Hablan los hijos de la revoluci¨®n
Quieren ser profesores, artistas, empresarios, fot¨®grafos, escritores, incluso cl¨¦rigos y raperos. Todos aspiran a tener ¨¦xito profesional y una buena vida. Tambi¨¦n se quejan, como en cualquier parte del mundo, de que sus padres no les entienden, o de las dificultades para encontrar un trabajo que les permita independizarse. Los 25 millones de iran¨ªes de entre 15 y 30 a?os, a quienes toca definir el futuro pr¨®ximo de la Rep¨²blica Isl¨¢mica, constituyen un enorme potencial de cambio. Sin embargo, la Generaci¨®n J (nacidos bajo Jomeini y educados bajo Jamenei), como la ha bautizado la escritora Delphine Minoui, vive frustrada ante la falta de visi¨®n de sus dirigentes y encorsetada por las restricciones que les imponen.
"?Qu¨¦ futuro nos espera cuando el Gobierno se inmiscuye en cada aspecto de nuestras vidas y ni siquiera nos deja trabajar con libertad?", se pregunta Keivan M., un documentalista que en cada proyecto choca con la censura oficial. Sus amigos, todos entre los 20 y los 30 a?os, coinciden. Est¨¢n hartos. A la crisis econ¨®mica y la dificultad para encontrar empleos decentes, se suman las imposiciones de un sistema pol¨ªtico que proh¨ªbe la m¨²sica moderna, el baile, las pel¨ªculas extranjeras o las relaciones entre los dos sexos. Desean poder expresarse sin restricciones, participar en la pol¨ªtica, vivir seg¨²n sus propias ideas, sin imposiciones.
Keivan, Peiman y otra decena de chicos y chicas han acudido a casa de la familia de Kambiz a pasar la tarde del viernes, el festivo semanal en Ir¨¢n. Reunirse en casa de amigos es casi la ¨²nica posibilidad de relacionarse con normalidad con el sexo opuesto. Las chicas pueden quitarse el pa?uelo (aunque Mona no lo hace) y todos se relajan como si el mundo exterior no existiera. Es su burbuja de normalidad. All¨ª, cuando las frutas, los pasteles y el t¨¦, de obligado cumplimiento en cualquier reuni¨®n social, dejan paso a la cena, incluso se abre una botella de vino de fabricaci¨®n casera. La mayor¨ªa no lo probar¨¢. El acceso a lo prohibido parece disminuir su apetencia.
"Sus deseos son los mismos que los del resto de los j¨®venes, pero carecen de la posibilidad de llevarlos a la pr¨¢ctica; s¨®lo pueden desear, y esos deseos incumplidos generan frustraci¨®n", explica Hosein Baher, un terapeuta especializado en problemas de la conducta. Aunque hayan nacido despu¨¦s de la revoluci¨®n isl¨¢mica, de la que este mes se celebra el 30? aniversario, y crecido alimentados por sus valores, la creciente exposici¨®n al mundo exterior a trav¨¦s de la televisi¨®n por sat¨¦lite (ilegal) y, sobre todo, de Internet (muy filtrado) est¨¢ sometiendo a la juventud iran¨ª a una verdadera esquizofrenia vital.
Es dif¨ªcil ser joven en la Rep¨²blica Isl¨¢mica. "No tenemos libertad", coinciden la mayor¨ªa de los entrevistados. Y cuando los periodistas les preguntan por sus sue?os, la idea de escapar de la realidad subyace a muchos de ellos. "Me gustar¨ªa tener alas para viajar a donde quisiera, probarlo todo y no ser de ninguna parte", responde Sami M., que aspira a ser una gran escultora. Es una forma de evadirse ante la dificultad para tomar las riendas de sus vidas. "Siempre hay alguien que decide por nosotros", resume un estudiante de idiomas.
Uno de los principales problemas que afronta la Generaci¨®n J son las trabas al contacto con el sexo opuesto. "Despu¨¦s de la revoluci¨®n, el modelo tradicional de matrimonio ha quedado desfasado", admite Baher. "Los j¨®venes ven los nuevos tipos de relaciones en las cadenas por sat¨¦lite y en Internet, y les resultan atractivos, pero el sistema que tenemos les impide comportarse de ese modo". As¨ª que viven una discordancia porque ya no encajan en el modelo cl¨¢sico y tampoco han alcanzado la modernidad. "Es como si hubieran dado un salto y se hubieran quedado suspendidos en el vac¨ªo", describe el experto.
Ni la sociedad ni las leyes admiten las relaciones prematrimoniales. A la vez, la generalizaci¨®n de la educaci¨®n superior entre las mujeres (ya suponen el 65% de los universitarios) ha contribuido, junto a las dificultades para encontrar trabajo, al retraso de la edad media de matrimonio. Hoy, las iran¨ªes se casan a los 25 a?os, y los iran¨ªes, a los 30, cinco m¨¢s tarde que antes de la revoluci¨®n. En consecuencia, proliferan arreglos no tradicionales como la sigh¨¦, o matrimonio temporal. Los soci¨®logos constatan un creciente abismo entre lo que se considera aceptable y lo que realmente ocurre. Se act¨²a a escondidas.
"Hacemos caso omiso de las prohibiciones, pero crea mucho estr¨¦s estar bordeando continuamente los l¨ªmites de lo permitido", confiesa un joven que ha dejado de salir a la calle con su novia para evitar que alguien les pare y les pregunte por su relaci¨®n. Los vigilantes de la moral tambi¨¦n se entrometen en su vestimenta, obsesionados con que las chicas cubran las formas de su cuerpo y no muestren ni un mech¨®n de pelo, y con que los muchachos no lleven cortes occidentales (sic) ni camisetas demasiado ajustadas o con dibujos ofensivos. Las campa?as de "seguridad social" constri?en sus ansias de singularizarse.
Elham B., profesora de ingl¨¦s, da cuenta de ello. "Muchos de mis alumnos utilizan el ingl¨¦s, o la transcripci¨®n del persa en caracteres latinos, para enviarse SMS y evitar que sus padres puedan entenderlos", declara. Muchos se conf¨ªan con ella porque, a sus 23 a?os, la ven como alguien que puede entenderlos. "No tienen aficiones; de ah¨ª que perseguir a chicas en los centros comerciales (o ir a ser perseguidas) se haya convertido en su principal entretenimiento", manifiesta. Para ella, se necesitan lugares donde los j¨®venes puedan encontrarse y hablarse, algo que han reconocido incluso algunos cl¨¦rigos, como el hoyatoleslam Jaffar Ardabili, cuyo Instituto Cultural y de la Familia parece una agencia matrimonial con otro nombre.
No s¨®lo las relaciones personales est¨¢n limitadas por la estrechez de la moral oficial. Las aficiones o la vocaci¨®n de uno tambi¨¦n chocan a menudo con el muro de las prohibiciones. A sus 23 a?os, Kamyar M. est¨¢ a punto de concluir sus estudios de trompeta en el conservatorio y, sin embargo, no puede tocar. Al menos no lo que quiere y cuando quiere. "Este mes y el que viene no podemos hacerlo por ser meses de luto religioso, en ramad¨¢n tampoco", se lamenta. Y cuando est¨¢ permitido, s¨®lo piezas cl¨¢sicas. "Los profesores ni siquiera nos ense?an c¨®mo abordar otro tipo de partituras", a?ade mientras empieza a preguntarse si se equivoc¨® al seguir los consejos de Babak Bayat, un famoso compositor local que fue vecino de su familia y le inici¨® en la m¨²sica.
M¨¢s dif¨ªcil lo tiene Big Boy, nombre art¨ªstico de un chavalote de 19 a?os que dice encontrar en el rap la libertad que necesita para expresarse. Como ese estilo musical est¨¢ proscrito, Big Boy y la veintena de sus colegas raperos est¨¢n condenados a la clandestinidad, tanto para los ensayos como para las actuaciones "en fiestas privadas". Por si eso no fuera suficiente, las autoridades tratan de desprestigiarles. "Hace poco, un programa televisivo utiliz¨® una de mis canciones y dijo que el rap rinde culto a Sat¨¢n", se queja. La acusaci¨®n de "desviados" puede tener consecuencias legales muy graves. Tal vez por ello evita se?alar la causa de la prohibici¨®n del rap.
Otros no se cortan. "Mientras mande la religi¨®n no puede haber libertad, ambas son incompatibles", asegura Pedram, estudiante de filosof¨ªa, a la vez que reconoce que su agnosticismo es bastante minoritario en Ir¨¢n. M¨¢s representativo de su generaci¨®n, M. E., reci¨¦n licenciado en Medicina, se declara religioso, pero liberal. "Tampoco me gusta lo de Turqu¨ªa, que proh¨ªben el uso del velo; lo mejor es que cada uno pueda hacer lo que quiera", manifiesta convencido de que el islam tampoco es lo que les imponen en su pa¨ªs. Sin cuestionar el sistema isl¨¢mico, la generaci¨®n posrevolucionaria reclama una cara m¨¢s amable de la religi¨®n que rige sus vidas.
Claro que no todos est¨¢n de acuerdo. Mohsen Shayegh Niknafs, licenciado en Literatura Persa, de 24 a?os, que estudia para ser cl¨¦rigo en Qom, culpa del desempleo, la inflaci¨®n y la falta de recursos de los j¨®venes para formar una familia a las sanciones econ¨®micas de los pa¨ªses occidentales. "El pueblo iran¨ª siempre ha sido un pueblo religioso", afirma. Y recurre a una frase del ayatol¨¢ Hasan Modarres para definir el papel de la religi¨®n en la sociedad iran¨ª: "Nuestra pol¨ªtica es como nuestra religi¨®n y nuestra religi¨®n es como nuestra pol¨ªtica". Su deseo es que "Ir¨¢n llegue a ser un modelo para el mundo".
Como ¨¦l, Kazem Haghanian, estudiante de matem¨¢ticas de 20 a?os, se muestra convencido de que "el sistema de Gobierno isl¨¢mico es la mejor opci¨®n", pero atribuye las dificultades de la juventud a los reformistas. "Hace 10 o 12 a?os, los j¨®venes no ten¨ªan estos problemas y la revoluci¨®n estaba encaminada hacia sus metas", defiende. Haghanian, a quien el fot¨®grafo Fernando Moleres encontr¨® en una manifestaci¨®n de solidaridad con Gaza, se declara dispuesto a realizar una operaci¨®n suicida contra Israel ("aunque eso no depende s¨®lo de m¨ª", precisa) y asegura que su sue?o es "el fin del sionismo y el establecimiento de un Gobierno isl¨¢mico en todo el mundo".
"La mayor¨ªa no opinamos as¨ª", se apresura a aclarar Kambiz con el apoyo de Peiman y Keivan. No est¨¢ claro qu¨¦ actitud est¨¢ m¨¢s extendida, pero Haghanian parece darles la raz¨®n cuando se queja de que "muchos j¨®venes van a fiestas nocturnas, pero s¨®lo unos pocos participan en las asociaciones isl¨¢micas de las universidades". Entonces, ?por qu¨¦ se imponen las normas de la minor¨ªa? "Porque no podemos elegir", responden al un¨ªsono los tres amigos. "Nos presentan una lista de candidatos preseleccionados y nos dicen: elegid entre ellos, pero son todos lo mismo", asegura el anfitri¨®n. Desconf¨ªan del proceso pol¨ªtico y se jactan de no haberlo legitimado con su voto. "Bueno, yo s¨ª que vot¨¦ una vez, a Jatam¨ª, pero no sirvi¨® para nada", afirma Peiman.
Aun as¨ª, los conservadores movilizan importantes sectores de la sociedad, lo que se ve tanto en las manifestaciones pol¨ªticas como en las ceremonias religiosas. "Es porque les han lavado el cerebro desde la escuela", defiende Kambiz con el asentimiento de los dem¨¢s. Los intelectuales cr¨ªticos est¨¢n de acuerdo. "Les atiborran de clases de religi¨®n y de consignas, y no conocen sus ra¨ªces", declar¨® hace alg¨²n tiempo a esta corresponsal un pensador represaliado.
Tal vez por ello, Ir¨¢n es el pa¨ªs de la regi¨®n donde menor es el riesgo de radicalizaci¨®n religiosa. "Dado que aqu¨ª tenemos un Gobierno islamista que se ha convertido en un ejemplo indeseable, los j¨®venes reaccionan en sentido contrario", afirma el soci¨®?logo Hosein Ghazian.
Kambiz tiene motivos para desear un menor peso de la religi¨®n en la sociedad. Su pertenencia a una minor¨ªa religiosa impide que pueda casarse con su novia (una musulmana chi¨ª) en Ir¨¢n. "No es s¨®lo la ley, la familia y la sociedad tambi¨¦n influyen. Si estuviera vivo mi padre, no podr¨ªa plante¨¢rselo", manifiesta el joven, que empieza a impacientarse tras varios a?os de idilio. Y es afortunado porque los padres de la chica son bastante liberales y no se oponen a la relaci¨®n. "Pero s¨®lo lo saben ellos, si se enteraran mis t¨ªos, ser¨ªa un esc¨¢ndalo", apunta la muchacha.
"La ¨²nica salida es irnos fuera, y estoy planeando volverme a Estados Unidos, donde ya viv¨ª alg¨²n tiempo, pero a ella le cuesta decidirse dejar a su familia", concluye Kambiz.
Sea por esa falta de libertad personal o por las crecientes dificultades para encontrar trabajo en una econom¨ªa esclerotizada, emigrar se ha convertido en el sue?o de muchos j¨®venes cansados de esperar reformas que no llegan. El panorama es desalentador. Seg¨²n los datos oficiales, un 25,6% de ellos est¨¢n desempleados (hasta un 28,95% en las zonas urbanas). Y cada a?o se incorporan al mercado laboral cerca de un mill¨®n m¨¢s. El economista Said Leilaz, director del peri¨®dico econ¨®mico Sarmayeh, estima que 250.000 j¨®venes dejan el pa¨ªs anualmente y eleva la pasa de paro hasta el 50%.
"En todos los aspectos de la vida, los j¨®venes sienten que no son ellos mismos debido a las restricciones sociales que les impone no s¨®lo el Estado, sino tambi¨¦n la familia y los amigos, de acuerdo con valores del pasado. Asumen que Occidente es libre, eso les atrae y desear¨ªan alcanzarlo", analiza Baher, el terapeuta. De ah¨ª que muchos quieran irse, para ampliar estudios o buscar oportunidades que aqu¨ª se les niegan. A este observador le preocupa la fuga de cerebros. "La mayor¨ªa no regresan", coinciden en se?alar dos j¨®venes profesores universitarios que, sin embargo, optaron por volver.
Quienes se quedan esperan una oportunidad pol¨ªtica, econ¨®mica o social. ?Qu¨¦ sucede cuando ¨¦sta no llega? Baher, en cuya consulta ha aumentado un 50% el n¨²mero de j¨®venes en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, ha constatado dos reacciones extremas. "O van a por todas y violan todas las barreras, bebiendo, drog¨¢ndose, etc¨¦tera, o caen en la apat¨ªa, lo que en los casos m¨¢s extremos lleva a la depresi¨®n y el suicidio", explica.
Aunque Ir¨¢n no es el ¨²nico pa¨ªs que afronta el problema de la droga, sus 3,5 millones de drogadictos (una de las tasas m¨¢s altas del mundo, seg¨²n la ONU) han obligado a las autoridades a ponerse manos a la obra. Sobre los suicidios de j¨®venes no se publican cifras, pero los especialistas se muestran convencidos de que van en aumento y superan la media. De momento, es un tema tab¨² que deja a las familias, adem¨¢s de desconsoladas, incomprendidas y sin ning¨²n tipo de atenci¨®n.
A pesar del dif¨ªcil panorama que tienen ante s¨ª, pocos j¨®venes se muestran pol¨ªticamente activos estos d¨ªas. Ni siquiera entre los 3,5 millones de universitarios. Y eso que fue en los campus donde se gestaron las revueltas a favor de la revoluci¨®n isl¨¢mica durante los a?os setenta del siglo pasado y las manifestaciones reformistas entre 1999 y 2004. Bajo el mandato del ultraconservador Mahmud Ahmadineyad incluso esa llama se ha extinguido. La desilusi¨®n por las reformas que no se materializaron y la represi¨®n han dinamitado el movimiento estudiantil.
Hace algunos a?os nos moviliz¨¢bamos por la libertad acad¨¦mica y el derecho de asociaci¨®n en las universidades, ahora lo ¨²nico que podemos hacer es mantenernos en nuestro puesto y continuar nuestros estudios", justifica Soleiman Mohammadi, un kurdo de 23 a?os expulsado de la Universidad Alame Tabatabai. "S¨®lo podemos resistir porque no hay libertad para hacer nada", a?ade. ?l, sin embargo, piensa declararse objetor ante el servicio militar obligatorio, algo inusitado en Ir¨¢n y que puede dar con sus huesos en la c¨¢rcel. Para la mayor¨ªa de sus compa?eros, la vida personal ha pasado a ser m¨¢s importante.
A las puertas de la Universidad de Teher¨¢n, la mayor y m¨¢s antigua del pa¨ªs, los colores pardos que impone la est¨¦tica oficial uniformizan a sus estudiantes. Pero en las calles de la ciudad, la paleta de colores es mucho m¨¢s amplia. Conformistas o rebeldes, socialmente activos o pasotas, trabajadores o estudiantes, los j¨®venes iran¨ªes todav¨ªa se permiten so?ar con la libertad, aunque vean su futuro sombr¨ªo. Y a diferencia de sus vecinos de Oriente Pr¨®ximo, ya est¨¢n vacunados contra el radicalismo religioso.
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