La amante
Est¨¢ aqu¨ª a mi lado, siempre dispuesta, al alcance de la mano; a veces la acaricio como a una perra, pero no es una perra; tiene la piel ya muy gastada, con algunas se?ales de golpes que ha recibido en su larga y trajinada existencia; no es especialmente bonita, aunque me complace llevarla conmigo arrastrada con un dedo; juntos hemos corrido muchas aventuras, d¨ªas de libertad, horas de angustia, inciertas fugas. Est¨¢ siempre pegada al sill¨®n donde escribo, al pie de la mesa de trabajo; me basta con bajar la mano y acariciar la maleta que me acompa?a en todos los viajes. Esta maleta habla. Se trata de una voz secreta que s¨®lo yo puedo o¨ªr. De pronto una ma?ana me dice: "v¨¢monos, lev¨¢ntate y anda". Unas veces su voz es tentadora y otras imperativa. En cualquier caso, cuando la oigo por dentro, obedezco de forma autom¨¢tica. Abro esta peque?a maleta sobre mi cama y la lleno con todo lo que ella exige para complacerme durante el viaje. Desde hace ya muchos a?os no he hecho otra cosa que seguir sus antojos, que me han llevado a lugares terribles, fabulosos, excitantes e inolvidables. Un d¨ªa me arrastr¨® hasta el infierno del c¨®lera en el campo de refugiados ruandeses en Tanzania; otro d¨ªa me llev¨® a vest¨ªbulos de hoteles fastuosos en las ciudades m¨¢s fascinantes del planeta, pero tambi¨¦n a infectos barracones donde las ratas eran las reinas coronadas. En algunos viajes se comporta todav¨ªa como una amante esquiva: es siempre la ¨²ltima en salir por la cinta de equipajes del aeropuerto y me obliga a esperarla hasta que todos los viajeros se han ido y me han dejado solo. Cuando me cree desesperado, al final aparece ella por el t¨²nel y se desliza suavemente por la curva met¨¢lica hasta mis brazos. Algunas veces se ha fugado con otro, perdida en espacios inimaginables, pero despu¨¦s de unos d¨ªas de extrav¨ªo, al final esta amante siempre ha vuelto a posarse junto a mi sill¨®n de trabajo. Es una maleta ya muy vieja, de color marr¨®n sucio. Durante las traves¨ªas por el mundo se han pegado a su piel todos los horrores y placeres, ¨¦xitos y fracasos, que ha presenciado, pero en todo caso su interior contiene la libertad y la imaginaci¨®n que deseo y basta con abrirla para encontrarlas. Por eso la acaricio como a una perra.
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