El Lute camina otra vez
Escribe libros, da conferencias, pero su vida no escapa de los juzgados. El legendario ex convicto reclama ahora la nulidad del juicio por el que fue condenado a muerte en 1965
El locutorio de la c¨¢rcel de Carabanchel era de paredes blancas, angosto. En la parte de los presos no hab¨ªa sillas, el interno s¨®lo pod¨ªa acodarse en una especie de repisa para hablar a trav¨¦s de un ventanuco con rejas. Corr¨ªa el a?o 1965 y a El Lute, m¨ªtico preso de los a?os del franquismo, se le juzgaba por el asalto a una joyer¨ªa de la calle de Bravo Murillo y por el asesinato del guarda que muri¨® abatido por un disparo. A trav¨¦s del ventanuco, el juez militar le mostr¨® una lista con una cuarentena de militares para que el quinqui eligiera qui¨¦n quer¨ªa que le defendiera. Siguiendo los consejos de ¨²ltima hora que un carcelero compasivo le hab¨ªa dado camino del locutorio, El Lute espet¨® al juez que quer¨ªa un abogado de carrera para su defensa.
"He vivido un a?o con una especie de amnesia brutal, una depresi¨®n de caballo, pero no recurr¨ª a profesionales"
De sus or¨ªgenes a¨²n quedan algunas huellas. No hay m¨¢s que verle retorcer el cuello a una gallina
-?D¨¦jese de tonter¨ªas y elija ya a uno!, le grit¨® el juez.
El Lute no sab¨ªa leer. Era analfabeto, ten¨ªa 22 a?os, firmaba con el dedo. Pidi¨® al juez que le leyera la lista. El hombre empez¨® a enumerar y apareci¨® el nombre de Juan, Juan Carvajal. El suegro de Eleuterio se llamaba Juan, Juan Cubero, "un buen hombre, un pedazo de pan, inculto, pero buena gente", recuerda ahora el legendario ex convicto. El nombre de Juan le inspir¨® confianza. Y dijo: "?se".
Juan Carvajal result¨® ser un teniente chusquero sin formaci¨®n jur¨ªdica alguna que se atrancaba con los nervios cuando ten¨ªa que tomar la palabra ante el tribunal, que se cuadraba ante el fiscal, recuerda a sus 66 a?os Eleuterio S¨¢nchez, alias El Lute. Fue su defensor en el juicio en que fue condenado a muerte por la ley de bandidaje y terrorismo (en vez de por el c¨®digo penal) y ante un tribunal militar (en vez de uno civil). ?sta es la nueva batalla de El Lute. Que se declare la nulidad radical de aquel proceso. "Vamos a hacer un proceso al franquismo", declara mientras apura un caf¨¦ en un bar en los alrededores de la catedral de Sevilla. El Lute camina de nuevo.
Acaba de pasar los dos a?os m¨¢s dolorosos de toda su vida. Eso dice. Y eso que estuvo 18 a?os encarcelado en las prisiones franquistas. Su ex mujer, Carmen Ca?avate, le acus¨® en 2006 de malos tratos. "He vivido un a?o con una especie de amnesia brutal. Ten¨ªa una depresi¨®n de caballo, pero no he querido ir a los profesionales", confiesa. Hace un mes, la secci¨®n cuarta de la Audiencia Provincial de Sevilla declar¨® que la denuncia era falsa. La vida de Eleuterio parece irremisiblemente ligada a jueces, tribunales y guardias civiles.
Es un hombre de ojos hundidos en la profundidad de sus ¨®rbitas, de voz ligeramente agrietada, levemente velada; carraspea constantemente; hay en su mirada un poso de tristeza. El lenguaje de su discurso, preciso y cultivado, hace que resulte dif¨ªcil imaginar que naci¨® en una chabola un 15 de abril de 1942, en el barrio salmantino de Los Pizarrales. Su madre Serafina, sorda y muda, dio a luz ayudada por una vecina gitana poco despu¨¦s de visitar a David, el padre, que estaba encarcelado. En su libro autobiogr¨¢fico El Lute: camina o revienta, Eleuterio escribe: "Cuando nac¨ª, ya estaba marcado. Ten¨ªa un cromosoma x y p. S¨ª, p de prisi¨®n".
Pas¨® 18 a?os entre rejas y sus fugas fueron jaleadas por media Espa?a, se convirti¨® en la mayor pesadilla de la Guardia Civil, en un mito. Al salir de prisi¨®n, el quinqui de 22 a?os analfabeto se hab¨ªa transformado en otro hombre. No s¨®lo hab¨ªa escrito un libro de memorias, sino que estaba cursando en la UNED la carrera de Derecho. Se convert¨ªa as¨ª en paradigma de la reinserci¨®n social en los albores de la democracia espa?ola. En esa ¨¦poca le conoci¨® Natalia Figueroa, escritora, periodista y nieta del conde de Romanones. "Cuando le vi por primera vez, pens¨¦ que no pod¨ªa ser el mismo de los libros, el analfabeto. Y le dije: 'Pero Eleuterio, ?si pareces un profesor de Literatura!". Poco despu¨¦s le invit¨® a comer a su casa. A Vicente, uno de los empleados del hogar, casi le da un pasmo: a¨²n recordaba c¨®mo en sus a?os de camionero, le hab¨ªan revisado el cami¨®n en una operaci¨®n de b¨²squeda de El Lute. Qui¨¦n le iba a decir a Vicente que, d¨ªas m¨¢s tarde, le ver¨ªa de nuevo, asistiendo a un recital de Raphael -marido de Natalia Figueroa- rodeado de marqueses.
Eleuterio S¨¢nchez hizo pr¨¢cticas en el despacho de Tierno Galv¨¢n a finales de los setenta. Deambul¨® por barrios obreros, preparando la defensa de los marginados. Se hizo asiduo de c¨ªrculos pol¨ªticos. Harto de sujetar pancartas y del "famoseo", en 1988 abandon¨® Madrid: "Me sent¨ªa como una parodia de m¨ª mismo".
Se traslad¨® a vivir a Sevilla y empez¨® a trabajar como documentalista de El perro verde, programa televisivo de Jes¨²s Quintero. Javier Salvago, guionista del programa, recuerda que a Eleuterio le asignaron la misi¨®n de buscar personajes por pueblos y c¨¢rceles. Esto ¨²ltimo no le hac¨ªa mucha gracia, recuerda Salvago. "Es un duro buen hombre", dice el guionista en el loft que corona el Teatro Quintero, en el centro de Sevilla.
Fue en aquella etapa profesional cuando Eleuterio S¨¢nchez conoci¨® a Carmen Ca?avate, la mujer que le denunci¨® por malos tratos y de la que se divorci¨® hace un a?o. Ella ten¨ªa 27 a?os; ¨¦l, 45. Caminando por las calles de Sevilla, Eleuterio se para frente a un bar de la calle de Argote de Molina y se?ala el lugar donde conoci¨® a la enfermera Ca?avate: "Los 12 o 14 a?os mejores de mi vida los he pasado con ella", asegura. Por aquel entonces, flu¨ªan los derechos de autor procedentes de la canci¨®n El Lute, grabada por los inefables Boney M. Le llamaban para dar conferencias. Se acababa de estrenar la versi¨®n cinematogr¨¢fica de su libro, con Imanol Arias de protagonista.
Los derechos de autor de canciones, pel¨ªculas y libros, explica, le permitieron ir creando un peque?o patrimonio. Ha escrito seis libros, de los cuales dos han sido traducidos a seis idiomas. Seg¨²n los datos de la editorial Almuzara, la reedici¨®n de 2004 de El Lute: camina o revienta ha vendido cerca de 20.000 copias; la reedici¨®n de Ma?ana ser¨¦ libre, unas 5.000.
Los ¨²ltimos derechos los ha conseguido con el rapero sevillano Haze, que el a?o pasado grab¨® Libre o muerto junto a Jos¨¦ Merc¨¦, trasladando el mito de El Lute a las nuevas generaciones.
Escribir, dar conferencias, administrar su patrimonio. Son sus principales ocupaciones. De Madrid, de la ¨¦poca m¨¢s boyante, sali¨® con cuatro casas que, vendidas y reinvertidas en Andaluc¨ªa, se transformaron en ocho. Un patrimonio que est¨¢ ahora en disputa con su ex mujer: el acuerdo econ¨®mico del divorcio no est¨¢ cerrado, cuenta.
De su ¨²ltimo matrimonio tiene dos hijos, de 18 y 15 a?os. Su hijo mayor, Jos¨¦ Mari, tiene 47 a?os y es camionero. Con Elu, de 27 a?os, el hijo que tuvo con Carmen Romero, la mujer con la que convivi¨® en el Madrid de los ochenta, no tiene relaci¨®n.
Vive a caballo entre Tomares, a las afueras de Sevilla, y Huelva. Lejos queda el nomadismo de sus d¨ªas de infancia, cuando toda la familia deambulaba de aqu¨ª para all¨¢ con un burro que cargaba con los enseres y su padre se buscaba la vida como hojalatero. Los mercheros, el grupo social en el que naci¨®, tienen un estilo de vida similar al de los gitanos. Les llamaban quinquis porque muchos eran quincalleros.
De aquel merchero que fue le queda su necesidad de espacios abiertos. "Si alg¨²n d¨ªa me pierdo, buscadme en el campo".
En verano le gusta escaparse alguna noche al monte y dormir sobre una colchoneta, mirando las estrellas. "En la noche nunca hay un silencio completo, siempre se oye a un perro, a otro que le contesta a lo lejos, a un grillo; el campo me cura, nunca me decepciona". Cuenta su amigo Jos¨¦ Julio Ruiz, reconocido ex abogado laboralista vinculado al movimiento obrero, que cada vez que se reun¨ªan todos los amigos en la Torre del Viento, una finca en Aznalc¨®llar, a El Lute le gustaba salir a pasear para volver con una bolsa llena de caracoles, o de esp¨¢rragos.
En una cafeter¨ªa de la sevillana Alameda de H¨¦rcules, Ruiz, de 81 a?os, recuerda esos fines de semana de tertulia a los que acud¨ªan m¨¦dicos, profesores, abogados... Todo un grupo de amigos entre los cuales estaba El Lute, que ya no acude tan a menudo desde la separaci¨®n. "Es un hombre ni?o, un ni?o sin infancia. En lo m¨¢s profundo de su ser surge una chispa de ingenuidad, de inocencia", dice Ruiz.
Cuando Eleuterio se cas¨®, en 1997, le pidi¨® a Ruiz que le dejara durante dos semanas la Torre del Viento para pasar all¨ª su luna de miel. La llegada de El Lute al pueblo fue una sensaci¨®n. M¨¢s de un vecino coment¨® que cuando pasaba cerca de una vi?a o un patatal, no resist¨ªa la tentaci¨®n de coger unas uvas o unas patatas. La sombra de la leyenda es alargada.
A Eleuterio no le gusta que le llamen El Lute. Su amigo Jos¨¦ Julio, de hecho, le llama Enrique. Una manera como otra de romper con el pasado, con la leyenda.
De sus or¨ªgenes quedan huellas. No hay m¨¢s que ver la pasmosa facilidad con la que puede retorcerle el cuello a una gallina: "Cruec". Su amigo Javier P¨¦rez Royo recurre a la onomatopeya. Sentado en su nuevo despacho de la Facultad de Derecho, en Sevilla, gira un pu?o cerrado sobre otro al recordar el episodio: "Cruec". Hace unos a?os, en un cortijo en Sanl¨²car la Mayor, a 18 kil¨®metros de Sevilla, Eleuterio se ofreci¨® a un grupo de amigos para preparar una comida exquisita a la par que sencilla: gallina cocida con un poco de sal y una hoja de laurel. Ante los amigos, retorci¨® el pescuezo de tres gallinas y prepar¨® ese delicioso plato que tantas veces le ayud¨® a salir del paso cuando deambulaba por los caminos de la Espa?a de los sesenta. La primera vez que le condenaron, seis meses de c¨¢rcel, fue por robar unas gallinas.
"Su estructura es de una persona de orden", declara P¨¦rez Royo, catedr¨¢tico de Derecho Constitucional que le est¨¢ asesorando en la petici¨®n de nulidad de aquel juicio de 1965. "Es un arist¨®crata, una persona con una capacidad f¨ªsica e intelectual an¨®mala". Manuel Pimentel, su editor, ex ministro de la era Aznar que ahora se dedica al mundo del libro, describe el impacto que causa su f¨ªsico: "Transmite fortaleza y autoridad", se?ala, "cuando le conoc¨ª me pareci¨® muy cabal. Es una persona muy inteligente y muy fr¨ªa, a Eleuterio no se le va la cabeza", asegura Pimentel.
En persona, efectivamente, transmite fuerza. Mide 1,80 y a sus 66 a?os se le ve fibroso. Todos los d¨ªas dedica la primera hora de la ma?ana a hacer gimnasia y a levantar pesas. Devorador de libros, su jornada transcurre entre la lectura y la escritura. Sigue tecleando con una vieja m¨¢quina de escribir mec¨¢nica. Y siempre necesita poner un folio que ya est¨¦ usado. "As¨ª, si escribo una chorrada, lo tiro y por lo menos no se ha desperdiciado del todo", dice entre risas. La ¨²ltima conferencia que pronunci¨® fue en diciembre, en el colegio de abogados. Desde la denuncia de los malos tratos, le llaman mucho menos que antes.
En estos momentos prepara un ensayo sobre el mundo de las prisiones. "Las c¨¢rceles no son un mal necesario, al menos en el 80% de los casos. Antes de meter a alguien en la c¨¢rcel hay que hacer un estudio muy profundo: un hombre es un hombre en tanto en cuanto es libre. Si no, es un eunuco".
Javier P¨¦rez Royo da por hecho que se conseguir¨¢ la nulidad del proceso por el que fue condenado a muerte. Si no es ante el Tribunal Supremo, ante el Constitucional. Y si no, ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. "La barbaridad que fue el franquismo se pone de manifiesto en este simulacro de juicio al que fue sometido Eleuterio", exclama P¨¦rez Royo. "Ni siquiera tuvo un abogado defensor. Viendo c¨®mo reaccionaba el r¨¦gimen ante tres chorizos, se ve hasta qu¨¦ punto es necesaria la Ley de Memoria Hist¨®rica. Si prospera nuestra iniciativa, todos los juicios sumar¨ªsimos que se produjeron en la ¨¦poca pueden caer uno tras otro", afirma.
Jes¨²s L¨®pez de Lemus, abogado que le asesora en esta causa, a?ade en conversaci¨®n telef¨®nica que lo grave es que el Gobierno de Adolfo Su¨¢rez le indultara porque eso significaba considerar que aquel proceso tuvo sus garant¨ªas procesales: "Ni en un pa¨ªs dictatorial bananero se hace un proceso as¨ª", exclama. La sentencia de aquel juicio, asegura L¨®pez de Lemus, deja claro que no fue Eleuterio el autor de los disparos que mataron al guarda de la joyer¨ªa.
Eleuterio S¨¢nchez, El Lute, se confiesa un hombre vehemente. "Pero s¨®lo dial¨¦cticamente", matiza. Sus propios amigos destacan de ¨¦l esa contundencia que tiene al hablar. Y ahora, de lo que quiere hablar, es de los juicios de Franco. -
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