El telecine
Durante estas navidades me dediqu¨¦ a practicar el mal del cr¨ªtico; a saber: ver en DVD series televisivas que no ve nadie y que, por lo tanto, el cr¨ªtico tiende a considerar lo mejor del mundo. As¨ª cayeron a grandes dosis 24 horas, Mad men, The office, The Wire, Cinco hermanos, Prison Break, H¨¦roes, Perdidos, El Ala Oeste de la Casa Blanca...
Es inexacto escribir que "no ve nadie"; pero s¨ª es cierto que son minoritarias. Unas, porque se emiten en canales de pago; otras porque se ponen en cadenas abiertas, pero a horas intempestivas, en d¨ªas insospechados y en canales olvidados. Y con cortes publicitarios.
No es tan exagerado considerar estas series de lo mejorcito de la televisi¨®n, incluso creer que es el mejor cine que se hace hoy en d¨ªa, pero vistas as¨ª, de dos en dos cap¨ªtulos, o de tres en tres, aislados ante la peque?a pantalla y sin interrupciones; es decir, en unas condiciones que no se ve normalmente la televisi¨®n, aparato que lleg¨® a los hogares para sustituir al rosario y al brasero en su misi¨®n de reunir a la familia.
Todas la series citadas son un espect¨¢culo de ambientaci¨®n, gui¨®n, interpretaci¨®n, vestuario, m¨²sica... algo redondo de principio a fin. Pero no triunfan como debieran por su calidad. En una de esas sesiones, el mando a distancia se dispar¨® de la extraordinaria Mad men a un escena del ¨²ltimo cap¨ªtulo de Sin tetas no hay para¨ªso. Aparec¨ªan los protas en un banco en medio de un parque, y era todo tan irreal que en lugar del drama final que estaban viviendo aquello parec¨ªa un mal chiste. Por supuesto, Sin tetas... se llev¨® todas las audiencias por delante. Algo hay que nos lleva a identificarnos m¨¢s con las penalidades de El Duque que con el presidente de la Casa Blanca.
Guste o no a los puretas, lo aut¨®ctono no admite competencia. Estamos m¨¢s cercanos a las reacciones testiculares de Los Serrano que a la fina psicolog¨ªa familiar de Cinco hermanos, a las chapuzas de Los hombres de Paco que a las de Los Soprano; a las tramas barriobajeras de A¨ªda que a las de Mujeres desesperadas. En el mundo de la globalizaci¨®n, al final, resulta que el secreto del triunfo es la localizaci¨®n.
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