Fue un mal presidente
Bush personifica el fracaso de la idea de que todo vale si es en nombre de los ideales
El mandato de George W. Bush llega a su fin y en el balance deja, no un conglomerado de luces y sombras como cualquier otro presidente, sino la sensaci¨®n de que el nuevo Gobierno de Estados Unidos tiene enfrente la tarea de reconstruir por entero su capacidad de liderazgo, tanto interno como internacional. Era previsible que en su discurso de despedida, Bush apelase al juicio de la historia, consciente de que el del presente le resulta desfavorable. Pero es contemplando en perspectiva sus ocho a?os en la Casa Blanca como mejor se aprecia de d¨®nde part¨ªa Estados Unidos y ad¨®nde ha llegado de la mano de Bush.
El super¨¢vit de las cuentas p¨²blicas en 2001 se ha convertido en 2009 en un d¨¦ficit colosal y en una de las m¨¢s profundas crisis econ¨®micas de las que se tenga recuerdo. Las tensiones internacionales est¨¢n alcanzando el paroxismo sin que, por otra parte, la guerra contra el terror, la estrategia adoptada por Bush, haya experimentado avances sustanciales. En el camino quedaron, adem¨¢s, no pocos principios democr¨¢ticos, seg¨²n ilustran los recortes de libertades civiles en Estados Unidos y la verg¨¹enza de Guant¨¢namo, donde la tortura recibi¨® el aval de un Gobierno democr¨¢tico. O el grave deterioro del sistema multilateral en las relaciones internacionales, con m¨¢s de medio siglo a sus espaldas de resultados t¨ªmidos pero esperanzadores.
El balance de estos ocho a?os no s¨®lo muestra el fracaso de un presidente, sino tambi¨¦n el de un proyecto pol¨ªtico que, como tantos otros del pasado, sacrific¨® cualquier atisbo de pragmatismo a una ideolog¨ªa visionaria. Eso es lo que complica a¨²n m¨¢s la gesti¨®n de su herencia: una ¨¦poca de extremos en una direcci¨®n suele radicalizar los de la direcci¨®n contraria.
A Obama le corresponde ahora hacerles frente sin que, por otra parte, el necesario retorno al pragmatismo sea interpretado como una muestra de debilidad por los muchos enemigos de EE UU que Bush han cosechado. M¨¢s dif¨ªcil que iniciar una guerra innecesaria como la de Irak es ponerle fin sin pagar un coste pol¨ªtico que comprometa el futuro, y otro tanto cabe decir del conflicto de Afganist¨¢n y de sus inquietantes ramificaciones. El tiempo perdido por Bush y su Administraci¨®n no s¨®lo ha sido un aplazamiento del desenlace, sino una multiplicaci¨®n de los riesgos de que resulte adverso.
Bush pas¨®, y su desoladora herencia forma parte de la realidad que el mundo debe afrontar para evitar lo peor. No es hora de ajustar cuentas, sino de extraer lecciones. Tal vez la m¨¢s importante sea que no todo est¨¢ permitido con s¨®lo invocar la libertad y la democracia. Por el contrario, era la defensa de la libertad y de la democracia lo que exig¨ªa rechazar muchas de las iniciativas de Bush, tanto en lo militar como en lo econ¨®mico. El mundo necesita de EE UU, y muchos dentro y fuera del pa¨ªs conf¨ªan en que su nuevo presidente no necesite jam¨¢s apelar al juicio de la historia para justificarse.
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