C¨®mo cuadrar el c¨ªrculo entre Cuba y EE UU
En vista del deterioro de la situaci¨®n en Gaza, de la persistencia de la crisis financiera internacional, y de su mayor penetraci¨®n en la econom¨ªa real del mundo entero, el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, obviamente tiene otras cosas de que ocuparse que Am¨¦rica Latina. No debiera perder de vista la situaci¨®n en M¨¦xico, ciertamente, que es demasiado importante y problem¨¢tico para ser desestimado, pero el resto de la regi¨®n seguramente recibir¨¢ m¨¢s descuido que atenci¨®n en los pr¨®ximos meses.
Cuba, sin embargo, se cuece aparte. Por tres razones: en primer lugar porque Obama ha insistido en cambiar la pol¨ªtica de Estados Unidos hacia La Habana, ya que el enfoque del ¨²ltimo medio siglo evidentemente ha fracasado. En segundo lugar, porque el tr¨¢nsito paulatino o precipitado de Fidel Castro a la historia crear¨¢ de manera inevitable una nueva coyuntura en la isla. Y en tercer lugar, porque con o sin raz¨®n, la mayor¨ªa de los gobiernos de Am¨¦rica Latina han colocado la derogaci¨®n del embargo comercial y la normalizaci¨®n de las relaciones de Estados Unidos con Cuba en el primer lugar de su agenda con la nueva Administraci¨®n norteamericana. Pero ?qu¨¦ puede hacer al respecto, en los hechos, esa nueva Administraci¨®n?
El fin del embargo con implicaci¨®n de Am¨¦rica Latina y Europa es el gran recurso de Obama
Brasil, Chile, M¨¦xico y Espa?a podr¨ªan ayudar en la normalizaci¨®n
Si Obama decidiera levantar de manera unilateral el embargo, les enviar¨ªa t¨¢citamente a los hermanos Castro y al resto de la regi¨®n un mensaje ambiguo, a saber, que reconoce los errores pasados de su pa¨ªs, pero tambi¨¦n que los derechos humanos y la democracia en Cuba no son asunto suyo -una decisi¨®n desafortunada desde cualquier punto de vista-. Adem¨¢s, para proceder de esa manera, necesitar¨ªa juntar 60 votos en el Senado, de los cuales en este momento carece y seguir¨¢ careciendo, a menos que obtuviera un quid pro quo cubano relativamente expl¨ªcito en materia de reformas econ¨®micas, y esto Ra¨²l Castro simplemente no lo puede conceder, viva o muera su hermano mayor.
Pero si Obama limita el famoso cambio a una simple liberalizaci¨®n del flujo de remesas y de visitas a familiares en la isla, ¨²nicamente restaurar¨ªa el statu quo ante el que imperaba durante la presidencia de Bill Clinton, una mejora sin duda en relaci¨®n a Bush, pero nada m¨¢s.
Y por ¨²ltimo, si Obama decide que la transformaci¨®n pol¨ªtica de Cuba debe constituir una condici¨®n sine qua non para abrogar el embargo y restablecer relaciones diplom¨¢ticas completas y normales, seguir¨ªa entonces la misma pol¨ªtica que sus diez predecesores, todos sin ¨¦xito alguno.
Quiz¨¢s exista una manera de cuadrar el c¨ªrculo. La cuadratura comenzar¨ªa con un fin unilateral del embargo, en el sentido de que no se le pedir¨ªa ni se esperar¨ªa nada del r¨¦gimen cubano a cambio. Pero tambi¨¦n se generar¨ªa una serie de concesiones cruzadas que, por un lado, podr¨ªan satisfacer al Congreso norteamericano, y por el otro, colocar¨ªan los temas m¨¢s importantes sobre la mesa.
Por ¨²ltimo, le permitir¨ªan a Obama cumplir sus promesas y a la vez lograr un verdadero avance. A cambio de la abrogaci¨®n del embargo, varios actores latinoamericanos clave -Brasil, Chile y M¨¦xico- y quiz¨¢s un europeo -Espa?a- se comprometer¨ªan a apoyar y buscar activamente un proceso de normalizaci¨®n entre Washington y La Habana que incluyera, a la postre, el establecimiento de la democracia representativa en Cuba, as¨ª como un verdadero respeto por los derechos humanos. Los cubanos obtendr¨ªan lo que seg¨²n ellos quieren (aunque muchos observadores tienen sus dudas): un t¨¦rmino incondicional a lo que llaman el bloqueo, el principio de un proceso de negociaciones, y quiz¨¢s incluso el acceso a recursos de los organismos financieros internacionales, que tan desesperadamente necesitan. Los latinoamericanos y europeos alcanzar¨ªan tambi¨¦n un objetivo deseado: una concesi¨®n may¨²scula de la nueva Administraci¨®n, un tema altamente simb¨®lico y conflictivo, pero al final de cuentas secundario para ellos.
Los defensores de los derechos humanos en Am¨¦rica Latina y en otros pa¨ªses podr¨ªan sentirse satisfechos de que sus preocupaciones (as¨ª como las de la comunidad cubana en el extranjero) a prop¨®sito de la celebraci¨®n de elecciones libres, la vigencia de la libertad de prensa y de asociaci¨®n, la liberaci¨®n de los presos pol¨ªticos, etc¨¦tera, habr¨ªan sido atendidas, si no al principio, por lo menos en alguna etapa previamente acordada de todo el proceso.
A Obama le ir¨ªa de maravilla con esta f¨®rmula, ya que por un lado s¨ª habr¨ªa modificado la pol¨ªtica tradicional de Estados Unidos hacia Cuba, pero no a cambio de nada: conquistar¨ªa el compromiso de los principales actores latinoamericanos y europeos con los principios que el mismo sostiene, a pesar de la tradicional renuencia de estas naciones a involucrarse en los asuntos supuestamente internos de otro pa¨ªs. E incluso aquellos republicanos moderados, cuyos votos le resultar¨ªan imprescindibles al nuevo presidente norteamericano, podr¨ªan proclamar su fidelidad a su postura tradicional: Estados Unidos no dio algo a cambio de nada. El apoyo p¨²blico de l¨ªderes como Lula, Bachelet y Calder¨®n a un proceso de normalizaci¨®n que no repitiera la v¨ªa vietnamita, a saber, reforma econ¨®mica sin cambio pol¨ªtico, ya sin hablar de un cambio de r¨¦gimen, constituir¨ªa un fuerte espaldarazo a Obama.
?Es concebible que Brasilia, Santiago, M¨¦xico y Madrid acepten un trato de esta ¨ªndole? Tal vez no, pero tampoco se pierde nada tratando. Y sobre todo, estos pa¨ªses, dif¨ªcilmente podr¨ªan seguir insistiendo en la necesidad de abrogar el embargo y reincorporar a Cuba al concierto hemisf¨¦rico si Washington acepta proceder exactamente de esa manera, a cambio s¨®lo de que sus vecinos y aliados coadyuven a la aplicaci¨®n de los principios que ellos respetan, y que se encuentran plasmados en sus propias constituciones, en sus pr¨¢cticas de los ¨²ltimos 30 a?os y en los instrumentos internacionales que han ratificado.
?Podr¨ªan aceptar los cubanos? Aqu¨ª la cosa se pone m¨¢s dif¨ªcil. Seguramente no mientras viva Fidel, y tal vez ni siquiera despu¨¦s. En ese caso Obama habr¨ªa levantado el embargo, despoj¨¢ndose de lo que muchos consideran -equivocadamente si examinamos la historia- como la ¨²nica ficha con la que cuenta Estados Unidos, sin haber recibido nada a cambio. Y los latinoamericanos siempre podr¨ªan lavarse las manos sosteniendo que hicieron todo lo que pudieron.
Pero, por otro lado, nadie podr¨ªa entonces seguir sosteniendo que alguna parte del conflicto que separa a La Habana de Washington se encuentra en el norte. Y si la derogaci¨®n del embargo -y consecuentemente de todas las restricciones a los viajes en ambas direcciones, al flujo de informaci¨®n y de remesas y a la discusi¨®n del tema de la compensaci¨®n de la propiedad confiscada- obliga a Cuba a abrir su sociedad, a diferencia de China y Vietnam, habr¨¢ valido la pena.
Jorge Casta?eda, ex secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.
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