Verticalismo
El futuro de las ciudades se eleva hacia los rascacielos, un reto arquitect¨®nico que gana adeptos
Los arquitectos modernos pensaron el rascacielos asociado a la organizaci¨®n del trabajo, a las oficinas. De hecho el rascacielos protot¨ªpico de la modernidad es la expresi¨®n misma de dicha organizaci¨®n; la forma optimizada de archivar y conectar trabajadores que archivan y conectan datos. Esta reificaci¨®n de la burocracia, fuera de cualquier connotaci¨®n peyorativa, fue interpretada simb¨®licamente por los m¨¢s dotados, como Mies van der Rohe, a partir de prismas rectil¨ªneos de acero y vidrio, climatizados artificialmente, organizados como anillos en torno a un n¨²cleo de comunicaci¨®n. Edificios como el Seagram Building de Nueva York y en Espa?a el fabuloso BBV de S¨¢enz de Oiza dieron forma definitiva e imperecedera a esta concepci¨®n. Pero olvidaron (o no hab¨ªa llegado el momento a¨²n) las m¨²ltiples posibilidades que abre la construcci¨®n vertical y que hemos ido viendo multiplicarse en las ¨²ltimas d¨¦cadas con el crecimiento global de la econom¨ªa y la expansi¨®n demogr¨¢fica del sureste asi¨¢tico. Hoy la inmensa mayor¨ªa de los rascacielos que se construyen est¨¢n localizados en Asia, son residenciales, su estructura es de hormig¨®n y se ventilan naturalmente, careciendo de cualquier aura monumental: son un producto de consumo. Sin dramatismo puede decirse que todas las metr¨®polis contempor¨¢neas est¨¢n abocadas a la densificaci¨®n y hasta los alcaldes m¨¢s recalcitrantes empiezan a entender que es un instrumento con el que deben familiarizarse. Mientras tanto, muchos de los arquitectos europeos y americanos que hasta hace unos a?os monopolizaban esta tipolog¨ªa parecen estar abducidos por el car¨¢cter ic¨®nico que tiene y su discurso cerrarse en una verticalidad autorreferencial o a lo sumo representando al capital y sus excedentes, como si asisti¨¦ramos a una fase terminal y manierista de la historia de esta tipolog¨ªa.
Las construcciones verticales satisfacen las demandas sociales, culturales y demogr¨¢ficas
Los rascacielos promovidos en Madrid en los antiguos terrenos del Real Madrid, con la notable excepci¨®n del brillante ejercicio realizado por el estudio madrile?o Rubio y ?lvarez-Sala, han ca¨ªdo una vez m¨¢s en manos de arquitectos for¨¢neos de esa generaci¨®n que si bien deslumbr¨® ocasionalmente en los setenta lleva dos d¨¦cadas aburriendo a escala global, es decir, a ciudadanos y cr¨ªticos de todo el mundo (habr¨ªa que preguntar por qu¨¦ raz¨®n han sido ellos los elegidos en la ciudad reconocida por tener una de las mayores densidades de talento arquitect¨®nico del mundo) (y habr¨ªa que preguntarse si no habr¨¢ dejaci¨®n de sus obligaciones por parte de las autoridades que podr¨ªan haber promovido una nueva situaci¨®n en vez de dejarse vencer por presiones pol¨ªticas y comerciales). El escaso eco popular y profesional del resultado est¨¢ a la vista: con su cansino repertorio propio de una ciudad mediocre, sin capacidad de emocionar, en contraste con la visibilidad de la nueva escala introducida, muestra que algo se ha hecho mal -por no mencionar el absurdo destrozo del ¨²nico eje visual que ten¨ªa Madrid, ya emponzo?ado previamente por la gracia que nos dej¨® la oficina de Philip Johnson hace una d¨¦cada en la plaza de Castilla (Alex Wall dijo recientemente que Madrid hab¨ªa pasado de tener los rascacielos m¨¢s bellos de Europa en los setenta a los m¨¢s vulgares en los ochenta, incluidos Puerta de Europa y el sombrero de Col¨®n)-. Los madrile?os, entrenados en el estoicismo tras a?os de fragor constructivo, han aceptado resignados esta nueva y lamentable situaci¨®n. S¨®lo en Internet ha habido varios foros de discusi¨®n, a favor y en contra, de un cierto inter¨¦s, seguramente la primera vez que en Madrid se ha utilizado este medio para la cr¨ªtica urbana.
Pero la realidad por venir es tozudamente diferente. Nada m¨¢s lejos del vulgar episodio madrile?o que el futuro del rascacielos. En la actualidad el "verticalismo", la concepci¨®n del espacio y de la ciudad contempor¨¢nea en t¨¦rminos verticales, a¨²n no ha hecho m¨¢s que empezar. Estamos asistiendo a un apasionante proceso de transformaci¨®n. Hemos comenzado a pensar la ciudad -y las ciudades hist¨®ricas- desde posiciones que sustituyen eficazmente la bidimensionalidad del urbanismo por un nuevo verticalismo. Est¨¢ por ver si se trata de una forma complementaria o alternativa de pensar la ciudad (en planta o en tres dimensiones, urbanismo o verticalismo). En el trabajo profesional de las generaciones de 40 y 50 a?os, y en los m¨¢s j¨®venes, vemos florecer campus universitarios verticales, museos verticales, bibliotecas verticales, laboratorios verticales, fashion buildings verticales, parques verticales, centros deportivos verticales, as¨ª como combinaciones de todos ellos mezclados con tipolog¨ªas residenciales, hoteleras y de oficinas, a veces conformando verdaderas ciudades en las que la secci¨®n del edificio pasa a ser lo que la planta de la ciudad ha representado hasta hoy (mix-use buildings). Otros ejemplos mezclan torres con usos distintos pero con una misma l¨®gica formal, creando un grupo o racimo de torres (las denominadas bundle of towers), una alternativa eficaz y oportuna al gran mixed-use vertical en muchos contextos tiene la virtud de desplazar el inter¨¦s desde los objetos al aire que rodea a unos y a otros, al espacio que crean y a la forma en la que las nuevas construcciones interact¨²an con las existentes. Traslada por decirlo de una vez la carga ic¨®nica del objeto autobiogr¨¢fico al espacio p¨²blico, a la ciudad que generan.
Tambi¨¦n las ciudades hist¨®ricas pueden encontrar muchas soluciones a trav¨¦s de esta estrategia de infiltraci¨®n de peque?as torres, estrategia de "acupuntura" que, frente al boulevard del Par¨ªs haussmaniano, tiene el beneficio de la huella m¨ªnima con la m¨¢xima capacidad de transformaci¨®n. Mientras otras ciudades como Rotterdam, Par¨ªs o Tur¨ªn se plantean seriamente incrementar la densidad de su centro con esta estrategia (aprovechando huecos neutros con baj¨ªsima afecci¨®n a sus vecinos), las ciudades espa?olas, a pesar de las numerosas propuestas que han quedado recogidas en distintos concursos (de las que destacar¨ªa las de Federico Soriano), rumian a¨²n los beneficios de usar seriamente, constructivamente, en beneficio de la ciudad, sus espacios libres y sus equipamientos, las potencias abiertas por una concepci¨®n renovada de la verticalidad, un fen¨®meno universal que modifica rutinas y abre un espacio al optimismo y a la diferencia. Pol¨ªticos y arquitectos debemos atender a esta nueva floraci¨®n de rascacielos pues a?aden nuevas cualidades y enormes grados de libertad y capacidad de maniobra si son utilizados con fines p¨²blicos, dando lugar a formas de belleza cuya exploraci¨®n es seguramente uno de los temas centrales que tienen los arquitectos y las escuelas de arquitectura los pr¨®ximos a?os. La exitosa experiencia del rascacielos moderno centrada esencialmente en el negocio privado debe ser revertida repens¨¢ndola para el beneficio p¨²blico o para el acuerdo de ambos, ensay¨¢ndose nuevas modalidades de gesti¨®n urbana que prefiguren el futuro.
La incorporaci¨®n a esta revisi¨®n de las tipolog¨ªas institucionales y p¨²blicas, que llevaban un siglo ancladas a conformaciones decimon¨®nicas, de marcada horizontalidad, comienza a se?alar tambi¨¦n en el terreno institucional una cierta adaptaci¨®n. Al igual que debemos criticar el papanatismo de algunos l¨ªderes pol¨ªticos a la hora de contratar "arquitectos estrella", debemos aplaudir el magn¨ªfico fallo del concurso de la quinta pieza puesta en juego en el conjunto de las torres del Real Madrid (la ¨²nica p¨²blica), al premiar la valiente propuesta de Mansilla y Tu?¨®n, junto con Matilde Peralta, para un centro de convenciones en forma de disco que alcanza 120 metros de altura y contrapone toda la sabidur¨ªa de una nueva generaci¨®n de arquitectos a la rutina vertical m¨¢s anquilosada. M¨ªmesis de una propuesta pl¨¢stica de Olafur Eliasson -el artista favorito de los arquitectos hoy- cuyo objetivo era duplicar una puesta de sol, es en realidad una feliz autocita descontextualizada de un proyecto de los mismos autores, un pr¨¦stamo descontextualizado con habilidad -una cubierta cambiada de escala y puesta en vertical-, cuya audacia y feliz relaci¨®n con el resto del conjunto y en el horizonte madrile?o hablan por s¨ª mismas de la oportunidad y profesionalidad que este gesto implica (el proyecto se construir¨¢ los pr¨®ximos a?os, estando prevista su finalizaci¨®n en 2011).
Debe se?alarse el inter¨¦s de esta propuesta en crear un espacio peatonal, un parque, precisamente por su condici¨®n vertical, ganando ah¨ª la ciudad, gracias a las plusval¨ªas municipales generadas por las cuatro torres, no s¨®lo un centro de convenciones -en s¨ª mismo el negocio por excelencia de la ciudad- sino un espacio p¨²blico que completar¨¢ el equilibrio de fuerzas entre inter¨¦s privado y p¨²blico y dotar¨¢ de una cierta dignidad peatonal al conjunto.
El espacio p¨²blico que posibilita el verticalismo contempor¨¢neo m¨¢s estrat¨¦gico, con su peque?a huella sobre los lugares y la evidente sostenibilidad que proporciona utilizar de forma sinerg¨¦tica las distintas actividades de su secci¨®n, son factores que tienen un peso cada vez mayor en su aceptaci¨®n. El espacio p¨²blico generado hist¨®ricamente por el rascacielos -esa mezcla de calles comerciales y parques pintorescos que inaugur¨® la invenci¨®n de Central Park en Nueva York, con su capacidad para transformar el Midtown- contiene seguramente el c¨®digo gen¨¦tico del espacio p¨²blico contempor¨¢neo. ?rboles y rascacielos se alimentan mutuamente, haciendo de su amalgama uno de los verdaderos leitmotivs de la arquitectura contempor¨¢nea. Pensar en construcciones verticales es necesariamente pensar en nuevas modalidades de lo p¨²blico que den satisfacci¨®n a las nuevas demandas surgidas de los cambios sociales, culturales y demogr¨¢ficos potenciados por las metr¨®polis globales. El verticalismo es tambi¨¦n la estrategia que puede permitir a las ciudades hist¨®ricas europeas seguir ejerciendo su peso en un futuro de gran competencia que ya est¨¢ aqu¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.