Huevos revueltos
Cedric Price, arquitecto ingl¨¦s, manch¨® una vez un trozo de papel con tres garabatos que resumen, en broma, la historia de los modelos urbanos. La ciudad es como un huevo. Este era el t¨ªtulo que coloc¨® encima. Los tres dibujos representaban tres formas distintas de prepararlo. El primero, cocido, cortado por la mitad, que corresponde a la ciudad tradicional, densa, contenida en el interior de un ¨®valo defensivo y con un n¨²cleo central poderoso. El segundo, el huevo frito con elongaciones producidas por la espumadera: es la ciudad moderna, que se extiende a lo largo de ejes de transporte y cuyo coraz¨®n es inestable y est¨¢ amenazado. El tercero, la ciudad postmoderna, la de los huevos revueltos, repartidos desigualmente por el plato territorial, sin un centro predominante y con su tejido grumoso disperso por el paisaje.
La rapidez de los cambios contrasta con la inercia de la sociedad a la hora de asumirlos
Vitoria-Gasteiz se encuentra todav¨ªa en la fase del huevo frito, pero el desayuno anglosaj¨®n de huevos revueltos no tardar¨¢ mucho en implantarse. El primer intento ha sido un Parque Comercial -llamarle parque es inadecuado-, que aprovech¨® la triqui?uela legal de situarse fuera del t¨¦rmino municipal de Vitoria-Gasteiz, para eludir la oposici¨®n de la alcald¨ªa. El segundo ha sido un Boulevard -evita la palabra comercial en su nombre y utiliza un galicismo en vez de bulevar-, que supuso la recalificaci¨®n consentida de terrenos industriales en comerciales, con la participaci¨®n inicial y fuga posterior de comerciantes locales y con el jaque al rey lanzado por la gran superficie de un grupo cooperativo. El tercero, el n¨²cleo que se va a crear en torno a la futura estaci¨®n intermodal, un full-service, con centro de negocios, edificios culturales y hoteles, que va golpear en las partes bajas al ensanche decimon¨®nico y lo va a dejar grogui, porque se siente incapaz de reaccionar ante un medio como el autom¨®vil para el que no fue dise?ado.
La caracter¨ªstica de la situaci¨®n urbana actual es la rapidez con la que se producen los cambios, que a su vez contrasta con la inercia de la sociedad para asumirlos. Las ciudades con cintura, que dispongan de buenos quangos, sociedades paramunicipales de gesti¨®n, r¨¢pidas y eficaces, podr¨¢n encajar mejor las transformaciones dentro de su tejido sin tener que realizar operaciones traum¨¢ticas en el futuro. La ciudad contempor¨¢nea tiene la agilidad que le dan los movimientos de cadera de sus pol¨ªticos electos, ni m¨¢s ni menos. La implantaci¨®n de la alta velocidad en ciudades como Vitoria-Gasteiz va a remover usos y costumbres. La ciudad va a quedar disuelta en su territorio. Desde el momento en que cueste menos tiempo ir en tren de Vitoria a Bilbao, que del centro a Lakua en tranv¨ªa, todo el esquema tradicional se vendr¨¢ abajo.
La consigna podr¨ªa ser la recomendaci¨®n ignaciana de que en tiempos de tribulaci¨®n no conviene hacer mudanza, sino arreglar la casa por dentro. Una vez completados los ensanches este y oeste -Salburua y Zabalgana-, lo que queda es reformar interiormente las cuatro Aes: esto es, los barrios de Adurza, Arana, Ariznavarra y Aranbizkarra, aumentar sus dotaciones, facilitar la accesibilidad, realizar operaciones de microurbanismo en sus espacios p¨²blicos, recomponer en definitiva el tejido residencial degradado para las profundas transformaciones que se avecinan. Los trabajos de sastrer¨ªa tambi¨¦n son adecuados y zurcir los rotos de Tres Santos y Sansomendi puede ayudar a soportar el fr¨ªo de la crisis.
Las ciudades crecen por encima de todo, son devoradoras naturales de suelo. En este momento, Vitoria-Gasteiz tiene ya la forma de un bonito huevo frito. La l¨¢stima es que, aunque no estemos dispuestos a ello, las circunstancias nos van a obligar a revolverlo. El sue?o del Anillo Verde parece la ¨²ltima entrega de una fantas¨ªa ¨¦lfica que pone un l¨ªmite de vegetaci¨®n a la realidad edificada. Se inicia con la dicotom¨ªa, ya caduca, que diferencia entre artificial y natural, entre construcci¨®n y paisaje, entre Sodoma y Arcadia. Aunque la idea no es ni mala, ni nueva, hay que contemplarla sin apasionamiento.
Hace sesenta y cuatro a?os, el urbanista Patrick Abercrombie, ya plante¨® un cintur¨®n verde para Londres. La mayor parte del color verde de Abercrombie no consigui¨® florecer por encontronazos de intereses y por la falta de una pol¨ªtica decidida y unitaria, pero eso es otra historia. En Vitoria, ?qu¨¦ pasar¨¢ una vez que se cierre el anillo? ?Se habr¨¢ completado el modelo de ciudad? Nada m¨¢s lejos. Se habr¨¢ creado una nueva barrera, un nuevo fest¨®n del huevo, esta vez con las protecciones defensivas de una normativa que marca las zonas verdes con el estigma del noli me tangere. A pesar de ello, todo se puede cambiar si el pueblo lo quiere. Las leyes las modifican los elegidos seg¨²n las demandas de los ciudadanos y las presiones ser¨¢n fuertes para revolver la yema con la clara.
Javier Mozas es arquitecto y director de la revista a+t.
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