"?Es usted Le¨®nidas Vargas?"
Con silenciador y a sangre fr¨ªa, dos sicarios asesinaron en el hospital 12 de Octubre de Madrid a uno de los grandes 'capos' colombianos. ?sta es la reconstrucci¨®n del crimen
Para algunos profesionales, el asesinato no est¨¢ re?ido con la buena educaci¨®n. "?Es usted Le¨®nidas?", pregunt¨® el sicario con un marcado acento suramericano al hombre que estaba despierto en la habitaci¨®n 537 del hospital 12 de Octubre. El paciente, de unos 60 a?os, contest¨® que ¨¦l no era y se?al¨® a su compa?ero de cuarto, que estaba dormido en la cama de al lado. El sicario le orden¨® entonces que se diera la vuelta, sac¨® una pistola con silenciador y dispar¨® al menos cuatro veces contra el hombre que dorm¨ªa. Luego desapareci¨® sin dejar ni rastro. Un trabajo perfecto.
Le¨®nidas Vargas Vargas, de 59 a?os, sab¨ªa que eso pod¨ªa ocurrir en cualquier momento porque ¨¦se es el final escrito para muchos narcotraficantes colombianos que llegan a lo m¨¢s alto en el negocio de la droga; lo mismo que le ocurri¨® a sus jefes del cartel de Medell¨ªn: Pablo Escobar y Gonzalo Rodr¨ªguez Gacha. ?l hab¨ªa llegado a la cima como jefe del cartel de Caquet¨¢. Las autoridades colombianas le consideraban due?o de gigantescos laboratorios de droga para producir coca¨ªna en las selvas del sur de Colombia. En sus buenos tiempos era conocido como El rey del Caquet¨¢. Tambi¨¦n le llamaban Don Leo o El Viejo y su oficio le hab¨ªa llevado a inventarse otras identidades: Jos¨¦ Antonio Cort¨¦s Vaquero y Jos¨¦ Antonio Ortiz Mora. Con ninguna de ellas ten¨ªa antecedentes en Espa?a. En los archivos policiales s¨®lo constan dos delitos: la falsificaci¨®n de un pasaporte en 2006 y el traslado de media tonelada de coca¨ªna oculta en un contenedor de pi?as hasta el puerto de Valencia.
Las c¨¢maras de seguridad captaron a los dos sicarios en el centro m¨¦dico
"Estate callado", dijo el pistolero al otro paciente antes de salir
Las primeras pistas apuntan a la competencia de Vargas en Colombia
Nadie en el hospital sab¨ªa qui¨¦n era el paciente de la habitaci¨®n 537
?Qui¨¦n mat¨® a Le¨®nidas? Las primeras investigaciones apuntan a que fueron otros narcotraficantes colombianos, de la competencia, quienes hab¨ªan ordenado su ejecuci¨®n pocos d¨ªas antes. ?l no se sent¨ªa amenazado por los carteles rivales, seg¨²n hab¨ªa contado a su abogado. As¨ª que para sus asesinos no fue muy dif¨ªcil acceder a un hospital sin ninguna medida de seguridad especial.
Las c¨¢maras de vigilancia del centro hospitalario se?alan a dos hombres implicados en la ejecuci¨®n del pasado jueves. Ten¨ªan entre 25 y 30 a?os. Sobre las 19.30 entraron en el 12 de Octubre por la puerta principal. Los dos individuos, uno de estatura media y el otro algo m¨¢s bajo, ocultaban sus rostros con gorras y bragas militares. Subieron directamente hasta la quinta planta donde se hallan los pacientes con problemas cardiacos.
Uno de ellos esper¨® en el vest¨ªbulo, el otro entr¨® en el pasillo que da acceso a las habitaciones. Antes pregunt¨® a las enfermeras cu¨¢l era la habitaci¨®n de Le¨®nidas. Un paciente que deambulaba por el pasillo vio al hombre con la cara tapada por la gorra y la braga militar. "Debe hacer mucho fr¨ªo fuera", coment¨® a su mujer.
Unos 25 metros despu¨¦s, el sicario entr¨® en la habitaci¨®n y mat¨® al narco con una pistola del calibre 9 corto, un tipo de arma que fue muy utilizado hasta mediados del siglo pasado por militares y polic¨ªas, hasta que fue sustituida por el 9 mil¨ªmetros Parabellum. "Estate callado", dijo el pistolero al compa?ero de habitaci¨®n antes de salir.
Luego los dos hombres bajaron tranquilamente a la calle, donde supuestamente les esperaba un tercero. Vest¨ªan cazadoras anchas oscuras y pantalones vaqueros, llevaban las gorras puestas y miraban en todo momento al suelo para evitar ser reconocidos.
Para entonces, el pasillo de cardiolog¨ªa era ya un hervidero de enfermeras cruz¨¢ndose y pidiendo ayuda para salvar a Le¨®nidas. Era tarde. Los disparos hab¨ªan sido hechos con una precisi¨®n que no permit¨ªa reanimaci¨®n. Uno de ellos entr¨® por la mand¨ªbula y se aloj¨® en el cerebro. Otros dos dieron en la arteria car¨®tida interna y un cuarto proyectil se aloj¨® en la base del coraz¨®n.
La habitaci¨®n 537 estaba te?ida de sangre. En la cama contigua a la de Le¨®nidas, el paciente al que los sicarios hab¨ªan mandado mirar para otro lado, estaba en estado de shock. Una enfermera apret¨® la alarma para avisar al m¨¦dico de urgencias que se encontraba en ese momento en una UVI, varias plantas m¨¢s abajo. Cuando lleg¨®, Vargas ya estaba muerto y sus asesinos fuera del hospital.
Lo siguiente fueron dos horas de desconcierto en el 12 de Octubre. La noticia recorri¨® todas las plantas del centro y no hubo paciente o familiar que no se enterase de que en la quinta se hab¨ªan cargado a un capo de la droga. Pero nadie vio nada. La polic¨ªa sell¨® el edificio e impidi¨® la entrada de todo aquel que no fuera familiar, enfermo o personal del hospital. Los agentes mandaron cerrar las puertas de acceso a las escaleras y bloquear los ascensores.
En una sala cerca de la entrada principal, varios m¨¦dicos de la direcci¨®n y los empleados de seguridad miraban en una pantalla las im¨¢genes grabadas por las c¨¢maras de seguridad. La prensa se enter¨® y acudi¨®, como en otras ocasiones, a ver qu¨¦ rascaba en la escena del crimen. Poca cosa. Pero los periodistas colombianos all¨ª presentes conoc¨ªan a Vargas. Es un capo famoso. Uno de los 19 m¨¢s importantes. Adem¨¢s de su relaci¨®n con Escobar y Rodr¨ªguez Gacha, el Viejo tuvo negocios con las FARC: armas, aparatos de comunicaci¨®n, pistas de aterrizaje y despegue clandestinas y protecci¨®n de laboratorios de coca¨ªna. Pero el idilio no dur¨® siempre, y en 1986 fue secuestrado en la hacienda La Granja por el Bloque sur de la guerrilla.
Los a?os siguientes son una mezcla de ¨®rdenes de captura y detenciones. Hasta que en 1995, a Vargas le caen 22 a?os de prisi¨®n. Ni siquiera en la c¨¢rcel, abandon¨® los titulares de los peri¨®dicos. En marzo de 1997, mientras estaba preso, sufri¨® un atentado con bomba en el pabell¨®n de m¨¢xima seguridad de la Penitenciar¨ªa Central de la Picota, en el centro del pa¨ªs. Gajes del oficio.
En Espa?a, Le¨®nidas Vargas fue detenido en Madrid en 2006 bajo el nombre falso de Jos¨¦ Antonio Ortiz Mora, con un pasaporte venezolano en un hotel de la capital. Ven¨ªa de asistir al Mundial de f¨²tbol de Alemania y buscaba en Espa?a una cura a su enfermedad. Los investigadores comprobaron que la documentaci¨®n que llevaba encima era falsa y lo arrestaron por ese motivo. Despu¨¦s, su imputaci¨®n fue ampliada hasta el tr¨¢fico de drogas por los 500 kilos de coca¨ªna que fueron decomisados ocultos en pi?as en el puerto de Valencia.
El juicio contra Vargas tuvo que retrasarse por sus problemas pulmonares. El fiscal ped¨ªa para ¨¦l 24 a?os de c¨¢rcel por los delitos contra la salud p¨²blica (narcotr¨¢fico) y la falsificaci¨®n documental. Vargas empezaba a hacer honor a su apodo de El Viejo. Hab¨ªa sobrevivido a muchos de sus colegas de profesi¨®n, pero tras su paso por las prisiones de Alcal¨¢ Meco y Navalcarnero, su estado empez¨® a empeorar y consigui¨® la libertad provisional atenuada.
Ayer, al anat¨®mico forense s¨®lo acudi¨® su hija acompa?ada de dos amigas. Las tres bajaron de un Mercedes oscuro. Bien vestidas, muy serias, atentas en todo momento a las informaciones que les dieron los forenses. Las amigas, con gorra. Ella, con su melena rubia recogida. Ven¨ªan a por el cad¨¢ver de El Rey para llevarlo de vuelta a Caquet¨¢. No quisieron a?adir nada a la cr¨®nica negra escrita durante a?os por su padre. Seg¨²n fuentes policiales, el fallecido resid¨ªa con su hija. Hab¨ªa ingresado en el hospital a principios de las fiestas navide?as, alrededor del d¨ªa 23 de diciembre. Necesitaba un aparato dispensador de ox¨ªgeno que deb¨ªa ser calibrado de forma peri¨®dica en el hospital.
En ese centro, el 12 de Octubre, nadie sab¨ªa qui¨¦n ocupaba la habitaci¨®n 537. Nadie ten¨ªa ni idea de que el tipo grueso del respirador hab¨ªa sido uno de los grandes del negocio en Colombia, un hombre que se hab¨ªa codeado con los m¨¢s ilustres capos que en los a?os ochenta vistieron de sangre la cr¨®nica roja de los peri¨®dicos. Su enfermedad le concedi¨® muchos boletos para morir acostado, pero eso habr¨ªa sido poco para quien hab¨ªa lidiado con Escobar. Al Viejo le sorprendi¨® una extra?a forma de morir en la cama.
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