Tom Tykwer y sus banqueros tenebrosos
La nueva modalidad s¨¢dica de Iberia, consistente no ya en que los monitores del aeropuerto te avisen de esa circunstancia tan habitual de que la salida de tu avi¨®n se retrasa, sino que te introduzcan en ese espacio claustrof¨®bico y una vez dentro te informen de sucesivas y marcianas razones que van a demorar el despegue hasta 160 minutos sobre la hora anunciada en el billete, te permite, en vez de algo tan in¨²til como maldecir a tus verdugos, hacer tiempo imaginando el careto de igl¨² que se te va a poner en el momento que pises el normalmente g¨¦lido suelo de Berl¨ªn. Tambi¨¦n en las sorpresas que te puede deparar la programaci¨®n de la Berlinale.
Pero al aterrizar compruebas que no hay osos polares por la calle, que hace el mismo y llevadero fr¨ªo que en Madrid. En cuanto a la programaci¨®n, hay pel¨ªculas y directores que inicialmente crean expectativas, junto a popes ancianos e inamovibles en el ritual selectivo de los festivales de cine, como el portugu¨¦s Oliveira, el griego Angelopoulos y el polaco Wajda, autores que suponen garant¨ªa de arte para cualquier organizador de estos intelectuales eventos, pero que a mi sufrida experiencia le provocan anticipados temblores. Ojal¨¢ que los viejos maestros nos hagan felices a todos, a sus eternos feligreses y a los fr¨ªvolos que casi nunca captamos su profundo universo, pero tambi¨¦n que aparezcan esas pel¨ªculas sin referencias y maravillosas que justifican la visita a estos templos de la cultura con inquietudes.
En la primera jornada no hay excesivas colas en las oficinas y en las salas de cine del festival. Tienes la sensaci¨®n de que hay menos p¨²blico, informadores y rostros vagamente familiares que en los a?os anteriores. Y deduces con mosqueo que l¨®gicamente la crisis tambi¨¦n se est¨¢ cebando con este oficio, que la c¨®moda tarea de hablar de cine se va a poner tan cruda como eso tan duro de colocar ladrillos.
Han elegido para la inauguraci¨®n de la Berlinale The international, una pel¨ªcula que habla con aceptable lucidez de los aut¨¦nticos malos, de los que siempre disponen de escandalosos privilegios a costa de lo que sea, de los reyes de un sistema hecho a su medida y en el que los poderosos lacayos se encargan de hacerlo invulnerable. O sea, habla de los banqueros, de los que tendr¨¢n permanentemente a la gente endeudada con ellos y que fabrican un c¨®digo regido exclusivamente por un t¨¦rmino denominado ganancias.
La dirige el alem¨¢n Tom Tykwer, se?or que comenz¨® movi¨¦ndose en el prestigioso underground y que ha acabado en el mundo de las superproducciones con pretensiones de mensaje, como El perfume o The international, pel¨ªcula deudora en la forma y en el fondo de la triunfante saga que protagoniza Jason Bourne. Por tanto, hay multitud de escenarios, una trama de acci¨®n y de intriga obsesionada con que el ritmo no decaiga ni un instante, personajes solitarios enfrentados a una corrupci¨®n apocal¨ªptica, conclusiones desoladoras sobre la metodolog¨ªa siniestra y la ausencia de reglas morales de los que dirigen el gran tinglado.
Nada resulta sorprendente en ella, pero est¨¢ bien contada la investigaci¨®n de un aterrorizado polic¨ªa de la Interpol cuya especialidad son los delitos financieros y que se introduce en las sombr¨ªas actividades de un mod¨¦lico banco de Luxemburgo dedicado al blanqueo de dinero y al tr¨¢fico de armas sin discriminaciones ideol¨®gicas. The international tambi¨¦n puede presumir de una larga y fren¨¦tica secuencia que recrea una batalla entre asesinos profesionales en un lugar tan impensable como el Museo Guggenheim de Nueva York. Es un producto deliberadamente comercial, resuelto con soltura, ambientado con mimo y que no se permite la irresponsabilidad o la trampa de concluir con el triunfo de la justicia y la legalidad. Hasta el m¨¢s tonto sabe que las administran los villanos, pero las ficciones siguen empe?adas en hacer grandes taquillas tranquilizando al p¨²blico con el improbable fracaso del mal.
Babelia
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