El acento y el chiste
Un proverbio h¨²ngaro -aunque se lo adjudican otros lugares- plantea por qu¨¦ hacer las cosas sencillamente, si se pueden complicar. Todo un cursillo acelerado de ciencia pol¨ªtica. Los espa?oles podr¨ªamos apostillar que no merece la pena atender las cosas esenciales cuando hay tanta estupidez o frivolidad en circulaci¨®n. Si el conjunto de emisoras de radio y televisi¨®n pudieran condensarse en dos, tendr¨ªamos a la burgalesa Radio Nacional y su parte de guerra de un lado y del otro las versiones panfletarias de Radio Espa?a Independiente, Estaci¨®n Pirenaica, emisora sovi¨¦tica instalada en Rumania. O sea, que permanece vivo y boyante el distintivo m¨¢s espa?ol de todos: el odio africano de estos contra aquellos. Ya pueden ser de grande y extendida envergadura los problemas que nos ata?en: la crisis, el paro, las colas, los racionamientos y esas carencias que dejamos atr¨¢s hace medio siglo. Iremos de lo menudo, de la an¨¦cdota, del chisme, roeremos los zancajos, del adversario y del af¨ªn, por el gusto de ver c¨®mo se tambalea y, si le damos un empujoncito, da en tierra con todo el equipo.
El forastero tiene que acondicionar el o¨ªdo como el submarinista vigila la despresurizaci¨®n
La tan ventilada variedad de Espa?a, brilla a ratos como una navaja cabritera empu?ada con furia. A m¨ª me ha divertido siempre la diversidad de los acentos y unos me han gustado m¨¢s que otros. Lo siento, pero el catal¨¢n me chirr¨ªa, a menos que me lo susurre una morena inteligente que, por mi avanzada sordera, tendr¨ªa que grit¨¢rmelo. Amo el asturiano cantar¨ªn y sus mil acentos tribales, que parecen disfrutar con el hecho de no ser comprendidos; y el gallego, por analog¨ªa. El vasco, sin blasfemias ni tacos, me suena a una interminable bronca entre las letras erre y ka. Pero, desde siempre, me fascin¨® el acento andaluz, hasta el punto de que insist¨ª con las madres de mis hijos para enviarles a aquella tierra y que hablaran, desde la infancia, con su deje, sin decantarme por el jerezano, el cordob¨¦s, el malague?o o el sevillano. Sab¨ªa que aprender¨ªan correctamente el espa?ol, que lo escribir¨ªan mejor que aprendido en cualquier otra parte, pero sentir¨ªa el regalo de su variable dulzura en los o¨ªdos.
No es f¨¢cil. Durante a?os viajaba hasta Sevilla -o M¨¢laga- e, indefectiblemente, deb¨ªa someterme a un ejercicio de descompresi¨®n y adaptaci¨®n al andaluz, porque, durante las primeras horas no entend¨ªa casi nada. La primera vez que fui a Sevilla, lo hice a principios del a?o 1937, en plena Guerra Civil. Una serie de avatares que no vienen ahora a cuento, me forzaron a abandonar San Sebasti¨¢n por indicaci¨®n del Delegado de Orden P¨²blico, el comandante Garrig¨®s. No se crea que estaba minando las entra?as del fascismo o cosa parecida, sino era mero punto de vista social ante animadas juergas con chicas y chicos, de esp¨ªritu comprensivo y generoso, sin componente pol¨ªtico alguno, mal visto en las esferas oficiales. Eleg¨ª Sevilla por lo lejos que estaba de la bella Easo y porque dada la profunda impecunia en que me hallaba sumido, era el ¨²nico lugar donde me deb¨ªan pagar dos o tres art¨ªculos enviados con antelaci¨®n.
Llegu¨¦ a ¨²ltima hora de la tarde, sin la m¨¢s leve noci¨®n acerca de aquella ciudad ni sus habitantes. Fui a dar en el hotel Col¨®n donde paran los toreros. Al d¨ªa siguiente, al despertar, hube de ocuparme de localizar la redacci¨®n del peri¨®dico, para percibir aquellos ¨²nicos emolumentos y no consegu¨ªa interpretar a la telefonista: "?Quiere decirme, por favor, d¨®nde est¨¢ el peri¨®dico FE?". Me lo hice repetir varias veces y lo ¨²nico que entend¨ªa era: "Mshosto.Sugrapo¨¦" y una cifra que he olvidado. Tuve que pasar por recepci¨®n, entrar en la cabina y pedir, por la Virgen Esperanza Macarena, que me escribieran aquellas se?as en un papel. Era la calle de Jes¨²s del Gran Poder.
Me ha ocurrido cada vez que bajaba a aquellas tierras y era defecto m¨ªo. El forastero tiene que acondicionar el o¨ªdo, como el submarinista controlar la despresurizaci¨®n. Al cabo de unas horas lo comprend¨ªa todo. Creo que es lo que ha ocurrido con la ministra de Fomento. No se trata de pensar m¨¢s deprisa que expresarse, sino de la torpeza del receptor, que no est¨¢ preparado para interpretar esos matices. Son cosas distintas. ?Ah! Por curiosidad pregunt¨¦ qui¨¦n era el Delegado de Orden P¨²blico: "El comandante Garrig¨®s", fue la respuesta, hermano del otro con la misma graduaci¨®n y cargo administrativo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.