®n para que pueda entrar a EE UU un jugador espa?ol de pelota vasca, vetado por supuestos v¨ªnculos con la Falange; otro veterano de la Guerra Civil espa?ola -le escrib¨ªan muchos- le explica que su situaci¨®n personal es grave y le pide que le ayude.
Las cartas cruzadas con la joven condesa italiana Adriana Ivancich, 30 a?os menor que ¨¦l, tambi¨¦n son jugosas. "Papa, mi amor: gracias por tu regalo (...) eres siempre tan, tan; bueno, t¨² sabes. Estoy contenta de que te gustar¨¢ mi sue?o; me impresion¨® mucho. Esperemos que la vida se convierta en un sue?o por una vez", le escribe el 22 de enero de 1952, y se despide: "Un abrazo profundo como el mar".
"Para los investigadores, los documentos que ahora pueden consultar pueden arrojar luz sobre cosas que se cre¨ªa que eran de un modo y a lo mejor eran de otro, y servir para comprender mejor el legado de Hemingway", asegura Alfonso.
Entre los tesoros digitalizados, adem¨¢s de las cartas, est¨¢n: un gui¨®n de El viejo y el mar, sobre el que Hemingway hizo sus cr¨ªticas a algunas escenas y corrigi¨® o ampli¨® di¨¢logos; el ep¨ªlogo manuscrito de Por qui¨¦n doblan las campanas, que difiere del que se public¨®; y los c¨®digos para descifrar los mensajes en clave que enviaba desde el yate Pilar en la operaci¨®n de persecuci¨®n de submarinos nazis durante la II Guerra Mundial.
Pronto otros mil documentos se agregar¨¢n a las 3.200 p¨¢ginas y 3.000 fotograf¨ªas ya digitalizadas en colaboraci¨®n con el Consejo de las Ciencias Sociales de Estados Unidos -y que a partir del mes pr¨®ximo podr¨¢n consultarse en la biblioteca Kennedy de Boston-. Pero otras maravillas aguardan, para preservarse, un esc¨¢ner de alta tecnolog¨ªa para libros raros y valiosos. Por ejemplo -impresiona verlos- est¨¢ el pasaporte que Hemingway utiliz¨® durante la Guerra Civil espa?ola, con todos los cu?os de entrada y salida, antes de la debacle. Y el cuaderno de bit¨¢cora escrito a l¨¢piz por Papa durante la ¨²ltima traves¨ªa que hizo junto a su patr¨®n Gregorio en el yate Pilar. All¨ª est¨¢ registrado el peso y tama?o del ¨²ltimo pez espada que captur¨® antes de morir. Y el ¨²ltimo temporal a que se enfrent¨® en el Gran R¨ªo Azul.
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