Frenes¨ª sentimental

El director estadounidense Douglas Sirk afirmaba que uno de los objetivos de su trabajo sol¨ªa ser "doblegar historias". A menudo encargado de dirigir guiones ajenos cuya verosimilitud iba m¨¢s all¨¢ de toda l¨®gica, Sirk impuso en ellos un sello formal (intensidad del color, constantes movimientos de c¨¢mara, preponderancia de la m¨²sica, utilizaci¨®n de los primer¨ªsimos planos...) que, m¨¢s que otorgar coherencia a las historias rebajando la grandilocuencia interna, lo que hac¨ªa era imprimirles a¨²n m¨¢s vehemencia, llevando la pel¨ªcula hasta un esplendoroso terreno cercano a lo m¨ªstico gracias a la acumulaci¨®n de recursos.

El italiano Gabriele Muccino, desde la direcci¨®n, y el actor Will Smith, como impulsor de los proyectos por medio de la financiaci¨®n y de la imagen, parecen empe?ados en algo parecido: en un nuevo cine m¨ªstico para paladares poco (o nada) al¨¦rgicos al triunfo de lo melifluo, al triunfo de la bondad por encima de cualquier desavenencia; un estilo del que Siete almas, tras la exitosa En busca de la felicidad (2006), se configura como segunda tentativa.

Si en Obsesi¨®n (1954) la redenci¨®n moral de Rock Hudson pasaba por convertirse, partiendo desde cero y ya en la madurez, en el mejor cirujano oftalmol¨®gico del mundo s¨®lo para poder curar la ceguera causada a una mujer en un accidente, en Siete almas Will Smith supera la inveros¨ªmil prueba de Hudson con una serie de acciones cercanas al ¨¦xtasis espiritual. Basada en un gui¨®n del desconocido Grant Nieporte, la pel¨ªcula utiliza el recurso de la desestructuraci¨®n del continuo temporal, a la manera Guillermo Arriaga-Gonz¨¢lez I?¨¢rritu, otorg¨¢ndole as¨ª un elemento casi de suspense acerca de la naturaleza de las maniobras de su protagonista. Sin embargo, la redenci¨®n emprendida por el personaje principal nunca llega a ser moral, porque no hay trascendencia suficiente. S¨®lo es sentimental. Las canciones, la lluvia, el llanto en primer plano, los ralent¨ªs, la luz... Todo conduce a una apoteosis de lo cursi que, al menos, es absolutamente sincera. Muccino y Smith no disimulan: pretenden inundar la platea de l¨¢grimas apelando a la supuesta delicadeza de un espectador muy concreto. Y lo consiguen.