Ver, imaginar, sentir, el dolor ajeno
Mill¨®n y medio de palestinos padecen el asedio en el gueto de Gaza. Entretanto, los pol¨ªticos de Israel proclaman su indiferencia ante los sufrimientos de los sitiados. Esto s¨®lo puede producir m¨¢s violencia
S¨®lo da?amos a los dem¨¢s cuando somos incapaces de imaginarlos", le¨ª en alg¨²n libro, no s¨¦ si de Todorov o de Carlos Fuentes. La frase se refer¨ªa a gestas lejanas, como fueron la Conquista espa?ola de Am¨¦rica o las guerras coloniales europeas del siglo XIX, cuando las crueldades de aqu¨¦llas, sufridas por pueblos "inferiores", se revest¨ªan con un nimbo de altruismo y heroicidad: misi¨®n evangelizadora o aportaci¨®n de las luces de la civilizaci¨®n a su barbarie y atraso.
Las cosas son hoy distintas. Ya se trate de guerras de agresi¨®n, ya de supuestamente defensivas e incluso preventivas, las im¨¢genes del da?o causadas por ellas nos llegan directamente a domicilio. Asistimos en nuestra casa a las atrocidades de los bombardeos, a la muerte casi en directo de mujeres y de ni?os, al martilleo continuo de poblaciones aterrorizadas. La vista sobrecogedora de ruinas, cad¨¢veres, desesperaci¨®n de los pr¨®ximos a las v¨ªctimas, puede ser captada no obstante sin que imaginemos los sentimientos de impotencia, rabia o dolor ajenos, sin que nos pongamos en la piel de quienes los sufren. El rechazo voluntario o inducido al reconocimiento del da?o que causamos es a menudo producto de la ansiedad, del horror a nuestro propio pasado, de temores ancestrales a su reiteraci¨®n en lo por venir. Matamos por miedo, atrapados en una espiral de zozobra, recelo e impulsos agresivos de la que es dif¨ªcil escapar. A causa de ello dejamos que la fuerza de la raz¨®n ceda paso a la raz¨®n de la fuerza. No nos sentimos culpables del mal que infligimos en funci¨®n del que pudiera abatirse sobre nuestras cabezas. La l¨®gica del temor / castigo / temor no tiene fin, pero la angustia y la confianza ciega en la propia fuerza son malas consejeras.
Ya Sharon formul¨® as¨ª un programa de acci¨®n: "Los palestinos deben sufrir mucho m¨¢s"
Me viene a la memoria la frase de Marek Halter: "Tengo miedo por Israel e Israel me da miedo"
Escribo esto a prop¨®sito de Gaza. ?Era necesaria tal exhibici¨®n de prepotencia militar para poner fin al lanzamiento de cohetes artesanales a Sdirot y a otras localidades israel¨ªes cercanas a la franja? El asedio por tierra, mar y aire a un mill¨®n y medio de personas hambrientas y que claman venganza, ?conduce a una resoluci¨®n del problema securitario de Israel o, m¨¢s previsiblemente, lo agrava? ?Era la ¨²nica opci¨®n sobre el tapete despu¨¦s del minigolpe de Estado de Ham¨¢s contra la desacreditada Autoridad Palestina, como repiten a diario los portavoces militares y gubernamentales del Estado hebreo? La comunidad internacional, salvo los halcones de Bush, piensa lo contrario.
Machacar, machacar y machacar no garantiza el futuro de Israel: lo enclaustra en una mentalidad asediada que a largo plazo juega contra ¨¦l. Sembrar el odio y el af¨¢n de revancha refuerzan, al rev¨¦s, a Ham¨¢s, Hezbol¨¢, y a sus mentores iran¨ªes y sirios. ?No es contradictorio alegar la leg¨ªtima defensa del Estado jud¨ªo contra "los lobos" que le rodean (empleo la terminolog¨ªa de un conocido analista norteamericano) y fomentar al mismo tiempo la proliferaci¨®n infinita de estos "lobos" con una pol¨ªtica de asfixia y destrucci¨®n de todas las infraestructuras civiles de la franja, incluidas escuelas, mezquitas, edificios administrativos y centros de acogida para refugiados de Naciones Unidas?
No basta con ver el destrozo cruel en los noticiarios televisivos para ponerse en la piel del da?o infligido al otro: a estos centenares de miles de j¨®venes de la franja, indignados por la pat¨¦tica incapacidad de Abb¨¢s y la complicidad en su desdicha de supuestos pa¨ªses hermanos, como el Egipto de Mubarak. Cualquier observador extranjero comprobar¨¢ el efecto inverso del encarnizamiento que convierte a este gueto infame en un aut¨¦ntico infierno: desde la frase de un profesor, laico por m¨¢s se?as, reproducida en uno de mis reportajes sobre Gaza de la pasada d¨¦cada -"mire a los j¨®venes de los campos. Viven apretujados, sin trabajo, distracciones, posibilidades de emigrar ni de fundar una familia. Poco a poco se sienten morir en vida y su coraz¨®n se transforma en bomba. Y un d¨ªa, sin avisar a nadie, correr¨¢n con un arma cualquiera a una operaci¨®n terrorista suicida. No les importa morir porque se sienten ya muertos"-, hasta la recogida por el corresponsal de este peri¨®dico el pasado d¨ªa 5 -"la gente apoya m¨¢s que nunca a Ham¨¢s porque ha llegado un punto en el que la vida y la muerte son casi lo mismo"-, los hechos confirman que el Plomo Endurecido no resuelve nada: dilata y dificulta in¨²tilmente la ya compleja y ardua resoluci¨®n del conflicto.
Confieso mi perplejidad ante un dislate como el que, tras la terrible frase de Sharon -"los palestinos deben sufrir mucho m¨¢s", formulada hace siete a?os a guisa de programa de acci¨®n-, un intelectual como Abraham Yehoshua la acepte hoy a su manera cuando, en estas mismas p¨¢ginas, afirmaba sin rubor que "la capacidad de sufrimiento de los palestinos es mucho mayor
". ?Se basa ello en un diagn¨®stico cient¨ªfico, en un psic¨®metro capaz de medir el dolor propio y ajeno? O ?no ser¨¢ m¨¢s bien reflejo de esta incapacidad de imaginar el padecimiento de los dem¨¢s, ya fueren jud¨ªos, indoamericanos, negros o palestinos? Una oportuna lectura de Todorov nos sacar¨ªa de dudas.
El aplastamiento de Gaza no responde a una estrategia bien meditada: se funda m¨¢s bien en una pol¨ªtica oportunista de rentabilidad electoral de cara a las pr¨®ximas elecciones parlamentarias, a costa de desvanecer las ¨²ltimas ilusiones de quienes, desde Oslo a Ann¨¢polis, creyeron en la posibilidad de una soluci¨®n dialogada, aunque desmentida a?o tras a?o, sobre el terreno, en los Territorios Ocupados: extensi¨®n imparable de la colonizaci¨®n, humillaciones diarias de los habitantes de Jerusal¨¦n Este y de Cisjordania, miseria y asfixia de Gaza, sobre todo despu¨¦s del triunfo electoral de Ham¨¢s, calificado de movimiento terrorista por Norteam¨¦rica y por una Uni¨®n Europea tr¨¢gicamente desunida e incapaz de desempe?ar el papel de mediador cre¨ªble que aconsejan las circunstancias.
El juego de separar el supuesto Estado palestino en dos entidades y de fragmentar el territorio cisjordano en bantustanes inviables perjudica ante todo al desacreditado Gobierno de Mahmud Abb¨¢s. Pues el radicalismo de una parte alimenta al de la otra y, con la excusa de no dialogar con los terroristas -obviando el hecho de que fueron democr¨¢ticamente elegidos- el ¨²nico "Estado democr¨¢tico" de la regi¨®n viola a diario las resoluciones de la ONU y desde?a ol¨ªmpicamente la reprobaci¨®n casi un¨¢nime de la opini¨®n p¨²blica internacional.
Me vienen a la memoria la frase de alguien tan poco sospechoso de parcialidad antiisrael¨ª como Marek Halter despu¨¦s de su visita a los Territorios Ocupados -"tengo miedo por Israel e Israel me da miedo"- y las reflexiones de mi amigo Jean Daniel sobre la paradoja hist¨®rica de que Israel -creado por los padres del movimiento sionista con el objetivo de constituir un Estado como los dem¨¢s-, act¨²a desde 1967 como un Estado diferente de los dem¨¢s, en la medida en que se sit¨²a deliberadamente al margen de la comunidad internacional que reconoci¨® su existencia hace 60 a?os. La falta de imaginaci¨®n respecto al dolor de los palestinos -la capacidad ¨¦tica y, a fin de cuentas, humana de ponerse en su lugar- le encierra en un callej¨®n sin salida: el de golpear m¨¢s y m¨¢s duro a sus enemigos, tanto a los que se niegan a aceptar la realidad con su infausta ret¨®rica e insostenibles bravatas -las de "arrojar a los jud¨ªos al mar"- como a los que aspiran a una paz y a un horizonte compartidos mediante el retorno a la llamada l¨ªnea verde, conforme a la resoluci¨®n 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Escucho, con esperanza y alivio, la voz de sus intelectuales disidentes, de esos hombres y mujeres resueltos a distanciarse de la unanimidad clamorosa que se?alan las encuestas por el ¨¦xito ef¨ªmero de la devastadora operaci¨®n militar en la franja. Son los disidentes laicos de uno y otro bando quienes abanderan la vuelta a la raz¨®n. Su a¨²n quim¨¦rico anhelo de paz, se basa en la esperanza de alcanzar alg¨²n d¨ªa un acuerdo pragm¨¢tico y justo. Simples seres humanos, ven, imaginan y sienten el da?o que infligen a los otros y que no quieren para s¨ª mismos. En la l¨ªnea ejemplar de Edward Said, desarraigado a la fuerza desde su ni?ez palestina, se niegan a echar ra¨ªces, como los ¨¢rboles en el suelo de la opresi¨®n. Quieren ser el viento y el agua, como todas las cosas que fluyen en la constante mutabilidad del r¨ªo de Her¨¢clito. ?Ojal¨¢ un d¨ªa, m¨¢s temprano que tarde, la historia les d¨¦ la raz¨®n!
Juan Goytisolo es escritor.
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