Los hijos de Poe
Sus relatos son artefactos l¨®gicos, de precisi¨®n cl¨ªnica, y en ellos cada acontecimiento y cada detalle se encaminan a producir un efecto ¨²nico y traum¨¢tico.
De pocos autores puede decirse que hayan dado origen a un nuevo g¨¦nero literario, pero a Edgar Allan Poe se le atribuye a justo t¨ªtulo la paternidad de dos: el cuento fant¨¢stico moderno y la narraci¨®n detectivesca. Dejemos en esta ocasi¨®n a un lado a Dupin y su progenie de sabuesos. Poe introduce en literatura el virus hasta hoy felizmente incurable de una nueva forma de lo macabro y lo espeluznante, elementos ancestrales de los relatos desde que los primeros humanos se sentaron a escucharlos en torno al fuego reci¨¦n inventado, mientras en la negrura circundante acechaban los tigres de dientes de sable y barritaban los mamuts. Sin duda el autor norteamericano toma algunos ingredientes para su p¨®cima -la comicidad grotesca, los personajes caricaturescos y las visiones opi¨¢ceas- del inevitable E. T. A. Hoffmann, pero su receta es absolutamente personal. Para empezar, descarta las concesiones a la superstici¨®n, a la leyenda milagrosa y a los demonios de sacrist¨ªa. Su p¨¢nico no viene de fuera sino que nace en el interior descre¨ªdo del hombre moderno. Como bien aclara en el prefacio de sus Cuentos de lo grotesco y arabesco con orgullo de precursor: "Si el terror ha sido el tema de buena parte de mis obras, este terror no proviene de Alemania sino de mi alma".
?Qui¨¦n de los que ayer o incluso hoy mismo de verdad cuentan no sigue la traza de Poe, es decir, su poe-¨¦tica?
En sus narraciones lo sobrenatural siempre es la prolongaci¨®n de lo natural por otros medios: lo que desaf¨ªa a las leyes de la naturaleza es la subjetividad que las interpreta y quisiera transgredirlas hasta sacudirse su yugo fatal. En la mayor parte de los casos los cuentos est¨¢n narrados en primera persona para que el lector tenga menos escapatoria cuando llegue lo irremediable. Sus protagonistas llevan dentro de s¨ª una grieta precursora del inminente desastre, como la fachada de la casa Usher. Por esa grieta penetran -o salen- los espectros encarnados del pavor. Pero no hay en dichos relatos concesiones a la vaguedad ni la incoherencia de corte rom¨¢ntico: son artefactos l¨®gicos, de precisi¨®n cl¨ªnica, en los que cada acontecimiento y cada detalle ambiental se encaminan a producir un efecto ¨²nico y traum¨¢tico. Por eso resultan inolvidables y hasta quienes menos aprecian sus recursos truculentos no pueden ya librarse nunca de lo que les sucedi¨® al encontrarse por vez primera con el coraz¨®n delator o cuando conocieron al se?or Valdemar.
Es dif¨ªcil comprimir en pocas l¨ªneas la n¨®mina de seguidores que tiene Poe, tanto entre los escritores como primordialmente entre los lectores, aunque naturalmente s¨®lo puedo referirme con nombres y apellidos a aquellos. Los primeros estuvieron, por supuesto, en su propio pa¨ªs, como su contempor¨¢neo de origen irland¨¦s Fitz James O'Brien (su impresionante cuento ?Qu¨¦ era aquello? prefigura El Horla de Maupassant y las pesadillas de Lovecraft, ambos tambi¨¦n disc¨ªpulos del bostoniano) o Ambrose Bierce, el mejor de todos por su humor macabro y el trato familiar con fantasmas, que s¨®lo igualar¨¢ M. R. James. Despu¨¦s Baudelaire lo importa a Europa y as¨ª impregna a los mejores de cada pa¨ªs: Villiers de l'Isle-Adam, Gustavo Adolfo B¨¦cquer (algunas de sus Leyendas cuentan entre lo m¨¢s exquisito del g¨¦nero), Sheridan Le Fanu o el mism¨ªsimo Charles Dickens. Quiz¨¢ el mejor heredero de Poe sea R. L. Stevenson, no s¨®lo en la obra maestra Jeckyll y Hyde sino tambi¨¦n en Olalla o Markheim. Despu¨¦s, Arthur Machen, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y la lista inacabable de los contempor¨¢neos: Borges, que sigue la l¨ªnea l¨®gica y cosmol¨®gica menos frecuentada, Robert E. Howard (Palomos del infierno, La sombra de la bestia), Ray Bradbury, Julio Cort¨¢zar, Richard Matheson (?aquella negra maravilla de tres p¨¢ginas con que se dio a conocer, Nacido de hombre y mujer!), Robert Bloch, Jean Ray, Stephen King o buenos autores espa?oles como Jos¨¦ Mar¨ªa Latorre o Pilar Pedraza... Porque ?qui¨¦n de los que ayer o incluso hoy mismo de verdad cuentan no sigue la traza de Poe, es decir, su poe-¨¦tica?
Lamentamos que su vida fuese breve, como si supi¨¦semos cu¨¢nto debe durar la vida de cada cual para realizarse plenamente. Y le compadecemos porque fue desdichado, atendiendo superficialmente a su neurosis, a su pobreza, a la p¨¦rdida temprana de su amada Virginia, a su alcoholismo... Demasiada presunci¨®n por parte de nosotros, los felices. ?Desdichado? Nada sabemos del gozo sombr¨ªo de inaugurar esa alameda rigurosa y siniestra por la cual a¨²n transitamos, con la jaur¨ªa infernal en los talones. Quiz¨¢ ¨¦l nos espera, sonriente y verdoso, al otro lado.
Edgar Allan Poe. Cuentos completos. Traducci¨®n de Julio Cort¨¢zar. Edici¨®n a cargo de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, comentada por 67 escritores hispanohablantes. P¨¢ginas de Espuma. Cuentos completos. Traducci¨®n de Julio Cort¨¢zar. Edhasa. Cuentos completos. Pr¨®logo, traducci¨®n y notas de Julio Cort¨¢zar. Augur. Poe. Una vida truncada. Peter Ackroyd. Edhasa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.