"Era un sufrimiento diario, un horror, el reformatorio a su lado era la gloria"
Juan Gabriel Ju¨¢rez relata su vivencia de casi cuatro a?os en el centro de protecci¨®n Casa Joven
Juanga llamaba a su hogar de acogida el "minib¨²nker". Por las vallas, las puertas reforzadas, las habitaciones que s¨®lo se abren desde fuera y el r¨¦gimen carcelario. "Un horror, el sufrimiento diario, donde quieres morirte", asegura. Era el centro de protecci¨®n para menores con trastornos de conducta Casa Joven, en Guadalajara, gestionado por la Fundaci¨®n O'Bel¨¦n. All¨ª van a parar chicos con problemas, hijos de familias desestructuradas o con alg¨²n trastorno de conducta por el que no es conveniente que vivan con sus padres. La Comunidad Aut¨®noma de Castilla- La Mancha asume su tutela y los manda a vivir a estos centros. Sin orden judicial de internamiento, porque no han cometido delito alguno. Se hace as¨ª para protegerlos, y las autonom¨ªas han decidido, en su mayor¨ªa, privatizar este servicio.
"Me dijeron: 'Si yo te digo que es de noche, aunque sea de d¨ªa, para ti es de noche"
La directora de los centros especializados de O'Bel¨¦n niega las acusaciones
Juanga, Juan Gabriel Ju¨¢rez Moreno, que tiene ahora 18 a?os, ha pasado largos periodos de su vida fuera de su casa. Es de Albacete, de un barrio dif¨ªcil llamado Las Seiscientas de donde los servicios sociales lo han sacado varias veces. Ten¨ªa tres a?os la primera vez que la comunidad de Castilla- La Mancha lo apart¨® de una madre con depresi¨®n y distintos problemas. A los 11 a?os y medio fue a parar a Casa Joven, en Guadalajara, donde estuvo, en una primera fase, un a?o y siete meses.
?ste ha sido uno de los centros que salen peor parados del reciente informe del Defensor de Pueblo. El texto habla de una sala de contenci¨®n f¨ªsica de los menores "siniestra", "sin ventana", recubierta de una goma negra "que desprende un olor muy fuerte y desagradable, casi irrespirable", de falta de un protocolo para llevar a cabo la contenci¨®n, de "desnudos integrales" a los menores para registrarlos, de puertas de dormitorios que no se pueden abrir desde dentro y menores que hablan de sanciones degradantes. Durante el ¨²ltimo a?o ha habido 8 bajas voluntarias de un total de 23 trabajadores.
"Una vez pas¨¦ cuatro fines de semana en un reformatorio y era mucho mejor. La gloria al lado de Casa Joven", dice Juanga. "He estado medicado durante a?os sin tener ninguna enfermedad mental. Me dec¨ªan que era hiperactivo y me daban cada ma?ana, tarde y noche cinco miligramos de Risperdal y 500 de Concerta".
Casa Joven es un centro con 12 habitaciones para ni?os y ni?as. Cuando lleg¨®, Juanga era de los peque?os. "Pero hab¨ªa tambi¨¦n chicos de 17 y 18 a?os", relata. "Nos met¨ªan a cada uno en una habitaci¨®n, un cuartucho en muy malas condiciones, con grietas y una ventanita. Estaban fatal. Sin calefacci¨®n. El agua caliente a veces funcionaba, pero casi nunca. Tocaba ducharse con agua fr¨ªa. Y desde el principio los educadores te dejan las cosas claras: 'Si yo te digo que es de noche, aunque sea de d¨ªa, para ti es de noche'. La primera semana de estancia no puedes ni salir al patio. As¨ª funcionan las cosas en Casa Joven".
Juanga sali¨® casi con 14 a?os del centro, pero volvi¨® a entrar a los 16. "Siempre era igual. Contenciones f¨ªsicas en las que te tiraban al suelo y te retorc¨ªan los brazos y las piernas hasta hacerte moratones. Educadores que dec¨ªan que no te quejaras porque ellos ten¨ªan abogados para defenderse y t¨² no. No me dejaban hablar por tel¨¦fono en cal¨® con mi madre, que es gitana. Me sancionaban si lo hac¨ªa. No me dejaron ir al entierro de mi abuelo porque dec¨ªan que a lo mejor me fugaba. A veces me insultaban dici¨¦ndome que mi familia no me quer¨ªa. Todo eran abusos. S¨®lo me dejaban salir fuera del centro 20 minutos un d¨ªa a la semana".
Juanga reconoce que algunos educadores eran "distintos". "Hubo uno peruano, muy bueno, que hablaba m¨¢s que sancionaba, pero lo echaron. La mayor¨ªa de los que estaban aplicaban cualquier cosa como "medida educativa", uno de los castigos. Una vez me hicieron correr en cuclillas alrededor del invernadero".
Se queja tambi¨¦n de la comida, que casi siempre estaba a punto de caducar "porque as¨ª la consegu¨ªan m¨¢s barata", de las pocas veces que les dejaban usar el aula de inform¨¢tica y de que no pod¨ªan entrar en el messenger. "Todo estaba prohibido y no pod¨ªas quejarte de nada. Todos ten¨ªamos brotes de ansiedad. Yo pensaba "o me muero o me tiro al tren". Ha sido lo peor".
Como estos ni?os no cumplen condena, no tienen derecho a letrado. Se re¨²nen con su t¨¦cnico de la comunidad y, seg¨²n O'Bel¨¦n, cada 15 d¨ªas con el director del centro. "Tambi¨¦n tienen siempre hojas de queja a su disposici¨®n", asegura Gema Fern¨¢ndez- Cueto, directora de la Red de Centros Especializados de la Fundaci¨®n. La directora niega las acusaciones, aunque no quiere comentar este caso concreto. "Hay registros de cada sanci¨®n, nunca se castigar¨ªa a un chico por hablar cal¨®, ¨¢rabe o cualquier otro idioma, y las contenciones f¨ªsicas est¨¢n controladas por psiquiatras", se?ala. "Nosotros hacemos bien nuestro trabajo, pero esperamos que las Administraciones tambi¨¦n tomen en cuenta las recomendaciones del Defensor del Pueblo. Que haya psiquiatras especializados y m¨¢s reglamentaci¨®n".
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Puntos y castigos
El informe del Defensor del Pueblo recoge m¨²ltiples peculiaridades en el sistema de funcionamiento de los centros de atenci¨®n a menores. A continuaci¨®n se describen algunas.
- Objetivos. En Pic¨®n del Jarama (Madrid) se mide el progreso -o no- de los menores con un sistema de puntos: ¨¦stos son verdes cuando se cumple un objetivo, rojos si no se consigue y naranjas cuando "a pesar de no haberlo logrado, se reconoce al menor el esfuerzo realizado". Lo chocante surge cuando alguno de los requisitos es "no poner en tela de juicio los criterios de los educadores y aceptarlos aunque no se compartan". Tambi¨¦n, seg¨²n recoge la ficha de un menor, tiene que "escribir tres cosas positivas del centro todos los d¨ªas".
- Visitas. El sistema de objetivos es general, y no s¨®lo sirve para pasar a niveles de mayor atenci¨®n "prosocial". En Sirio I (Madrid) determina algo tan crucial para los chicos como el n¨²mero de visitas.
- Comunicaciones. Las llamadas telef¨®nicas y las cartas son libres, pero en muchos centros (Santa Luc¨ªa y Berzosa en Madrid, Baix Maestrat en Castell¨®n y Nuestra Se?ora de la Paz en Cuenca) no son privadas. En Baix Maestrat los chicos deben pagar las llamadas. Tambi¨¦n "es habitual" que el menor "tenga que abrir el correo delante del tutor".
- Estilo carcelario. Aunque "hay que recordar" que los j¨®venes "no est¨¢n cumpliendo condena por delito alguno", hay centros, como Nuestra Se?ora de la Paz de "estilo carcelario". Otros est¨¢n "descuidados y pr¨¢cticamente abandonados" (Casa Joven Juan Carlos I en Guadalajara y Chavea en Pontevedra). Otros son "claustrof¨®bicos", como el de Tetu¨¢n (Madrid). Parte de estas condiciones se debe a que pr¨¢cticamente ninguno de los centros fue construido para el fin que se le ha dado.
- Registros. En todos se realizan registros personales y de los dormitorios, incluso con desnudos integrales (Sirio I, Baix Maestrat, L'Omet en Alicante, Zandueta en Navarra, La Quintanilla en Murcia).
- Rejas y ventilaci¨®n. Es habitual la existencia de rejas en las ventanas. En Sirio I, adem¨¢s, carecen de picaporte. "La ventilaci¨®n es muy mala, y la falta de ox¨ªgeno e higiene resulta acuciante", se?ala el informe. Adem¨¢s, muchas habitaciones no se pueden abrir desde dentro y no hay interfonos, por lo que si sucede algo -una chica sufri¨® un ataque de p¨¢nico en Tetu¨¢n y se autolesion¨®-, nadie se entera. Ganarse la llave del cuarto puede ser un premio (Irisasi, en Guip¨²zcoa).
- Medicaci¨®n. En algunos centros (Can Rubi¨® en Barcelona o Pic¨®n de Jarama en Madrid) se obliga a los menores a tomar f¨¢rmacos sedantes en contra de su voluntad.
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