Europa necesita una sola voz
La Uni¨®n Europea no logra superar las pruebas de Gaza y de la crisis del gas. En pol¨ªtica exterior, est¨¢ m¨¢s d¨¦bil y dividida que nunca. ?Por qu¨¦ no somos capaces de hacer las cosas bien?
D¨¦bil, dividida, incoherente, hip¨®crita e irritante: as¨ª se oye calificar en privado a la UE en Pek¨ªn y Washington. Y los hechos de la primera semana de 2009 indican que nuestros cr¨ªticos tienen toda la raz¨®n.
F¨ªjense en qu¨¦ l¨ªo estamos. Europa afronta dos graves crisis que ponen en peligro nuestros intereses y nuestros valores. La guerra de Gaza es una negaci¨®n de todos los principios que Europa asegura representar. Afecta directamente a nuestros intereses, entre otras cosas porque la ¨²ltima oleada de sufrimiento palestino (a la que contribuye la propia direcci¨®n palestina, dividida e irresponsable) exacerbar¨¢ a¨²n m¨¢s la ira de los musulmanes que viven en Europa. En cuanto a la disputa entre Rusia y Ucrania por el gas, ya ha hecho que los ancianos de varios Estados miembros de la Uni¨®n Europea est¨¦n pasando fr¨ªo en sus viviendas por falta de calefacci¨®n. Si evitar que nuestra gente muera de fr¨ªo no es un inter¨¦s vital, que me lo expliquen. Adem¨¢s de que esta situaci¨®n es tambi¨¦n una burla de los ideales europeos de resoluci¨®n de conflictos mediante negociaciones pac¨ªficas y bajo el imperio de la ley.
Incoherente, hip¨®crita e irritante: as¨ª se oye calificar en privado a la UE en Pek¨ªn y Washington
Sarkozy tiene la sensaci¨®n de que ni Europa ni el mundo pueden vivir sin ¨¦l: 'L'Europe c'est moi'
?Y c¨®mo reacciona Europa? Para nuestro gran rid¨ªculo, en Oriente Pr¨®ximo ha estado representada no por una sino por dos misiones separadas: una oficial de la UE, encabezada por el ministro checo de Exteriores -dado que la Rep¨²blica Checa acaba de tomar el relevo de Francia en la presidencia de la UE, todav¨ªa bajo el r¨¦gimen de rotaci¨®n cada seis meses-, y otra formada por el rey emperador Nicolas Sarkozy, que claramente ha disfrutado tanto siendo presidente europeo durante los seis ¨²ltimos meses que tiene la impresi¨®n de que ni Europa ni el mundo pueden vivir sin ¨¦l. Para adaptar la frase de Luis XIV, "L'Europe, c'est moi".
En un momento en el que Estados Unidos est¨¢ suspendido entre un presidente saliente que no est¨¢ dispuesto a hacer nada para detener la matanza y un presidente entrante que siente que no puede actuar a¨²n, Europa tiene la oportunidad de demostrar qu¨¦ puede hacer. Y aqu¨ª est¨¢: d¨¦bil, dividida y tan irritante, pomposa y llena de autobombo como a principios de los noventa, cuando el ministro de Exteriores de Luxemburgo lleg¨® a una Yugoslavia en plena desintegraci¨®n y proclam¨®: "Ha llegado la hora de Europa". Como los Borbones, la Uni¨®n Europea parece no haber olvidado nada y no haber aprendido nada. La exigencia de alto el fuego inmediato de la UE se ha visto acogida con el rechazo. A Sarkozy hay que reconocerle que, por lo menos, ha trabajado urgentemente con el Estado lim¨ªtrofe con el sur de Gaza, Egipto, para elaborar un plan concreto. No obstante, en el caso de que Israel acepte una versi¨®n del plan egipcio, lo har¨¢ por sus propios motivos operativos y de pol¨ªtica interna y porque Washington ejerza presiones reales.
?Ach Europa!, suspiraba el escritor alem¨¢n Hans Magnus Enzensberger hace unos 20 a?os, con afecto y exasperaci¨®n. ?Ach Europa!, grito yo en 2009, con m¨¢s indignaci¨®n que tristeza. Aunque el sufrimiento humano causado por la disputa del gas entre Rusia y Ucrania es menos grave que el de Gaza, el fracaso europeo en este caso es todav¨ªa m¨¢s imperdonable. Europa, por m¨¢s poder econ¨®mico que tenga, no puede impedir la tragedia de Gaza sin la ayuda de Estados Unidos. En el caso del gas ruso, la situaci¨®n es distinta. Si hubi¨¦ramos hecho lo que llevan pidiendo los expertos desde la ¨²ltima obstrucci¨®n del gasoducto ruso y hubi¨¦ramos empezado a crear un mercado ¨²nico europeo de gas natural, si los 27 Estados miembros de la UE tuvieran siempre una misma postura frente a Rusia y Ucrania, nunca habr¨ªamos llegado a encontrarnos en esta miserable circunstancia. Ahora, cuando oigo a las autoridades de la Comisi¨®n Europea sacando pecho y protestando -esto es "inaceptable", dicen, "Rusia debe..."-, no s¨®lo doy por descontada la reacci¨®n de desprecio de Gazprom y Vladimir Putin, sino que, en mi fuero interno, casi la comparto.
?Por qu¨¦ los europeos no podemos hacer las cosas como es debido en nuestras relaciones con el resto del mundo? En nuestro continente hemos hecho grandes cosas: hemos completado casi del todo la ampliaci¨®n m¨¢s ambiciosa en la historia de la Uni¨®n y acabamos de celebrar el d¨¦cimo aniversario del euro. En pol¨ªtica exterior hemos avanzado poco desde hace un decenio. Y el tiempo no est¨¢ de nuestra parte. A medida que ascienden potencias como China e India, el poder relativo de Europa disminuye de forma inevitable, as¨ª que unir nuestros recursos no es, en cierto modo, m¨¢s que la ¨²nica forma de mantenernos a su altura. El calentamiento global y la proliferaci¨®n nuclear no van a esperar a que acabemos nuestros interminables debates internos.
Hay dos elementos clave para que hagamos las cosas bien: el institucional y el pol¨ªtico. En los ¨²ltimos 10 a?os hemos prestado demasiada atenci¨®n al institucional y demasiado poca al pol¨ªtico. Las instituciones son importantes. Con todos sus defectos, Sarkozy ha demostrado, en el ¨²ltimo semestre, el efecto que puede tener un presidente en¨¦rgico y seguro de s¨ª mismo en representaci¨®n de Europa. Ser¨ªa todav¨ªa mejor contar con un presidente y un alto representante nombrados para un periodo m¨¢s largo, tal como se prev¨¦ en el Tratado de Lisboa. Y, aunque sea menos visible, tambi¨¦n ayudar¨ªa disponer de un solo "servicio de acci¨®n exterior" formado por funcionarios y diplom¨¢ticos que se encarguen de identificar sistem¨¢ticamente los intereses, valores e instrumentos europeos en todas las grandes cuestiones internacionales (Israel-Palestina, gas ruso, lo que sea).
Por eso, algunos dicen que estos hechos demuestran que verdaderamente necesitamos el Tratado de Lisboa y, por consiguiente, los irlandeses deben celebrar un segundo refer¨¦ndum que produzca la respuesta adecuada. Me parece una postura antidemocr¨¢tica en los principios y con pocas posibilidades de triunfar en la pr¨¢ctica. Si fuera irland¨¦s, esa actitud me parecer¨ªa intimidatoria y paternalista y, por tanto, me sentir¨ªa m¨¢s inclinado a decir "no". Lo que deber¨ªamos hacer es reflexionar sobre qu¨¦ cambios institucionales son necesarios para contar con una pol¨ªtica exterior m¨¢s eficaz y c¨®mo es posible ponerlos en marcha o a?adirlos a los tratados que componen la constituci¨®n de la UE.
Las instituciones, en definitiva, no son m¨¢s que instrumentos. Cuando existe voluntad pol¨ªtica, hay una v¨ªa institucional. Cuando no existe voluntad pol¨ªtica, los mejores ordenamientos institucionales del mundo no sirven para nada. A estas alturas es habitual que los grandes estadistas retirados -un recurso del que nuestro continente est¨¢ m¨¢s que dotado- se dediquen a lamentar la falta de "liderazgo" en la Europa de hoy (se da por sobrentendido que la situaci¨®n era mucho mejor en sus tiempos). Francamente, no me parece que nuestros dirigentes actuales sean tan malos. Es verdad que todos quieren pavonearse y destacar en el escenario mundial; ?qu¨¦ pol¨ªtico no quiere? El problema de fondo no est¨¢ en estas estrellas pol¨ªticas, sino en nosotros. Es culpa nuestra, porque premiamos su vanidad.
Mientras nosotros, los ciudadanos de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, no nos despertemos y exijamos a nuestros dirigentes que se aclaren las ideas, en inter¨¦s de todos y cada uno de nosotros, no tendr¨¢n ning¨²n incentivo pol¨ªtico para hacerlo. Puede que intelectualmente acepten (o no, en el caso de los conservadores brit¨¢nicos) los argumentos a largo plazo en favor de una Europa con una voz m¨¢s fuerte y coherente en el mundo, pero, mientras ocupen cargos electos, ese an¨¢lisis no significar¨¢ nada frente a las posibles ventajas pol¨ªticas a corto plazo.
Somos nosotros, los ciudadanos de Europa, los que debemos alterar ese c¨¢lculo de las ventajas. Eso significa abrir tambi¨¦n nosotros los ojos al peligroso mundo en el que vivimos: un mundo en el que ahora afrontamos una larga lucha para conservar el modo de vida relativamente pr¨®spero, libre y civilizado que hemos construido durante los ¨²ltimos 50 a?os. Hasta que los europeos no reunamos esas fuerzas, nuestros "amigos" norteamericanos, chinos y rusos tendr¨¢n verdaderos motivos para despreciarnos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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