?Xenofobia o Europa social?
Reino Unido est¨¢ viviendo protestas y huelgas salvajes contra la contrataci¨®n de trabajadores de otros pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. El enfado ha sido provocado por la concesi¨®n de un contrato por Total a la empresa italiana IREM para ampliar la refiner¨ªa de Lindsey, la tercera m¨¢s importante del pa¨ªs. Ahora bien, esta empresa, que busca salarios m¨¢s bajos, ha llamado a centenares de obreros italianos y portugueses, excluyendo as¨ª a los locales. Este movimiento se ha extendido por casi todo el Reino Unido bajo la consigna "British jobs for British workers!" ("Empleos brit¨¢nicos para trabajadores brit¨¢nicos").
Con la l¨®gica m¨¢s cruel, los trabajadores brit¨¢nicos caen en la trampa de la xenofobia al reivindicar la preferencia nacional para defender sus puestos de trabajo. En cuanto a los sindicatos, est¨¢n divididos entre la voluntad de solidarizarse con el desamparo de los trabajadores y el rechazo a legitimar esta deriva xen¨®foba. Y el Gobierno brit¨¢nico no puede sino constatar su impotencia: cualquier intervenci¨®n ir¨ªa en contra de las reglas comunitarias sobre la movilidad de los trabajadores en la UE.
Estamos, salvando las distancias, en una situaci¨®n parecida a la de la ascensi¨®n del fascismo
En otras palabras, no hay salida a la crisis si no es poniendo en duda la regulaci¨®n comunitaria. La cruda realidad es que los gobiernos europeos han ca¨ªdo en la trampa de la estrategia ultraliberal que ellos mismos han seguido y creado. Aceptar la l¨®gica de la desterritorializaci¨®n del capital y del trabajo supone, irreversiblemente, que los salarios compitan a la baja. L¨®gica perversa, que consiste en jugar con las desigualdades de desarrollo econ¨®mico y social, favoreciendo, de hecho, en Europa a los asalariados de los pa¨ªses menos desarrollados en detrimento de la posici¨®n adquirida por los m¨¢s desarrollados. La ideolog¨ªa europe¨ªsta ha servido durante veinte a?os para enmascarar esta operaci¨®n.
El caso de Reino Unido no es el ¨²nico. En Espa?a, aumentan las tensiones tanto contra los trabajadores comunitarios (rumanos) como contra los no comunitarios a los que se pide que vuelvan a sus pa¨ªses despu¨¦s de haber explotado su fuerza de trabajo. El consiguiente repliegue nacionalista es leg¨ªtimo a ojos de la opini¨®n p¨²blica por el aumento del paro. Y esto, desgraciadamente, no ha hecho m¨¢s que empezar, ya que la crisis ser¨¢ profunda. Los pa¨ªses se hunden en una profunda espiral recesiva -el FMI prev¨¦ una ca¨ªda del PIB del 2% en la zona euro- con un desempleo que se disparar¨¢. As¨ª, algunos prev¨¦n en Espa?a que en 2009 se superaran los cuatro millones de parados y tal vez los 4,5. En Francia una sola cifra resume la magnitud del se¨ªsmo: el n¨²mero de horas de paro forzoso por reducci¨®n de jornada ha pasado de 200.000 en enero de 2008 a 13 millones en diciembre. Esta tendencia se da en toda Europa. La magnitud de la precariedad y de la pobreza resultante ser¨¢ devastadora.
Ante este oscuro porvenir, es de esperar que se produzcan tensiones sociales muy fuertes. Algunos partidos pol¨ªticos irresponsables aprovechar¨¢n para sembrar el odio, la xenofobia y el nacionalismo. Es por ello urgente tomar conciencia del alcance de la amenaza y de lo que est¨¢ en juego. Estamos, salvando las distancias, en una situaci¨®n parecida a la de los a?os 30, momento de la ascensi¨®n del fascismo en Europa. As¨ª que la pregunta clave es: ?C¨®mo construir una Europa social ante la deflaci¨®n de los salarios, que ha sido aceptada por las ¨¦lites pol¨ªticas? La respuesta dada por los movimientos sociales espont¨¢neos es clara: la desesperaci¨®n social puede llevar a explosiones muy graves.
?Qu¨¦ hacer para desactivar esta bomba? En primer lugar, hay que oponerse frontalmente a los ataques que se producir¨¢n en contra del derecho de residencia de los inmigrantes legalmente establecidos. Se trata de defender los derechos adquiridos por extranjeros que han contribuido en gran medida a la riqueza nacional. Lo que aqu¨ª est¨¢ en juego es en realidad el respeto por el Estado de derecho. En segundo lugar, hay que tener la valent¨ªa de decir que la legislaci¨®n comunitaria en materia de libertad de instalaci¨®n de las empresas en Europa lleva consigo graves conflictos potenciales. La instauraci¨®n de normas comunes y, en particular, de cl¨¢usulas en contra del dumping social (y tambi¨¦n medioambiental) es indispensable. Ser¨ªa as¨ª razonable crear una autoridad que regule la competencia interna en la zona euro, cuyo objetivo ser¨ªa imponer una cl¨¢usula social y medioambiental m¨ªnima a las empresas que se instalen fuera de su pa¨ªs. Ser¨ªa el primer paso para la creaci¨®n de un tratado social europeo, que fijar¨ªa criterios de convergencia en materia fiscal y social. Construir de manera efectiva una Europa social basada en la armonizaci¨®n hacia arriba y no hacia abajo es la ¨²nica manera de oponerse hoy a las reacciones xen¨®fobas y al nacionalismo que amenazan a Europa.
Traducci¨®n: M. Sampons
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