T¨¢cticas dilatorias

El consejero de Justicia e Interior, Francisco Granados, compareci¨® el viernes ante la Asamblea de Madrid para dar cuenta de la trama de espionaje en la Comunidad que gobierna Esperanza Aguirre. Sobre su departamento recaen las principales sospechas por los seguimientos a diversos altos cargos del PP. Su estrategia ante las preguntas de la oposici¨®n consisti¨® en reclamar la presunci¨®n de inocencia, por un lado, y en minusvalorar los hechos conocidos, por otro. S¨®lo al final de la sesi¨®n, Granados revel¨® haber llevado a cabo la investigaci¨®n interna que se le solicitaba desde dentro del partido. Seg¨²n su versi¨®n, los resultados no permitir¨ªan vincular los informes conocidos con su departamento.

Pero no es eso lo que se deduce del propio tenor de los informes, con lo que el consejero Granados se instal¨® en una posici¨®n contradictoria ante la Asamblea: admitir impl¨ªcitamente la veracidad de los documentos y, al mismo tiempo, no extraer las consecuencias evidentes de su contenido. Tal vez por ello recurri¨® a un sorprendente procedimiento que parec¨ªa destinado a ganar tiempo y comprobar si, entretanto, amaina el esc¨¢ndalo: se declar¨® a la espera de nuevas informaciones period¨ªsticas para seguir investigando. No es de recibo que un responsable de Justicia e Interior espere deliberadamente el est¨ªmulo de los medios para esclarecer un asunto que, por lo sabido hasta ahora, viola derechos fundamentales, adem¨¢s de poner en evidencia los m¨¦todos empleados en la lucha interna de un partido pol¨ªtico.

La intervenci¨®n de Granados estuvo dirigida a limitar el nivel pol¨ªtico al que puede afectar la trama de espionaje. Pero, de nuevo, se produce una paradoja. Al intentar ponerse a salvo, no logra evitar que las responsabilidades lleguen m¨¢s alto: si ¨¦l no est¨¢ en condiciones de dar una respuesta, ¨¦sta deber¨¢ exigirse en instancias superiores. Lo contrario ser¨ªa tanto como admitir que el Gobierno de la Comunidad de Madrid est¨¢ dispuesto a tolerar que se practique el espionaje desde alguno de sus departamentos. El propio Granados se dej¨® deslizar por esta v¨ªa cuando, a preguntas de la portavoz de Izquierda Unida, rechaz¨® "poner la mano en el fuego" por todos los funcionarios y cargos de la Comunidad. Su responsabilidad le exige estar en condiciones de ponerla. Si no la asume, deber¨¢ hacerlo la instancia superior.

Y el siguiente es el vicepresidente Ignacio Gonz¨¢lez, quien, no por casualidad, tambi¨¦n se encuentra en el ojo del hurac¨¢n. Por una parte ha sido espiado (las evidencias son abrumadoras) y, por otra, todo parece indicar que la cadena de mando real de los agentes que han seguido a pol¨ªticos del PP (Cobo, Prada, etc¨¦tera) conduce directamente a ¨¦l, puenteando al jefe natural, el consejero Granados. Queda, pues, la presidenta. Aguirre se enfrenta al mayor esc¨¢ndalo de su carrera. Y finalmente est¨¢ Rajoy, quien sopesa estos d¨ªas cu¨¢ndo y en qu¨¦ sentido cierra la investigaci¨®n que ha ordenado sobre un asunto que amenaza con despedazar al PP: lo ¨²nico que no puede hacer es cerrar los ojos.