Cuidado con jugar al estereotipo
La presencia de mujeres en la vida pol¨ªtica empieza -afortunadamente- a generalizarse, pero todav¨ªa estamos lejos de que sea considerado un hecho normal.
En 2004 fue una gran novedad que el Gobierno de la Naci¨®n estuviera compuesto por el mismo n¨²mero de mujeres que de hombres, y que la Vicepresidencia Primera la ocupara una mujer. En 2008, la designaci¨®n de Carme Chac¨®n como ministra de Defensa, estando embarazada, abri¨® informativos y fue portada de peri¨®dicos y revistas de todo el mundo. La apuesta del presidente Zapatero por "normalizar" la pol¨ªtica, incorporando en pie de igualdad a las mujeres y superando, as¨ª, la senda de la "excepci¨®n", ha convertido a Espa?a en un pa¨ªs pionero en el avance de la democracia paritaria. Pionero y excepcional. Sin embargo, tanto en Espa?a como en el resto de las democracias m¨¢s avanzadas permanece anclada, en lo m¨¢s profundo de la sensibilidad social, la ra¨ªz de una cultura patriarcal y, a veces mis¨®gina, de la que todav¨ªa tardaremos en liberarnos. La carga de la historia -con la ausencia de las mujeres en espacios p¨²blicos- pesa como una losa sobre casi todos nosotros y nosotras.
Todo ello explica las ¨²ltimas pol¨¦micas surgidas a ra¨ªz de distintas fotos protagonizadas por mujeres pol¨ªticas.
Cuando se analiza o juzga la imagen de una mujer, nuestra impresi¨®n y opini¨®n est¨¢n condicionadas por el c¨²mulo de prejuicios y estereotipos con los que hemos sido socializados/as. Muchos de estos estereotipos no encajan con las mujeres actuales y, a¨²n menos, con las que ejercen una funci¨®n p¨²blica, pero est¨¢n presentes y nos perturban. Y, por eso, en mi opini¨®n, las mujeres que estamos en pol¨ªtica debemos ser especialmente cuidadosas con el "juego de los estereotipos".
Pondr¨¦ un ejemplo: si un ministro habla de su vida amorosa suscitar¨¢, en general, una opini¨®n positiva. Comentar su vida privada lo humaniza, le hace m¨¢s cercano, porque lo aleja de su estereotipo de hombre pol¨ªtico. Si una ministra hace lo mismo, probablemente ser¨¢ tachada de fr¨ªvola, o a¨²n peor, recaer¨¢ sobre ella la presunci¨®n de incapacidad.
Pero son los propios medios los que en ocasiones demandan lo que ellos mismos luego reprochan. Por eso las fotos, los comentarios y la utilizaci¨®n para la pol¨ªtica de los estereotipos femeninos por parte de las mujeres que ejercen una funci¨®n p¨²blica son un arma de doble filo y es f¨¢cil acabar herida. La tentaci¨®n y los errores son f¨¢ciles de cometer, pero nos hacen demasiado da?o a todas.
Comprendo que para muchas mujeres usar "armas de mujer" sea un impulso leg¨ªtimo. La pelea profesional es muy dura y desequilibrada y algunos hombres -cada vez menos- son m¨¢s sensibles al juego de la seducci¨®n femenina que al verdadero talento y al esfuerzo. Pero la trampa del encanto er¨®tico es, posiblemente, la m¨¢s peligrosa, adem¨¢s de ef¨ªmera y excluyente. Por otra parte, en esta dictadura totalitaria de la imagen, resulta mucho m¨¢s sencillo ganar popularidad con una foto llamativa o escandalosa que deslumbrar con un buen discurso, pero ¨¦ste dir¨¢ siempre mucho m¨¢s de nosotras.
No conviene ignorar la importancia de la imagen y tampoco permitir que ¨¦sta pervierta nuestro verdadero valor como dirigentes o representantes de la soberan¨ªa popular, en cualquiera de sus niveles. Explotar las debilidades de los elementos culturales que han conformado el ideal femenino es, hoy por hoy, una estrategia de alto riesgo para las mujeres en general y para las que hacen pol¨ªtica y est¨¢n expuestas al foco medi¨¢tico, en particular.
Tampoco se trata de que hagamos mimetismo con los hombres pol¨ªticos y copiemos su comportamiento y su uniforme. Somos diferentes a ellos y somos distintas, tambi¨¦n, entre nosotras. No hay una manera ¨²nica de comportarse en la pol¨ªtica, para las mujeres tampoco. Pero s¨ª creo que tenemos un mandato colectivo que cumplir. Uno de ellos deber¨ªa ser erradicar los estereotipos que nos debilitan a todas y corregir una opini¨®n p¨²blica y publicada que sigue dando m¨¢s valor al aspecto f¨ªsico que a la inteligencia de las mujeres.
No mordamos el atractivo anzuelo de la popularidad y la fama a cambio de traicionar, aunque s¨®lo sea de forma intermitente, nuestros mejores valores y los principios que, mayoritariamente, compartimos.
Elena Valenciano es secretaria de Pol¨ªtica Internacional y Cooperaci¨®n del PSOE.
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