A qui¨¦n puede sorprender
Es poco cre¨ªble que el Vaticano -y mucho menos el Papa- ignorase las ideas antisemitas del obispo Richard Williamson, uno de los cuatro prelados del cisma lefebvriano amnistiado con gran parafernalia por Benedicto XVI el pasado 21 de enero. Cuando era el cardenal responsable de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisici¨®n), el papa Ratzinger estudi¨® y despach¨® el caso Lefebvre ante su predecesor, el polaco Juan Pablo II, que finalmente excomulg¨® en 1988 al fundador de la Hermandad San P¨ªo X, el arzobispo Marcel Lefebvre, por consagrar obispos sin permiso de Roma. Ya entonces, entre los textos exhibidos en su favor, figuraban algunos pasajes contra el juda¨ªsmo, que sus inquietos sucesores han elevado de tono.
Lefebvre no era un prelado cualquiera. Hab¨ªa sido un exitoso delegado de P¨ªo XII para ?frica, recibi¨® de Roma el respaldo solemne para su fundaci¨®n, particip¨® con frecuencia y altura intelectual en los m¨¢s agrios debates del Concilio Vaticano II (1962-1965) y encabez¨® la resistencia de los conservadores contra las reformas posteriores (la misa en lenguas vern¨¢culas y de espalda al Santuario, el ecumenismo, la proclamaci¨®n de la libertad de conciencia, la separaci¨®n Estado-Iglesia, etc.), que tach¨® de terribles herej¨ªas. Su aversi¨®n principal recay¨® en los que ¨¦l llamaba neote¨®logos modernistas (desde De Lubac a K¨¹ng y Congar, peritos del concilio, como el propio Ratzinger), y contra la masoner¨ªa y el juda¨ªsmo.
Sus tesis est¨¢n hoy resumidas en el libro Sinopsis de los errores imputados al Concilio Vaticano II, al alcance de quien quiera comprarlo (Editorial Cat¨®lica Antimodernista S¨ª S¨ª No No). En ¨¦l se sostiene, por ejemplo: "Es evidente que los jud¨ªos sobre los cuales cae la condena divina no son s¨®lo los que materialmente fueron promotores y cooperadores de la crucifixi¨®n y muerte de Nuestro Se?or Jesucristo, sino tambi¨¦n todos los dem¨¢s en la medida en que persisten en su obstinado repudio al Hijo de Dios".
La inquina de los lefebvrianos contra los jud¨ªos, tambi¨¦n contra los actuales, les lleva a repudiar el ecumenismo de los pont¨ªfices romanos modernos, salvo a su predilecto, san P¨ªo X (por cierto, el ¨²nico papa elevado a los altares en los ¨²ltimos tres siglos).
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