?Hay alg¨²n pol¨ªtico en la sala?
En el boxeo, como en la vida, existe un placer mayor que asestar el golpe de gracia a un adversario sin aliento: verlo caer a nuestros pies. Hay muchas formas de renunciar al remate. Entre las m¨¢s elegantes que se recuerdan en un ring est¨¢ la finta que Muhammad Ali dibuj¨® ante George Foreman tras noquearle en El combate del siglo. Nadie mejor que Norman Mailer para narrar la derrota del coloso Foreman la noche del 30 de octubre de 1974 en Kinshasa: "Cay¨® como un mayordomo de sesenta a?os y un metro ochenta de estatura que acaba de recibir tr¨¢gicas noticias, s¨ª, fue un largo derrumbamiento de dos segundos durante los cuales el campe¨®n ca¨ªa por partes mientras Ali daba vueltas alrededor de ¨¦l, formando un c¨ªrculo estrecho y con la mano preparada para pegarle una vez m¨¢s, pero no hubo necesidad; fue una escolta completamente ¨ªntima hasta el suelo". Mailer paladeaba la escena mientras el comentarista televisivo David Frost gritaba muy cerca: "Lo que dijeron que era imposible acaba de suceder".
exactamente eso que David Frost proclam¨® aquella noche memorable fue lo que dijeron sobre ¨¦l quienes tres a?os m¨¢s tarde ve¨ªan a un peso ligero en el hombre que pretend¨ªa entrevistar al dimitido presidente estadounidense Richard Nixon. Parec¨ªa imposible que el fr¨ªvolo y parlanch¨ªn Frost, el showman brit¨¢nico de programas de variedades, tuviera alguna oportunidad de poner contra las cuerdas a Tricky Dick, Dick el tramposo, en un cara a cara televisado. Pero lo que parec¨ªa imposible volvi¨® a suceder. En la ¨²ltima de las cuatro entrevistas pactadas, y aunque s¨®lo fuera durante unos segundos, Frost logr¨® que el tozudo y arrogante grandull¨®n volviera a sudar por el labio superior como hizo ante John Fitzgerald Kennedy en el debate electoral de 1960 y soltara aquello de: "Cuando es el presidente quien comete un acto ilegal, eso quiere decir que no es ilegal". Fue entonces cuando un implacable primer plano dej¨® grabado para siempre el semblante inconfundible de los que se sienten cerca de besar la lona.
la emoci¨®n de la pol¨ªtica como un duelo. De eso trata la nueva pel¨ªcula de Ron Howard, El desaf¨ªo, Frost contra Nixon, donde se recrean las entrevistas que el ex presidente concedi¨® al presentador brit¨¢nico en 1977 a cambio de 600.000 d¨®lares. De eso, y de las negociaciones y tensiones previas al careo televisivo, de las presiones desde el gabinete de lameculos de Nixon, de los tit¨¢nicos esfuerzos de Frost por vender su historia a cadenas y anunciantes y tratar de convencerles de su credibilidad... Guiada por un trepidante tono de falso documental, esta adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la obra teatral de Peter Morgan estrenada en agosto de 2006 en el West End londinense, cuenta con los mismos actores que dieron vida a Nixon y a Frost sobre las tablas: Frank Langella, fiel rostro del ocaso del desdichado mandatario incapacitado para las relaciones sociales, y un no menos cre¨ªble Michael Seen. Con fecha de llegada a las pantallas espa?olas para el pr¨®ximo 13 de febrero, se trata de uno de los filmes de tintes pol¨ªticos que han visto la luz en Estados Unidos a finales del a?o pasado al calor de las elecciones presidenciales.
Ya sea en la piel de gobernantes para olvidar o de l¨ªderes revolucionarios, pasando por activistas inolvidables, la pol¨ªtica conquista las pantallas de camino a los Oscar; en algunos casos, con nominaciones a los premonitorios Globos de Oro. Acompa?an a El desaf¨ªo, Frost contra Nixon en este viaje los biopic de Harvey Milk, el primer activista gay en ocupar un cargo pol¨ªtico en EE UU; del presidente saliente George W. Bush o de Ernesto Guevara, Ch¨¦, cuya segunda entrega, Guerrilla, dirigida por Steven Soderbergh e interpretada por Benicio del Toro, tiene previsto su estreno en Espa?a a finales del pr¨®ximo mes de febrero. "Estas pel¨ªculas que tratan asuntos relacionados con la pol¨ªtica suelen gozar del favor del p¨²blico porque ense?an lo que pasa bajo la alfombra del poder", reflexiona Rom¨¢n Gubern, catedr¨¢tico em¨¦rito de Comunicaci¨®n Audiovisual de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona. "En algunas, como Il Divo [demoledora caricatura del ex primer ministro italiano Giulio Andreotti estrenada el a?o pasado], pareces invitado a poner el ojo en la cerradura y descubrir los pactos, la porquer¨ªa, la sinvergonzoner¨ªa".
Tras inspirar a Hollywood durante los ¨²ltimos a?os a la hora de retratar las nefastas consecuencias de su aventura iraqu¨ª en t¨ªtulos como En el valle de Elah, Leones por corderos, Redacted o Fahrenheit 9/11, George W. Bush ha entrado ahora en el punto de mira de Oliver Stone. Aficionado a seguir, con desigual fortuna, la estela de personajes como JFK, Nixon, Fidel Castro o, en la actualidad, al mandatario venezolano Hugo Ch¨¢vez, el cineasta asegura haberse centrado durante el rodaje de W (pendiente de estreno en Espa?a) "en la mentalidad de este hombre". El filme intenta analizar c¨®mo un holgaz¨¢n ex alcoh¨®lico llega a convertirse en el hombre m¨¢s poderoso del planeta, pero la cr¨ªtica estadounidense ya le ha reprochado su omisi¨®n de las m¨¢s que controvertidas elecciones de 2000 y haber parado la cinta antes de su reelecci¨®n.
Quiz¨¢ esa ampliaci¨®n del recorrido habr¨ªa permitido a Stone ahondar en la decadencia de la era neocon, a cuyos m¨¢ximos exponentes Wall Street parece invitar ahora a tragarse su lenguaje libremercadista; entre ellos, compa?eros indispensables de las peripecias de Bush junior como Dick Cheney, interpretado en W por un soberbio e inquietante Richard Dreyfuss. "Controlar Ir¨¢n, Eurasia, controlar el mundo. Imperio, verdadero imperio", susurra al o¨ªdo de Josh Brolin, caracterizado para la ocasi¨®n como un incauto con complejo de Edipo. "Bush, con esa imagen de cowboy, de tipo duro, seguir¨¢ dando juego en el cine", vislumbra Rom¨¢n Gubern. "Toda su gesti¨®n, su manera de empezar el mandato como ultraliberal y terminar autorizando la compra estatal de bancos, o esc¨¢ndalos como Guant¨¢namo son s¨®lo la punta del iceberg de la pol¨ªtica de lo inconfesable, de la guerra sucia y de la trastienda, legitimada a partir del 11-S".
Desde el polo opuesto a la trampa y la mentira, Mi nombre es Harvey Milk (Gus Van Sant), estrenada el pasado 9 de enero en Espa?a, recorre los ¨²ltimos ocho a?os de vida de un legendario activista por los derechos de los homosexuales y concejal de distrito de San Francisco. Sean Penn bucea con su habitual efectividad en las entra?as de Harvey Milk para interpretar al l¨ªder de la comunidad gay del barrio de El Castro. Un s¨ªmbolo de la lucha contra la intolerancia y el fanatismo. Un defensor de la igualdad de derechos civiles cuando defenderla te pod¨ªa costar la vida. ?l lo sab¨ªa. Por eso dej¨® grabada en una cinta magnetof¨®nica su frase m¨¢s famosa: "Si una bala atravesara mi cerebro, dejad que esa bala destruya las puertas de todos los armarios". El concejal Dan White acab¨® con su vida a balazos el 27 de noviembre de 1978.
Entre todas estas nuevas semblanzas cinematogr¨¢ficas, ninguna femenina. Hillary Clinton pudo haberse convertido en caza mayor para Hollywood, pero es el turno de Barack Hussein Obama, el gobernante que ya ha escrito su propio gui¨®n en dos libros autobiogr¨¢ficos. Se admiten apuestas sobre qui¨¦n ser¨¢ el primero en hincarle el diente a la vida y milagros del primer presidente negro de Estados Unidos. Carnaza no va a faltar. Ya lo dej¨® escrito Mailer, cronista y p¨²gil, al hilo de la ca¨ªda de Nixon en 1974: "?Qu¨¦ curiosa es nuestra democracia, qu¨¦ misteriosa! No hay novelista capaz de desarrollar un relato con la misma eficacia".
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